Los años con 366 días tienen mala fama y son objeto de todo tipo de supersticiones. En general, se los toma como negativos y la historia se ha encargado de acompañar esta creencia. Se acerca el 29 de febrero de 2024 y es interesante repasar por qué algunos creen que los años bisiestos traen mala suerte. ¿Qué hay de cierto?
La mala fama del año bisiesto
En 1948 asesinaron a Ghandi. Veinte años después, a Martin Luther King y en el ‘80 a Lenon. En 1912 se hundió el Titanic… La lista podría seguir. ¿Qué tienen en común todos estos eventos además de haber sido dramáticos? Que todos sucedieron en años bisiestos. Sí, esos que cada cuatro tienen un día más; esos en los que febrero termina en 29. La mala fama acompaña a los años bisiestos, veamos por qué.
La palabra Calendario proviene del latín calendarium y, según su definición, es el sistema utilizado para agrupar y coordinar los intervalos de tiempo (días,
semanas, meses y años) determinados por los fenómenos astronómicos (solsticios y equinoccios que determinan las estaciones). La medición del tiempo nunca ha sido una tarea fácil. Agrupar días en meses, meses en años y mantenerlos a tono con el universo y las estaciones induce a serias dificultades.
El tiempo se calcula:
- Por la rotación de la Tierra sobre su eje en referencia al Sol (día).
- Por la revolución de la Luna en torno a la Tierra (mes).
- Por la revolución de la Tierra en torno al Sol (año).
Curiosidades del tiempo
Los días no se suman a los meses lunares y los meses no se suman a los años, excepto recurriendo a innumerables artificios e ingeniosas convenciones. La tradición nos cuenta que se llegaron a conocer cuatro especies diferentes de días: el babilónico es el primero, que se cuenta desde la aparición del Sol hasta ese mismo momento del día siguiente. Le sigue el día judaico (que se verifica desde la puesta de sol hasta el mismo momento del día inmediato posterior).
Luego sigue el día astronómico, que se mide desde un mediodía, cuando el sol está en el cenit, hasta el mediodía siguiente) y el egipcio, que es el que utilizamos la mayoría de los pueblos de occidente actualmente, y es el que se mide desde la medianoche hasta la medianoche siguiente.
Los años con 366 días tienen mala fama y son objeto de todo tipo de supersticiones.
Antiguamente, muchos calendarios estaban basados en los ciclos lunares. De hecho, su uso aún perdura su uso en el calendario musulmán, el chino y el hebreo. El ritmo semanal, resultado de dividir en siete el mes lunar de veintiocho días, estaba ya en la tradición caldea, pero fue el relato bíblico de la creación el que consagró seis días de trabajo y uno de descanso, en que está prohibido todo trabajo, incluso el viaje, si no es por motivo grave.
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Hoy en día, la mayor parte de los calendarios tienen por referencia el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denominan calendarios solares.
Nuestro calendario actual se asemeja mucho al calendario egipcio que constaba de 12 meses de 30 días cada uno, lo que sumaba un total de 360 días. Sin embargo, observando que el tiempo se desajustaba, le añadieron 5 días festivos extras, que fueron llamados epagómenes por los griegos y que, según sus creencias, correspondían a los nacimientos de los dioses Osiris, Seth, Horus, Isis y Neftis. Con lo cual, el total de días del año fue de 365.
Este resultante era bastante cercano, después de las reformas juliana y gregoriana, al que nosotros utilizamos. Pero, como el calendario se retrasaba un día cada 4 años (el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol es de 365 días y 6 horas aproximadamente), un grupo de sacerdotes, propuso un sexto día (bisiesto) cada 4 años, que no se adoptó hasta el Período Romano, en tiempos del Cesar Imperator Augusto (hacia el año 10 A.D.). Un año bisiesto tiene 366 días en lugar de 365 para corregir esa diferencia.
El año largo se llamó bis sextus (dos veces sexto), porque decidieron repetir el sexto día de las calendas de marzo, o sea, el vigesimocuarto (24 de febrero), el mes de los muertos en la tradición romana.
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¿Mito o realidad?
Según algunos estudiosos, la leyenda negra de los años bisiestos nacería de esta decisión. El año comenzaba en marzo coincidiendo ese inicio con el ingreso del Sol en el Signo de Aries, el equinoccio de primavera en el hemisferio Norte. Las fiestas de expiación religiosa que se celebran al final del año eran llamadas februa (de februare purificar).
Además, el 23 de Febrero había sido en otros tiempos el día de la fiesta de Terminalia, en honor del Dios de los límites y era la fecha escogida para ser el día doble, es decir, de 48 horas. En un principio, no era un día que se añadía, sino un día con una doble cantidad de horas.
Actualmente, se consideran bisiestos los años divisibles por 4, excepto los divisibles por 100, salvo que estos últimos sean divisibles por 400.
La astrología, una importante clave para la comprensión del hombre, encuentra su particularidad en el hecho de estar relacionada con el tiempo y con el espacio. Descriptos los movimientos cíclicos del Sol y la Luna y los demás planetas del sistema solar, esta disciplina estudia dichos ciclos y configuraciones y cómo afectan al ser humano.
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Para la astrología, el problema de los “años bisiestos” no existe, ya que todas las personas nacen cuando el sol está en un determinado grado, minuto y segundo del zodíaco que es la forma de medir el paso del sol (u otros planetas) por las constelaciones. Cada signo tiene 30 grados y toda la rueda zodiacal contiene 360 grados.
Todos los años el sol pasará por ese mismo grado (retorno solar) aunque no siempre eso sucederá el mismo día. No importa que se haya nacido un 29 de febrero, ese momento coincidirá con un grado, minuto y segundo de la constelación de Piscis (aproximadamente el grado 10º).
Entonces, ¿mito o realidad? Como sea, no hay año en el que no haya cambios drásticos o tragedias. Entonces, ¡no nos preocupemos y disfrutemos de este día extra que nos obsequia el almanaque!
- Por Patricia Kesselman, astróloga y profesora de Tarot. Más información sobre sus cursos presenciales y a distancia.
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