EL PAPA DE TODOS
Entrar al Palacio del Vaticano, en una visita de Estado, es una experiencia muy impactante. Llegás en auto por la Plaza del Vaticano, con la bandera argentina flameando en el auto del Presidente, entrás y te está esperando un “piquete” (así le dicen) de la Guardia Suiza Pontificia y los Gentiluomo.
Al bajar nos forman de acuerdo al protocolo y así se inicia una procesión que funciona de la misma manera hace siglos. Cuando vas recorriendo el Palacio esa historia se refleja en cada sala, cada escalera, cada obra de arte. El peso de la trascendencia te abruma.
Llegamos a la antesala y primero entró el Presidente a la Biblioteca para reunirse con el Papa. Luego de un tiempo pasó Juliana y, por último, entramos el resto de la delegación para poder saludar al Santo Padre, intercambiar regalos y hacer las fotos de rigor.
Fue muy lindo poder compartir ese momento no sólo con nuestro equipo sino también con tres gobernadores, dos de los cuales son de otra fuerza política. La actitud de Juan Manuel Urtubey, Rosana Bertone y Alfredo Cornejo muestra el espíritu de la Argentina del cambio y vale reconocerlos por ello.
La emoción que uno vive es tal, que se pierde noción del tiempo y los detalles, estás viviendo un momento histórico. Por primera vez, y posiblemente por única vez, un ex jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y ex arzobispo de Buenos Aires se reencuentran como Papa y como Presidente de los Argentinos.
Al salir empezamos a ver interpretaciones sobre si había durado mucho o poco, si había sonreído más o menos, y ahí uno empieza a pensar lo difícil que somos a veces como país
El Papa Francisco es el hombre más importante que haya surgido de nuestras tierras. No sólo es el primer Papa latinoamericano, sino que se ha transformado en una referencia moral y espiritual mundial, inmensamente querido y admirado por toda la humanidad.
¿Qué nos pasa a los argentinos que tenemos que atacar a aquellos que logran cosas increíbles?
El Papa no es un dirigente político argentino. Tenemos que entender eso. No es ni kirchnerista ni de Cambiemos. No es más amigo de uno o de otro. Es el Papa. Su misión excede ampliamente las divisiones de la política argentina.
Es más, le pidió al Presidente Macri que trabaje para unir a la argentina, preocupado por la división que se ha generado.
Ayer empezó una nueva etapa en la relación del gobierno argentino con el Papa Francisco. Una etapa que surge del consenso de la necesidad de una relación más institucional, menos politizada y de menos manoseo. Una etapa donde los principales acuerdos surgen de implementar en la Argentina los ejes de su mensaje pastoral: la unidad y la paz, la lucha contra las drogas y el narcotráfico y la búsqueda de una sociedad sin exclusión y sin cultura del descarte.
Al final de la visita, cuando nos estaba entregando una medalla de recuerdo (y a Juliana un rosario para Antonia), nos dijo a cada uno, casi en un murmullo: “Recen por mí”.
No sólo recemos por él, cuidemoslo también. Es nuestro Papa, es el Papa de todos.
Por Marcos Peña, jefe de Gabinete de la República Argentina
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