Las estadísticas son escalofriantes: sólo en 2015 se produjeron en Estados Unidos 336 ataques con armas de fuego, algo más de uno por día. Causaron 434 muertos y 1.236 heridos. Los datos pueden consultarse on line en el sitio que lleva el triste cómputo de hechos y víctimas.
Hablamos de situaciones generadas fuera de todo contexto, de atacantes que salieron a matar simplemente porque podían hacerlo, por lo general con armas de guerra a las cuales se puede acceder con absoluta facilidad y sin la más mínima restricción en ese país.
Si se computan todos los asesinatos, los muertos superan los 11.000 anuales en un país donde se estima que hay más armas (310 millones) que personas (algo menos de 306 millones).
“Debemos hacer algo a propósito de la facilidad de acceso a armas de guerra en nuestras calles a personas que no tienen nada que hacer con ellas, ya basta”, dijo el Presidente Obama en un comunicado luego de que un asesino armado de un rifle de asalto militar mató a tres personas e hirió a otras nueve en un centro de planificación familiar en el Estado de Colorado.
Una vez más no se conocen razones para el brutal ataque que no parece dirigido contra alguien en particular. Los centros de planificación familiar brindan servicios ginecológicos: exámenes preventivos, anticonceptivos y también practican interrupciones voluntarias del embarazo por lo que han sido objeto de manifestaciones y ataques de feroces opositores al aborto. De todos modos esa podría haber sido apenas una motivación –por así llamarla- para este último hecho pero no para los cientos de ataques por año que no guardan entre sí ninguna relación clara ni consistente.
Ni siquiera el tradicional día de Acción de Gracias, en el cual la inmensa mayoría de las familias estadounidenses se reúnen a celebrar, pudo evitar una nueva matanza, de esas a las que parece difícil encontrar una explicación sencilla o lineal aunque sin duda hay una estrecha y directa relación entre ellas y el libre acceso de cualquier persona que pueda comprarlas a armas que otorgan una grotesca licencia para matar.
“Esto no es normal. Esto no puede convertirse en algo normal”, clamó Obama quien a lo largo de su gestión intentó, sin el menor éxito, limitar el acceso a las armas, en especial a las de guerra que, increíblemente, siguen al alcance de quien quiera comprarlas.
El poder del gigantesco lobby de los fabricantes de armamento y de la Asociación Nacional del Rifle, ambos de gran influencia en los dos grandes partidos políticos del país –aunque con claro predominio en el republicano- sigue ahogando las reacciones de las víctimas y manteniendo viva la amenaza contra la vida de los estadounidenses, incapaces de prever donde y cuando ocurrirá la próxima masacre.