Maestro, pensador e impulsor de La Ciudad de los Niños, al pedagogo italiano Francesco Tonucci le gusta que le digan “niñólogo”, un neologismo que resume su dedicación al estudio, investigación y análisis de temas vinculados a la educación y a la infancia. Compartimos algunos conceptos que vale la pena leer y reflexionar.
Puedes leer: Los jóvenes y las drogas: cómo ser una familia preventiva
- La Convención de los Derechos del Niño plantea que las opiniones de los niños hay que tenerlas en cuenta. Las escuelas ganan cuando escuchan, respetan e implementan las ideas de los niños. Hoy en día la escuela sufre de un tema que Brunner decía que es insoportable: los niños se aburren.
- La mayoría se aburre y pareciera que esto es casi natural. Se considera natural porque siempre ha ocurrido. A las familias no les molesta que sus hijos se aburran en la escuela porque ellos se aburrieron. Lo que crea muchos problemas es que esto no preocupe a los maestros. Si se aburren, eso quiere decir que no tienen buenos maestros, no son maestros capaces de interesar a sus alumnos.
Puedes leer: Francia: volvieron dictados, lectura en voz alta y cálculo mental por “retroceso educativo”
- Los niños se aburren porque no ven en la escuela a “su” escuela. Ellos van a la escuela que es la escuela nuestra, no la suya. Gabriel García Márquez, que no era pedagogo pero sí un premio Nobel, decía que nosotros podemos nacer músicos o pintores o periodistas o investigadores o mecánicos o artesanos, y a veces no lo sabemos. El papel de la escuela –como el de la familia– sería poder descubrir lo que él llama “su juguete preferido. Dedicarse totalmente a su juguete preferido es la garantía de la felicidad”.
- ¿Qué significa ser feliz? Realizarse, poder vivir haciendo lo que te gusta más. ¡Cuánto gozaría la sociedad de tener ciudadanos felices! Serían funcionarios más capaces, productivos, interesados, partícipes. Si yo puedo hacer lo que sé hacer mejor, voy a llegar a ser el mejor en ese sector y encontraré también trabajo. Hoy en día, ocurre lo contrario. El mundo económico indica a la escuela qué sectores debe desarrollar porque el mercado necesita eso.
- Es mentira, la economía de hoy no sabe lo que será necesario dentro de 10 años. No tenemos ningún elemento para decirles a nuestros hijos “si haces ingeniería informática o enfermería, tendrás trabajo”. Si pensamos en lo que se necesitaba 10 años atrás, efectivamente todas estas previsiones se han vuelto erróneas y muchas personas han renunciado a ser lo que querían ser para ser lo que era útil ser y no ha sido útil.
Puedes leer: Educación emocional en el aula: qué es y para qué sirve
- Cuando hablo de los maestros de mis hijos, hablo de suerte. Lo digo en serio y no creo que sólo me pase a mí. Mi primer hijo no tuvo suerte; la segunda ha tenido mucha suerte porque tuvo una maestra estupenda que le ha dado bases de las que está gozando hasta ahora; el tercero, regular. Esto es muy común y no puede ser. Por eso digo que en la escuela hay tres elementos: uno son los programas, los objetivos, lo que se propone que se realice; los otros, la didáctica y la evaluación.
- Nuestros gobiernos se han dedicado desde siempre al primero. En Italia cada gobierno ha hecho una reforma, se ha cambiado todo, disciplina, horarios, arquitectura de la escuela… Lo que ha quedado igual es la escuela. La escuela ni se ha dado cuenta de todas las reformas.
- Desde hace más de 10 años ha llegado a ser interesante el tercer punto: la evaluación. Lo que a nadie le ha interesado nunca es lo que ocurre adentro, la didáctica, los maestros.
- En todas las reformas hay casi nada sobre la formación de los maestros. Yo creo que un buen maestro no necesita ni de programas ni de evaluaciones. Los que conocí como buenos maestros siempre han tenido un afecto fuerte de los alumnos y un respaldo fuerte de las familias.
La buena escuela es la que ofrece a cada uno de los alumnos la posibilidad de desarrollar sus capacidades individuales
También puedes leer: Educación en Dinamarca: las clases de empatía son tan importantes como lengua y matemática
- La buena escuela es la que ofrece a cada uno de los alumnos la posibilidad de desarrollar sus capacidades individuales. Sobre esto hay una poesía de Loris Magaluzzi que decía:
Los niños tienen 100 lenguas,
Los niños tienen 100 maneras de pensar,
Los niños tienen 100 lenguajes,
Pero les roban 99…
- ¿Quién roba a los niños? Muchos. La escuela es uno de ellos. ¿Cómo hace la escuela para robar tanto? Ofreciendo poco. La escuela no consigue ser una buena escuela porque sigue poniéndose como la escuela de la Lengua y de la Matemática. Todos los niños que encajan en esta competencia son buenos, los que van adelante. Los que nacieron músicos, periodistas, investigadores o artesanos quedan al margen y allí la responsabilidad es muy fuerte.
Puedes leer: Finlandia: el país con mejor educación, enseña a leer a los 7 años
- La escuela no debería poder perder ni un alumno. En Italia, la dispersión escolar no es muy alta. Pero, entre los delincuentes, el 95 por ciento no ha terminado la escuela obligatoria. Este es un tema muy fuerte sobre el que la escuela tiene que reflexionar. La escuela no puede perder alumnos porque, si los pierde, los regala a la criminalidad. Esta es una responsabilidad muy grande.
- Esto significa que estos niños salen de la escuela como burros, como rechazados, como incapaces, y encuentran un señor que les dice: “Yo confío en ti, aquí tienes una pistola, puedes utilizarla y yo te doy un montón de dinero, te reconozco”. La escuela no lo ha reconocido, la escuela lo ha perdido.
La escuela no puede perder alumnos porque, si los pierde, los regala a la criminalidad
- La escuela obliga a los niños a transformarse como la escuela quiere y los hace a todos iguales. Entraban todos distintos, salían todos iguales y había un tubo de descarga de todos los que no cumplían.
- El derecho al estudio debería ser el derecho a tener un buen maestro.
Puedes leer: En la India las escuelas enseñarán cómo ser feliz, basándose en las premisas de Dalái Lama
No debería ser que los alumnos aprendan lo que dicen los programas escolares, sino que la escuela sea capaz de favorecer que cada uno desarrolle sus potencialidades
Después de las excelentes reflexiones brindadas por Francesco Tonucci, no queda mucho por pensar y analizar.
En este año tan atípico con motivo de la cuarentena por la pandemia del Covid-19, muchos chicos aprendieron y se adaptaron a nuevas herramientas de estudio, vía remota por zoom, videollamadas, y distintas plataformas.
De la misma manera debieron aprender los docentes, pero tampoco la escuela estuvo a la altura de las circunstancias unificando un único método para que todos tengan acceso y muchos chicos han quedado al margen de la educación este año, por diferentes motivos, falta de dispositivos en los hogares, falta de conectividad y otras cuestiones, lo mismo ocurrió con los chicos que padecen condiciones dentro del Espectro Autista que no han podido desarrollar sus actividades que habitualmente lo hacían con su maestra integradora dentro del aula. .
Hay mucha tela para cortar sobre este tema. Es un dilema importante que se pone sobre la mesa, ¿Cómo construir una escuela inclusiva y que ayude a potenciar habilidades innatas en los niños?
Además lee: Facundo Manes: familia y educación pública, dos poderosas herramientas de transformación
Si leíste esta nota, te pueden interesar las siguientes:
- Educación infantil en Europa: primero, jugar, y leer recién a los 7 años
- Jardines de infantes públicos y comida saludable: ejes del éxito de la educación japonesa
- En Corea del Sur mujeres analfabetas asisten por primera vez a la escuela
- Cómo aprovechar el celular en la escuela y en la educación
- Llamar a los abuelos: la tarea de los jardines de infantes por el coronavirus
- Sobre ignorantes e ignorantas: carta de una profesora que apuesta a la educación