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Francia prohibe a los supermercados tirar alimentos y los obliga a donarlos

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Francia se convirtió este año en el primer país que promueve una ley para prohibir a los grandes supermercados el desperdicio arbitrario de alimentos. La decisión es histórica y un gran ejemplo para el mundo.

Impulsados por los crecientes problemas económicos y los necesarios acuerdos ecológicos, el gobierno francés impulsó una iniciativa que prohíbe, bajo pena de pesadas multas –hasta 75,000 euros o dos años de cárcel–, que los supermercados desechen la comida que habitualmente se desperdiciaba.

Anteriormente, la ley francesa prohibía a los supermercados, por razones de higiene, que redistribuyera la comida perecedera que no se compraba durante el día. Con esta nueva legislación esto quedará terminantemente prohibido y las raciones sobrantes de los supermercados serán entregadas a bancos alimentarios para que se juzgue de su higiene y se distribuya entre los más necesitados.

las raciones sobrantes de los supermercados serán entregadas a bancos alimentarios para que se juzgue de su higiene y se distribuya entre los más necesitados

No es sorprendente que una ley de este tipo se haya promulgado en Francia antes que en cualquier otro lugar en el mundo. Desde hace tiempo, los ciudadanos franceses han sido inmersos en una enorme cultura de la recolección y la reutilización de desechos en el país.

Como lo atestiguó el brillante y conmovedor documental, difundido en el año 2000, Les Glaneurs et la Glaneuse (Los espigadores y la espigadora) de la mítica cineasta Agnès Varda, la cultura del aprovechamiento ha sido una constante en la vida popular francesa desde tiempos feudales.

El Gobierno informó que, según sus datos, entre 90 y 140 kilos de comida se desperdician al año por persona en Francia. Y, mientras crece la población de indigentes (SDF o “sin domicilio fijo”), los supermercados habían llegado a optar (para alejar a estudiantes, personas en situación de calle y todo tipo de aprovechadores de sus patios traseros), arrojar lejía sobre los alimentos no utilizados para que no puedan ser aptos para el consumo.

Según estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los países ricos desperdician alimentos mayoritariamente en la etapa de consumo mientras que en los países en vías de desarrollo la mayor parte de los desperdicios ocurren, a causa de deficiencias estructurales, en la etapa de producción, distribución y transporte.

También se les impide que echen a perder la comida a propósito, una práctica habitual para evitar que la gente que hurga en la basura coma de sus contenedores

El desperdicio anual en Francia llegó a representar pérdidas de entre 12 y 20 millones de euros al año, además de significar un enorme impacto ambiental.
En efecto, según la FAO, el desperdicio alimentario produce 3.3 gigatoneladas de gases de efecto invernadero por año. Esto equivale al tercer lugar en producción de gases de efecto invernadero sólo detrás de los que producen China y Estados Unidos. Además, la comida desperdiciada ocupa enormes porciones de tierra cultivable y absorbe enorme cantidades de agua al año.

Por ello, no es nada más un problema social o cultural para los países ricos de Europa sino que representa un enorme agravio a la irreversible crisis ecológica del mundo.

Lo que es muy interesante es el origen de esta ley. Todo comenzó con las peticiones de un consejal de la pequeña localidad de Courbevoie, Arash Derambarsh, que llevó a cabo una enorme campaña para promover leyes en contra del desperdicio. Desde Change.org y apoyado por el cineasta y actor Mathieu Kasovitz (La Haine), este político logró levantar un enorme apoyo en torno al asunto.

Luego, se presentó un proyecto de ley, que acaba de ser aprobado este mes. Ahora, los impulsores van por más: quieren contagiar a otros países. Esperan seguir propagando consciencia alrededor del problema para que otras comunidades comiencen a discutir este tipo de leyes, comprometidos con la necesidad ajena y con el Planeta que habitamos.

 

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