Transitando
del otoño
al invierno,
hablar de estaciones
de la vida
es una tentación
casi irresistible.
O quizás
un modo de continuar
mi búsqueda
insaciable
e infructuosa
de certezas
Un resplandor
breve y audaz
atraviesa
la densa capa
de nubes
penetra
la cruda mañana
me acaricia
y huye
Mañana
de invierno
ojos nublados
en lágrimas de frío
manos refugiadas
en los bolsillos
llevo
mis emociones
a cuestas
de a ratos
son ellas
quienes marcan
el ritmo
Sin prisa
ni pausa
camino
La lluvia cae
lenta, minuciosa
dueña indiscutida
de la tarde gris
El río
privado de color
corre manso
hacia su destino
inevitable
El viento
agazapado
aguarda su momento
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