La gente se lo pidió, reconociendo (al fin) su entrega constante, su actitud de no faltar casi nunca a los compromisos con la camiseta celeste y blanca, su deseo de llevarla a lo más alto, lo que no significa que pueda lograrlo cada vez, aunque sea el mejor de todos.
Messi respondió como lo hacen los grandes, reconociendo que había pensado seriamente en dejar de participar en el equipo, pero ratificando que ama demasiado a su país y esos colores a los que tantas alegrías ha dado. “Amo demasiado a mi país”, comentó, emocionado.
En un contexto donde el fútbol argentino ha tocado fondo, donde la corrupción y la mafia han quedado en evidencia, Leo simplemente dijo que no quiere aumentar el daño brutal que otros causaron al deporte más querido por los argentinos.
Hace escasos días la eliminación en primera ronda en los Juegos Olímpicos fue un duro golpe para un país de enorme tradición e historia futbolera. Los responsables de tanto desorden corrupto, trasladado a los deportistas que pese a todo fueron a competir, privados de un mínimo apoyo y sin organización previa, se escondieron bajo sus escritorios sin dar la cara. La gente entendió que los culpables no eran los jugadores.
Hoy Leo Messi vuelve a hacer lo que siempre hizo, ponerse la camiseta y dar lo mejor de sí, nada menos que eso
Es hora de comprender que no todo pasa por un campeonato, que en la competencia se puede ganar o perder y que lo logrado por Messi en la selección es realmente impresionante.
Los argentinos, cuya pasión por el fútbol no merece una dirigencia de tan bajo calibre, saben a quien agradecerle.
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