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La astrología empieza a ocupar un lugar nuevo en la sociedad

“La Astrología es una gran verdad rodeada de un montón de mentiras”, dice la prestigiosa astróloga Beatriz Leveratto.

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La forma más elevada de la ignorancia es rechazar algo de lo que no se sabe nada

La Astrología poco tiene que ver con los horóscopos de diarios y revistas. Es llamativo cómo todavía hoy no se reconoce la capacidad simbólica de este lenguaje. Lamentablemente, este lenguaje ancestral suele ser asociado a pensamientos mágicos o a personas ignorantes. Sin embargo, muchos referentes a lo largo de la historia han honrado a la astrología:

  • Albert Einstein: La Astrología es una ciencia y contiene el conocimiento que nos ilumina. Me ensenó mucho y le debo mucho. Las pruebas geofísicas descubren el poder de las estrellas y los planetas en relación a la Tierra. A cambio, la astrología lo confirma. Por eso la astrología es un elixir de la humanidad.
  • Benjamin Franklin: La Astrología es la ciencia más vieja, respetada en el pasado por los Grandes y Sabios. Ningún rey ha hecho la paz ni la guerra, ningún general ha ganado una batalla, en resumen, ninguna decisión importante se ha hecho sin consultar al astrólogo.
  • Johannes Kepler: Todo lo que sucede en el Cielo es siente en la naturaleza y en la Tierra.
  • Pitágoras: Las estrellas en el Cielo tocan la música. Si tan solo tuviéramos oídos para oírlo

La Astrología es un lenguaje sagrado y ancestral

Los símbolos astrológicos se han utilizado desde hace siglos por todas las grandes civilizaciones. La astrología occidental tiene sus orígenes durante los tiempos pre cristianos en Babilonia y en el antiguo Egipto.

La astronomía surge como una ciencia auxiliar de la astrología para encontrar un método de observación y detección matemática del cielo. Se estima que la astrología existe desde por lo menos el segundo milenio antes de nuestra era época de la cual encontramos calendarios agrícolas que se utilizaban para predecir los cambios estacionales e interpretar los ciclos celestes como señales de comunicación divina.

A lo largo de su historia, la astrología fue aceptada en los contextos políticos y académicos como una tradición erudita y era parte integral de otros estudios como la astronomía, la alquimia, la meteorología y la medicina. En el Renacimiento europeo los principales astrónomos como Galileo Galilei (1546-1642), Tycho Brahe (1546-1601) y Johannes Kepler (1571-1630); eran astrólogos de las cortes reales de sus países.

Sin embargo, la astrología tiene en Europa una historia accidentada. Fue atacada y marginada después de la elevación del cristianismo como la religión de estado del imperio romano. Pero en la Edad Media recuperó su reputación, y hasta el siglo XVII, era aceptada como una ciencia. Sin embargo y a raíz de la Ilustración, que se caracterizó por dar extrema importancia a la razón y afirmar que era posible comprender perfectamente los fenómenos naturales y sociales a través de la ciencia.

En ese mismo periodo – siglo XVII- se crearon los primeros telescopios que aportaron pruebas empíricas sobre los planetas y consolidaron la astronomía como ciencia incorporando los conceptos de heliocentrismo junto a los conceptos de la mecánica newtoniana en la física. Todas estas nuevas ideas pusieron en duda los fundamentos de la astrología haciendo que la misma perdiese su valoración académica.

La astrología está insertada en nuestra cultura y, sin embargo, parece que no terminamos de darnos cuenta. Cada 6 de enero celebramos el Día de Reyes: según el relato religioso, tres sabios por observar el cielo anunciaron la llegada del hijo de Dios. Anticipar un acontecimiento gracias a la observación de las estrellas es tarea de astrólogo. Cada 6 de enero deberíamos recordar a los tres reyes magos como a tres sabios astrólogos –los astrólogos celebramos nuestro día el seis de enero-.

Hasta finales del siglo XIX, no se manejaba la idea de que nuestra psiquis tuviera procesos inconscientes, fue recién a principios del siglo XX que Sigmund Freud -médico neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis- popularizó la idea del inconsciente individual, comprobando que cada persona podía aliviar síntomas si se animaba a verbalizar sin censura cualquier ocurrencia que pasara por su mente.

Algunos años después, Carl Gustav Jung – médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo y discípulo de Freud –postuló la existencia de un inconsciente colectivo o de un substancia psicológica común a todos los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, esta estructura psicológica humana está constituida por símbolos primitivos y se expresa y condiciona a los individuos más allá de la razón pues transciende lo inconsciente personal.

La Astrología de autoconocimiento muestra cómo los planetas y las estrellas simbolizan los procesos de la psiquis humana. El nuevo desafío de estos tiempos es la aceptación de un inconsciente cósmico donde pensar cerebros y universos como parte de una gran mente holográfica, donde los seres humanos podamos cada vez más captar el orden y la magia de una cierta forma de inteligencia planetaria.

Hace menos de 50 años, la psicología no era académicamente valorada y ahora está presente en empresas, colegios, instituciones y hospitales.

Si la astrología de autoconocimiento se hace más popular -superando en masividad a los burdos horóscopos- es probable que en unas décadas la astrología pueda considerarse como un mapa de evolución de nuestra psiquis.

Conjuntamente con la aceptación de los procesos inconscientes del ser humano se renueva también el interés por la astrología y desde la década del 60 y gracias al movimiento de la nueva era este lenguaje ancestral re aparece con mucha fuerza en el hemisferio occidental. Sincrónicamente durante el siglo XX se populariza la aceptación del inconsciente humano y se realizan grandes descubrimientos científicos que nos llevan a cambiar nuestra concepción del universo.

Desterrar la antigua percepción del mundo mecánico y no influenciable por energías.

Los “recientes” descubrimientos científicos comprueban que el mundo material no es tan sólido como se creía. Las formas y el tiempo mismo no son tan fijos sino alterables y relativos. Al observar con microscopios el corazón de la materia no se parece en nada a un objeto sólido como la describía la física clásica. Los átomos están divididos en partículas subatómicas que presentan un aspecto intermitente: no existen con certeza en un lugar definido y varían su apariencia de onda a corpúsculo según la mirada del observador. La alternancia de la materia a nivel subatómico revela que los objetos nos son fijos, que no tienen individualidad propia y que ninguna forma está totalmente separada de las otras.

Estos descubrimientos perturban la comprensión de una realidad mecánica y fija. Nuestra existencia ya no puede ser percibida como fija e inalterable y ante tantos cambios paradigmáticos la Astrología de autoconocimiento surge como una potente herramienta que permite percibir esta misteriosa interacción entre el individuo y su entorno. Cuando penetramos en el seno de la materia la naturaleza no nos muestra ladrillos elementales separados como realidad última, sino un tejido complejo de relaciones entre las diversas partes de un todo unificado.

Durante siglos la ciencia trato a la materia como algo muerto y separado del hombre y recién en el último siglo la comunidad científica ha descubierto que los átomos subatómicos son inestables y cambian su apariencia. Si asimiláramos lo que este descubrimiento en verdad significa nuestras rígidas estructuras racionales deberían diluirse para entender que estamos inmersos en un universo inter dependiente y alterable. Aunque el mundo científico descubre que el corazón mismo de la materia es misteriosamente móvil e interactivo nuestra conciencia parece no poder asimilar la alternancia de nuestra realidad física. No alcanzamos a comprender tamaña revolución de paradigmas. Uno de los desafíos de la mente moderna es aceptar un mundo inestable, interactivo e influenciable en donde no todo se puede explicar racionalmente.

Nos hallamos en un umbral extraordinario que requiere una transformación fundamental de la visión del universo que nos permita reconocernos como individuos interconectados con el cosmos.

 

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