Las lloronas eran mujeres que luciendo un luto riguroso, se presentaban en los velatorios y ante el féretro de un desconocido la emprendían con un llanto descarnado, constante y que alcanzaba el clímax cuando presas de un ataque de histeria gritaban el nombre del difunto.
Pero al parecer, esta milenaria profesión está en auge nuevamente y en casi todo el mundo.
Según relata un reportaje publicado en ‘The Telegraph‘, por unas 45 libras a la hora (unos 57 euros) uno puede disponer de un compungido plañidero quien por otra parte, se habrá tomado el trabajo de informarse debidamente de la vida del finado por si a alguno de los asistentes quiere intercambiar anécdotas con él.
Es por eso que han empezado a funcionar exitosamente empresas como Rent a Mourner en Inglaterra, que ofrece actores para oficiar de extras en funerales y así amenizar correspondientemente el evento.
Como narra la página web de la compañía, “se nos suele invitar para ayudar a incrementar el número de asistentes a los funerales donde puede haber una afluencia menor a la esperada. Puede tratarse de un problema de popularidad o de ser nuevo en un área o país determinado. Tenemos un número importantes de plañideros para llamar cuando surja la necesidad”.
“Nos inspiramos en realidad en el crecimiento del mercado en China”, dijo Ian Robertson, el fundador de esta empresa.
Según cuenta el sitio redfuneraria.com “Al igual que en el resto de los países, las plañideras tienen una larga historia en Taiwán donde los difuntos necesitan irse de manera ruidosa para pasar de manera más adecuada a otra vida.” Y allí “Liu Jun-Lin, de 30 años, es la llorona más famosa de Taiwán y la contratan cada día para hacerlo en funerales de personas desconocidas junto a su hermano, A Ji, que toca instrumentos tradicionales de cuerda.”
Según declara en el sitio Cracked uno de los actores que practica esta profesión, para ellos es importante conocer en fundidad todos los rituales funerarios de cada una de las religiones, y relata la historia de Owen Vaughan a quien le ha tocado un poco de todo, desde un funeral anglicano tradicional al budista pasando por el judío o el musulmán.
“De lejos, -cuenta Vaughan- mi peor funeral (en el que tuve que fingir ser un oficial de la marina, con uniforme y todo) fue el dirigido por un familiar que no dejaba de venir durante el maldito funeral para decirnos qué hacer” y agrega “Nos susurraba “llora más fuerte” o “gime más alto”, que son cosas que nadie quiere oír en un funeral (ni en otro contexto, si te paras a pensarlo)”.
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