La pandemia tuvo y tiene, todavía, costos muy altos. Imprimió un antes y un después en todos los planos e hizo estallar cualquier forma de statu quo. Pero no todo es negativo: el Covid también aceleró transformaciones que bajan barreras, acortan distancias y democratizan oportunidades como nunca antes.
“El trabajo remoto ha creado un gran puente entre el talento y las oportunidades y América Latina tiene ventajas comparativas que la posicionan muy bien para los desafíos que vienen. Por eso nos propusimos hacer un esfuerzo extra para desembarcar en la región con nuestra propuesta e inspirar a quienes quieren impulsar su desarrollo profesional y económico sin tener que emigrar”, se entusiasma Ariel Camus, fundador y CEO de Microverse, una escuela de software que ofrece un programa de capacitación intensivo orientado a un objetivo muy concreto: formar desarrolladores globales de un nivel profesional distintivo, preparados para el trabajo remoto en un sector altamente competitivo.
Tiene apenas 34 años, pero el recorrido de Ariel es largo, sinuoso y sumamente inspirador. Nació en Mendoza y emigró con su familia a España a los 12 años, empujados por la crisis del corralito y más tarde vivió 6 años en San Francisco, Estados Unidos, donde fundó una start up en Silicon Valley. Luego se fue a enseñar programación y matemática en Burundi, África, y terminó viviendo un año en Asia.
El mundo fue, desde temprano, para Ariel, un globo sin fronteras. Un espacio a recorrer detrás de los mejores sueños. Mamá dentista, papá psicólogo, se define como un ciudadano del mundo que “ama a su país”
“Vi a mis padres esforzarse y sacrificar muchas cosas para poder crecer profesional y económicamente y eso tuvo un gran impacto en mi vida porque aprendí que el lugar donde había nacido no tenía por qué condicionar mis oportunidades en la vida. Entendí que trabajando duro uno puede desarrollarse donde quiera y esa fue la semilla que sembró en mí una visión que hoy, gracias a Internet, se vuelve más clara que nunca porque todo se volvió más fácil”, dice Ariel.
Vivió en Islas Canarias y a los 16 se fue a estudiar ingeniería en Telecomunicaciones a Madrid. Allí, en 2009, vio la luz su primer proyecto, Turist Eye, una app que ofrecía mapas offline para gente que estaba viajando por el mundo y no tenía datos en el celular ni wifi.
“Cuando yo era chico había que mudarse para construir un trayecto distinto pero hoy no es necesario: el trabajo remoto ha creado un gran puente entre el talento y las oportunidades -dice-. Eran dos cosas que hace apenas unos años estaban totalmente desconectadas si no emigrabas a países más avanzados, pero eso cambió. Es un gran momento para aprovechar las bondades de un mundo hiperconectado, que desdibuja fronteras y reduce las brechas en el acceso a la información, al conocimiento y al trabajo”.
Por su historia personal y su trayecto de vida, Ariel encarna lo que hoy quiere acercar al país que lo vio nacer. Un mindset diferente, una visión que pone la oportunidad sobre el límite. La exportación de conocimiento sobre la fuga de cerebros.
“Crecí en Argentina, fui a la escuela en Europa, construí un negocio en San Francisco, enseñé en África y viví en Asia durante un año. He visto que el talento está en todas partes, pero las oportunidades, no”
Achicar el mundo, ampliar el horizonte
“Microverse ha crecido mucho en los últimos años y, enfocados en otras cosas, muchas veces nos cuestionamos la falta tiempo y espacio para inspirar a otros compartiendo nuestra historia y nuestro recorrido. Creemos que podemos generar un gran impacto en los países que solían quedar al margen de las mejores oportunidades. Es algo que nos llena de satisfacción por lo que implica en términos de diversidad e inclusión”, celebra.
“El talento está democráticamente distribuido. Está en todos lados. Pero las oportunidades no. Por eso queremos democratizar la educación tecnológica y reducir brechas generadas por dónde naciste o a qué nivel socioeconómico pertenecés. Queremos facilitar el acceso a la formación que permita aspirar a muchos de los puestos que las grandes empresas tecnológicas no logran cubrir”.
Microverse llega para patear el tablero en diversos planos. No invalida ni cuestiona las propuestas de capacitación que existen en la región, sino que multiplica las opciones. “Nuestra propuesta es diferente a la de los bootcamps, que aportan valor desde otro lugar. Nuestro foco está en formarte para todo lo que te va a pasar cuando estés trabajando. Prepararte para los problemas que vas a enfrentar y las frustraciones con las que vas a lidiar, desde el trabajo a distancia hasta la elaboración positiva de un determinado feedback. Curtirte en todo lo que vas a vivir y prepararte para ello “, destacan.
Quien se suma al programa de Microversse ingresa a una experiencia más parecida a un simulacro de onboarding que promueve en los alumnos las capacidades para trabajar de manera remota en empresas de primer nivel a nivel mundial.
“Un desarrollador puede trabajar de manera remota con o sin Microverse, pero nosotros hemos creado una formación diseñada para facilitar este proceso y para posicionar al egresado entre los mejores. Nosotros conocemos mucho la industria y sus necesidades y entendemos que las competencias técnicas son sólo una parte del asunto. Para trabajar remoto de manera profesional son claves dos cuestiones que, a priori, parecen contradictorias: uno debe ser un gran colaborador y, a la vez, debe poder trabajar en forma independiente”, explica Camus.
El trabajo colaborativo, entienden, es vital para afrontar los desafíos complejos que el mundo tiene por delante. “Y la capacidad de colaboración solo se desarrolla con la práctica. Es algo que hay que entrenar porque no es lo mismo colaborar con gente de tu mismo país, de tu misma cultura, que trabajar en equipo y agregar valor con personas de otros lugares. Para ello tienes que ser un gran comunicador, alguien que entiende que cooperar es parte esencial del trabajo cotidiano”, dice Ariel.
“A la vez, y aunque parezca contraintuitivo, debe desarrollar una gran capacidad de trabajador de manera independiente, porque en un entorno de trabajo remoto no está el equipo ni el manager marcando el ritmo. Uno debe saber gestionar su tiempo, su espacio de trabajo y sus prioridades de manera eficiente, y debe poder pensar de manera crítica, encontrando sus propios recursos, sabiendo cuándo y cómo pedir ayuda para que nada se retrase. Colaboración e independencia son dos competencias fundamentales que en Microverse se estimulan fuertemente”.
La formación de los alumnos en las competencias técnicas y socioemocionales que demandan las empresas de primer nivel es uno de los ejes del programa.
La capacitación hace foco en las habilidades blandas y herramientas que agregan valor no solo al estudiante sino al sector tecnológico, porque impacta con acciones muy concretas en el capital humano que demanda la economía del conocimiento
Es decir, el abordaje de Microverse es diferente al de otros bootcamps o escuelas de programación porque entiende la formación como un entrenamiento muy concreto a lo que será luego una rutina de trabajo. “Microverse no funciona como una escuela tradicional, con clases, docentes y lecciones. Lo que hace es simular un entorno de trabajo full time en una empresa de tecnología, creando durante diez meses un espacio en el que el estudiante está ocho horas con sus compañeros resolviendo proyectos, desafíos, con fechas límite y dinámicas propias del rol que asumirán cuando egresen del programa y trabajen para empresas líderes desde el lugar donde quieran vivir”, subraya Nicolás Kneler, Regional Manager para América Latina.
Con su innovadora propuesta, Microverse instala un debate sobre el valor de las carreras universitarias largas y los trayectos educativos ajenos a las necesidades del mercado laboral, y pone la lupa sobre el riesgo que conllevan los estatutos y formatos que, lejos de promover el empleo y la generación de valor y riqueza, lo mutilan.
“El trabajo remoto está aquí para quedarse. Es algo que iba a pasar tarde o temprano y el proceso se aceleró por la pandemia. Hoy podés acceder a oportunidades de todo el mundo desde cualquier rincón que tenga un buen acceso a Internet y eso es algo que ha cambiado el mundo para siempre. Empresas de la talla de Spotify, DropBox, Shopify, Slack y otras se dan cuenta que pueden acceder a empleados que antes no podían contratar y, a la vez, muchos profesionales descubren que, sin emigrar, sin dejar todo, pueden tener vidas y trabajos en los cuales están mucho más felices, accediendo a mejores salarios y a trayectorias profesionales mucho más divertidas e interesantes”, dice Ariel.
No hay magia: lo que lleva al alumno a otro nivel es su esfuerzo. Pero Microverse le da un encuadre y un contexto que hace ese trayecto más seguro, orientado a tus objetivos, en un proceso con mayor sostén.
El horizonte que mira Microverse es claro: “Vemos muchas oportunidades a nivel global y estamos enfocados en tender puentes hacia ellas. Creemos que los latinoamericanos tienen mucho para aportar y que, a la vez, nuestro programa puede cambiar profundamente la vida de mucha gente”.
A los datos se remiten. Tras terminar su formación, acompañados por el sostén y consejo de un coach career, el 95% de los graduados consiguen trabajo en el área de tecnología durante los siguientes tres meses. Con el primer puesto, incrementan su salario un 200%, y suman un promedio de 40% más en el segundo trabajo. El 65% de estas ofertas provienen de empresas internacionales.
“Hoy, estés donde estés, puedes trabajar como desarrollador de software de forma profesional y cobrar en dólares si tienes un buen nivel de inglés, acceso a internet y tiempo para dedicar. No hace falta tener una larga experiencia ni ser desarrollador senior ni saber 10 lenguajes de programación. Basta con demostrar con tu trabajo y con tu actitud que puedes trabajar de forma independiente y colaborativa, como parte de un equipo mundial y diverso. Para eso está Microverse”.
No hay magia. El programa es intenso y difícil. Requiere una dedicación full time durante diez meses y supone más de mil horas de práctica en inglés. “Muchos nos preguntan por qué no ofrecemos un programa part time y explicamos que nuestro diferencial es generar una transformación muy profunda, que te prepare desde el día uno para el trabajo internacional. Esa transformación solo se produce en una formación intensiva, en la que pongas todo tu tiempo y tu cabeza en función de ese objetivo. Es algo que no se consigue en un bootcamp de medio tiempo o con un profesor que te lleve de la mano. Nuestro objetivo es que Microverse sea el camino más corto y eficiente entre el lugar donde estás hoy y el trabajo internacional de primer nivel”, explica Nicolás.
¿Por qué Microverse es hoy una excelente inversión para alguien de Latinoamérica? Porque nuestra región es un mercado particularmente atractivo para Estados Unidos. La demanda allá es muy alta y está saturada, y deben contratar por fuera de su país para mantenerse competitivos. En este punto, América Latina tiene claras ventajas comparativas: nuestros países comparten zona horaria con Estados Unidos, facilitando la coordinación y el trabajo sincrónico de los equipos; tenemos mejor infraestructura en Internet y electricidad que Asia y África y, además, el fit cultural calza mejor. EE.UU. tiene cada vez más claro que aquí consigue excelentes recursos por menos dinero, agregando a su vez diversidad cultural a sus equipos.
Escuchar la propuesta de Microverse resulta súper estimulante hasta que asoma un dato: el programa cuesta 15.000 dólares. Un número enorme para Latinoamérica, sí. Pero el susto se relaja pronto: la empresa fundada por Ariel Camus tiene un sistema de financiamiento que es innovador en nuestra región: el estudiante no paga nada hasta completar el programa de capacitación. El modelo está muy difundido en el Primer Mundo y se denomina Income Share Agreement (ISA). El alumno recién empieza a pagar cuando “egresa” y consigue un trabajo cuyo salario supere los mil dólares por mes. A partir de entonces, y siempre y cuando se mantengan esas condiciones, debe abonar a la empresa el 15% de su ingreso hasta saldar su deuda.
“Sabemos que la etiqueta de 15 mil dólares puede dar miedo, pero el estudiante solo nos paga si cumplimos con nuestra palabra. El contrato no ata financieramente a quien realiza el programa porque si gana menos de mil dólares por mes no paga. Por eso decimos que invertimos en las personas: es lo que realmente hacemos. Y somos los únicos que invertimos en estudiantes de todo el mundo -dice Ariel-. Ese es nuestro foco y lo que más nos enorgullece”.
Desde España, Ariel intenta canalizar bien su energía para no perder el foco, pero basta con charlar un rato para ver que un sueño lo desborda y que va mucho más allá de su empresa. “En Africa, en Burundi, me di cuenta de que estamos desaprovechando el potencial humano de una manera tremenda. Es quizá algo parecido a lo que me hubiese pasado si nunca salía de Mendoza: no hablo de ser feliz, sino de desarrollo, de explorar tu potencial y de tener posibilidades. Uno luego elige, pero que las opciones estén tiene mucho que ver con la libertad”.
Podés encontrar más información en Microverse.