Cuando vamos caminando por el centro de Buenos Aires y cruzamos la plaza Lavalle, no podemos dejar de admirar la silueta del Teatro Colón. Para muchos es un lugar ignoto y lejano. A algunos los habrán llevado de chiquitos y después nunca volvieron. Para otros es el recuerdo de una tarde muy aburrida, mientras para otros la primer visita fue un deslumbramiento mágico que quisieron repetir muchas veces.
Pero muchos se preguntarán, ¿porqué acercarse a la ópera? Hay tanta música que surge del celular, la computadora, la radio, la televisión, porqué complicarse con ese género antiguo, que parece desconectado de nuestra manera de vivir.
Algo debe tener una ópera, cuando pasan los años y se sigue representando, cuando pasa un siglo y medio y sigue adelante. Cuando el final de la Traviata nos emociona como la primera vez.
Si a uno le interesa sumergirse en el apasionante mundo de la ópera, primero hay que prepararse. No solamente leer el argumento, sino también escuchar las partes más importantes de la pieza. Ahora que tenemos todo en la computadora, es bien fácil googlear con subtítulos los momentos, las arias fundamentales de la ópera para poder familiarizarse con ellas. Es similar a lo que ocurre con el fútbol: antes de ver un partido los más apasionados quieren saber cuál es el habilidoso que más problemas les va a dar a sus defensores.
Pero no es sólo el placer estético o el gusto por la música lo que nos acerca a Traviata, La Bohème, o Don Giovanni. Verdi, Puccini, Mozart, han sabido llevar a la escena nuestras emociones. Si alguna vez hemos temblado por la salud de alguien muy querido, cuando escuchamos cantar a Rodolfo, protagonista de La Boheme, “Tengo miedo, Mimí está tan enferma, cada día un poco peor” (Mimì è tanto malata, ogni dì più declina) se nos pianta un lagrimón.
Por otra parte, como con cualquier “cantata”, si entendemos lo que se canta, también comprendemos el sentido de la música. Cuando la japonesita explica que su amado va a volver, que un día el barco blanco fondeará otra vez en Nagasaki, pero que ella no va a correr a su encuentro, para no morir de amor en el primer beso, Butterfly lo canta con toda el alma, casi lo grita con todo su corazón. El que escucha el aria sin tener ni idea, quizá pregunte: “Qué le duele a esa mujer para gritar así?” . Y es claro que para cantar “per non morire al primo incontro” hay que hacerlo con toda el alma.
Y a un abismo de distancia estético – vale la aclaración – tenemos a las hinchadas de fútbol que no pueden contener su corazón y en los puntos más dramáticos cantan también con toda el alma, aunque posiblemente menos afinados.
La ópera es un género artístico un poco antiguo, alejado de la realidad. ¿Sí? Hace poco , mientras esperaba el comienzo de Norma, encontré en el diario una tremenda noticia: una joven, por odio a su ex pareja, degolló a sus dos hijitos y después falló al intentar suicidarse. Había escrito una nota: “Vas a llorar hasta la última gota de sangre de tus hijos”. Entré al teatro pensando: “Norma es un cuento de hadas”.
¿Porqué hacer el esfuerzo de acercarnos a la ópera? Porque la recompensa es grande
La ópera es como el fútbol, infinita. Si le preguntamos a alguien: “¿Otra vez Boca-River? Si lo viste el año pasado”. Con suerte sólo dirán que no entendemos nada. De igual modo, podemos ver cien veces una ópera y siempre será distinta, ya que la escenografía, los cantantes, todo cambia, nunca es igual. Es una pasión que vale la pena porque nos acompaña toda la vida.
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