Diego Daniel Córdoba es de Pergamino, provincia de Buenos Aires, y tiene 35 años. Hace poco más de dos dejó su trabajo de albañil para cumplir su sueño de ser carpintero. “Un día compré herramientas básicas y empecé. Trabajé unos meses haciendo las dos cosas para poder juntar más plata y hoy, por suerte, ya me dedico solamente a esto”.
Desde el primer día, arremetió con cuánto temor se le puso enfrente con una idea clara de lo que quería hacer. Sabía que le iba a costar y que tendría que empezar de bien abajo. Y así fue: empezó llevándose a la casa los palets que sobraban en las obras en las que trabajaba: “Eran cosas que generalmente terminaban en la basura y pedí permiso para llevarlas a casa para hacer muebles. Me di cuenta que había una oportunidad de hacer cosas lindas con los restos que se descartaban”, repasa Daniel.
“La idea de trabajar los palets me pareció algo fuera de lo normal en aquel entonces. Acá en Pergamino nadie lo hacía y ni bien arranqué me empezó a ir bien. Reciclando, trabajando la madera, pude convertir en mi trabajo eso que los demás desechaban. Gracias a Dios lo pude imaginar y me animé a emprender ese camino que parecía una locura”, dice. .
Poco a poco, dándose maña, Daniel aprendió el proceso de reciclado de la madera: “desarmo el palet, le saco los clavos, tapo los agujeros, la cepillo, curo la madera por los bichos, lo pinto y después la barnizo. Recién ahí está lista para trabajarla y empezar a armar el mueble que mi cliente quiera”.
Está orgulloso, Daniel. Y mira el futuro con esperanza. “Nunca recibi una queja, la gente siempre me dio confianza y nunca paré de crecer. Ni bien empecé, mi trabajo tuvo buena repercusión y hoy hago de todo: mesas, reposeras, camas, puertas, decks, casas para perros, lo que me pidan. Me doy maña y lo logro”, asegura.
Hace unos meses, en plena pandemia, Daniel tomó una decisión importante que, asegura, le cambió la vida. Notaba que el precio, al contado y en efectivo, dejaba a muchos de sus clientes sin la posibilidad de comprar. Sus márgenes eran muy chicos para bajar más los precios y no podía crecer manejándose de esa forma en un momento de crisis: había aprendido a hacer cada vez más muebles, pero sus compradores no podían pagar de una cosa por vez. “Decidí empezar a vender por Mercado Pago. Es una herramienta muy útil para mi trabajo porque a mucha gente no le alcanza la plata. De esa manera permito que me paguen en algunas cuotas y ganamos los dos: el cliente que recibe el mueble que quiere, pagándolo como puede, y yo que sumo trabajo, vendo más y gano mi dinero”, explica.
Abrir esa puerta le acercó historias que lo emocionan: “Hace unas semanas me llamó un hombre diciéndome que no me iba a poder pagar las camas de sus hijos que me había pedido porque no llegaba a pagar el alquiler de su casa. Le conté que me podía pagar en cuotas con tarjeta, me agradeció y me confirmó el trabajo. Esas cosas a mí me ponen feliz porque mi tema es trabajar, hacer lo que me gusta, y me encanta que la gente valore lo que hago”, dice Daniel, con la felicidad y orgullo de estar viviendo de lo que siempre le gustó.
“Quiero seguir creciendo para ver si puedo agregar un galponcito al espacio que tengo en casa porque es muy chico y no podemos trabajar ahí adentro. El techo está roto y si llueve tenemos que frenar porque se moja la madera y puede ocurrir una tragedia por riesgos eléctricos. También quiero intentar comprarme alguna camionetita para recibir pedidos de otras ciudades y así agrandar el mercado”, se esperanza.
Antes de despedirse, el carpintero que decidió iniciar su emprendimiento contra viento y marea, pinta un panorama que podría ser desolador, pero que él llena de luz con un puñado de palabras: “está todo muy difícil, la gente no tiene plata en el bolsillo y se hace complicado, pero si todos ponemos un poco de nuestro lado podemos lograr que las cosas mejores y todos vivamos un poco mejor”.
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