El viernes pasado el presidente de Estados Unidos llamó “hijos de puta” a los jugadores negros de fútbol americano que protestaban, arrodillándose ante el himno, por la violencia policial y sistemática contra los negros y otras minorías en EEUU. Antes de lanzar su insulto, Donald Trump preguntó a los centenares de personas, blancos en su mayoría, si a ellos, como a él, no les molestaba que “esa gente” hiciera esas protestas. Para el presidente era patriotismo; para sus críticos, racismo.
“Esto no tiene nada que ver con la raza. No he mencionado nada sobre la raza. Esto sólo es cuestión de respeto por nuestro país y nuestra bandera”, se defendió Trump cuando reapareció, tras dos días de tuits insistiendo en su desaprobación al gesto y alentando a un boicot a la NFL, la liga del deporte rey del país.
El repudio a las palabras del presidente de Estados Unidos fue mundial, pero Trump volvió al ataque para pedir que la liga prohíba arrodillarse.
Numerosos políticos y deportistas criticaron a Trump. El popular entrenador de los San Antonio Spurs y una autoridad en el deporte estadounidense, Gregg Popovich, también se pronunció: “Sabemos que el racismo existe. Me pregunto hasta cuando los votantes de Trump tolerarán ésto, ¿dónde está su límite?, ¿en qué momento entra en juego la moralidad?”
Manu Ginóbili, Gregg Popovich y LeBron James también hablaron sobre el conflicto entre la NFL y Donald Trump: de la valentía a “un país que es vergüenza mundial”.
“Creo que es grandioso lo que está sucediendo. Los atletas tenemos cámaras frente a nosotros y en muchos casos la gente no tiene esa oportunidad. Los atletas que lo hacen tienen esta oportunidad, y es grandioso lo que sucede en la NFL”, celebró Manu Ginóbili en la conferencia de San Antonio Spurs. Pero Gregg Popovich, el coach de la franquicia texana, fue más allá: “Nuestro país es una vergüenza mundial”.