Frente a la nueva fase ascendente de contagios que afronta el mundo, los jóvenes son señalados como el principal agente de propagación del virus, una apreciación que según analistas de distintos campos, concentra inmerecidamente la responsabilidad del rebrote en este segmento, alienta la estigmatización de la juventud y promueve una mirada punitiva que genera efectos adversos a la concientización que se pretende lograr.
Las fotos de las fiestas masivas que muestran a jóvenes sin distanciamiento y sin barbijo en algunos balnearios bonaerenses, alimentan una nueva narrativa estigmatizante: la culpabilidad por el avance de la pandemia recae ahora sobre ese sector generacional, al que se le imputa desde la imprudencia extrema ante la gravedad del virus, hasta la falta de “solidaridad” con los principales grupos de riesgo.
Opiniones de analistas
-“Después del velorio de Maradona, de las marchas a favor y en contra del aborto, creo que estamos ante el riesgo de pedirle a los jóvenes más de lo que pueden dar -destaca el politólogo José Natanson.
“No hay que homogeneizar y pensar que todos los jóvenes son bestias irresponsables, eso es una barbaridad. La primera línea de la lucha contra la pandemia está integrada mayoritariamente por jóvenes que son los que están haciendo las residencias en los hospitales. Los que están dando las vacunas son en muchos casos jóvenes. Hay una pulsión de solidaridad en ellos también, no es todo irresponsabilidad y oportunismo neoliberal”.
La primera línea de la lucha contra la pandemia está integrada mayoritariamente por jóvenes que son los que están haciendo las residencias en los hospitales
“Nuestra sociedad suele proyectar en los jóvenes todas sus debilidades. Es lo mismo que ocurre con el consumo de drogas: se piensa que es un hábito adolescente, preocupa y se habla del consumo de los jóvenes, pero se trata de algo que puede ser rastreado en toda la comunidad, solo que los adultos no están dispuestos a reconocer en ellos ese mismo impulso”.
-El historiador y doctor en Ciencias Sociales Pablo Vommaro, objeta las lecturas que atribuyen exclusivamente el rebrote de coronavirus a las concentraciones masivas:
“Cuestionaría un poco que el aumento de los contagios venga solamente por las aglomeraciones, por las fiestas clandestinas, por lo que sucede en algunas playas. Creo que eso es una parte de la realidad que sin duda existe pero también sabemos que hay muchos adultos y adultas que se están juntando en espacios cerrados sin la debida distancia o protección”.
“No hay que homogeneizar y pensar que todos los jóvenes son bestias irresponsables, eso es una barbaridad. La primera línea de la lucha contra la pandemia está integrada mayoritariamente por jóvenes que son los que están haciendo las residencias en los hospitales”
Además, a la hora de hablar de los comportamientos de este grupo etario durante la pandemia, el docente e investigador indica que en los barrios populares “las juventudes fueron también protagonistas de la economía popular, de lo que tiene que ver con emprendimientos comunitarios, con el trabajo territorial, barrial, para buscar estrategias de cuidado, protección, de garantía alimentaria, apoyo escolar en la virtualidad, diferentes iniciativas que fueron también protagonizadas por jóvenes”.
El psicoanalista y doctor en Filosofía Luciano Lutereau identifica a la juventud como un segmento al que se asignan problemáticas que involucran también a los adultos, una operación que reduce el abordaje al mismo tiempo que permite diluir responsabilidades.
“Tengamos en cuenta que la mayoría de los jóvenes no son independientes desde el punto de vista económico y viven con los padres, entonces la pregunta se desplaza: ¿cómo hacer para que en las familias pueda reflexionarse y generar hábitos de cuidado?”
“El problema es que no se puede vivir mucho tiempo con miedo a la muerte. Lo que ocurre en esta pandemia es un caso de una actitud más amplia, como la que se da ante el consumo de cigarrillos: ¿por qué la industria tabacalera puede poner en un paquete de cigarrillos una foto horrorosa o amenazar con cáncer, impotencia, etc.? Porque no lo creemos. Sabemos que el riesgo existe, pero no lo creemos”, sostiene Lutereau.
Agrega que este es uno de los descubrimientos más importantes del psicoanálisis: “No creemos en lo que sabemos…”
“Generamos la ficción de cuidado, por eso tanta gente se pone mal el barbijo, porque le alcanza con creer que si se lo cuelga ya está. Es como el motociclista que lleva el casco en el codo”
La filósofa y docente Esther Díaz considera que “hay una tendencia a generalizar, es difícil no caer en la injusticia de la perspectiva, aunque de hecho la relajación de los cuidados se ve en casi todas las edades”.
En esa línea, Vommaro enfatiza: “No le podemos pedir a las juventudes comportamientos sociales que otros grupos no tienen, es decir, que los adultos son incapaces de sostener. Por lo tanto relativizaría esto de que el aumento de los contagios tiene que ver con un comportamiento juvenil. Es una salida facilista, cómoda y no deja de ser un chivo expiatorio para mirar para otro lado o disimular otros comportamientos sociales y otras falencias”.
El estigma social y sus consecuencias
La narrativa alimentada por imágenes de jóvenes concentrados en bares o playas a los que se ve desatendiendo drásticamente los cuidados contra el coronavirus, exacerba los comportamientos evasivos de aquellos a quienes pretende interpelar y al mismo tiempo provoca discursos morales que no alientan la reflexión del conjunto de la sociedad.
Los nuevos parámetros sanitarios están orientados a controlar la actividad nocturna y fueron disparados por un conjunto de estudios epidemiológicos que dan cuenta de que el aumento en las cifras de contagio se concentra en esa franja horaria, una conclusión que se asocia implícitamente a los hábitos de los jóvenes y a una suerte de flexibilización en los protocolos que alentaría este segmento generacional.
“El discurso de la responsabilidad es tan moral como inútil, es inútil porque es moral y, como tal, tiene un fundamento en la proyección: decirle a los demás qué hay que hacer, para no reconocer en uno la tendencia que se denuncia. La proyección es un mecanismo psíquico básico, que no tiene mucho alcance a la hora de producir reflexión”, sostiene el psicoanalista Luciano Lutereau.
“En un primer momento de la pandemia, ese mecanismo llevó a ver enemigos en todos lados (los vecinos, los runners, etc.) para darle forma objetiva al virus invisible y trasladar la culpa al otro, con la consecuente afirmación de la propia inocencia. El mal es el otro. Todo esto es paranoia mal usada. Hoy ocurre con los jóvenes y mejor sería redefinir la estrategia comunicativa, porque apelar a la proyección termina produciendo mensajes confusos y contradictorios” agrega.
En un primer momento de la pandemia el enemigo estaba en todos lados, los vecinos, los runners, etc., dándole forma objetiva al virus invisible y trasladando la culpa al otro, con la consecuente afirmación de la propia inocencia. El mal es el otro. Hoy la culpa nuevamente no somos nosotros, son los jóvenes
Pablo Vommaro señala que “Falta todavía generar un discurso de escucha con las juventudes, reconocerlas, visibilizarlas y no solamente culpabilizarlas o demandarles o exigirles comportamientos de responsabilidad social que muchos adultos y adultas no tienen”.
La filósofa Esther Díaz plantea que ha escuchado a jóvenes decir ‘para mí el virus no es problema, lo tuve o lo tendré y no moriré, que encierren a los grupos de riesgo y que a nosotros nos dejen tranquilos’.
“No digo que todos piensen igual, pero he sido joven y tengo memoria, una se siente omnipotente cuando es joven. Creo que no hemos encontrado la manera de hacerle oír a algunas personas que esto no es una enfermedad individual sino de riesgo colectivo y de final incierto”.
Para Vommaro, es importante visibilizar a la juventud en pandemia como una diversidad que no se agote en las imágenes de tumulto en los balnearios: “Hay otras juventudes que son las de los trabajadores precarizados en los trabajos de repartos de delivery, repositores de supermercados… además están los trabajadores de la salud que recién se inician, como los residentes. No nos quedemos solo con los jóvenes urbanos de clase media, media alta, que se encuentran en esas fiestas clandestinas o en esas aglomeraciones”, concluye.
Fuente: Telam
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