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Llora Argentina: gracias Barrilete Cósmico por tantas alegrías

A los 60 años murió Diego Armando Maradona: la despedida a un hombre que hizo feliz a una sociedad golpeada.

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El Diego se descompensó en la casa de Tigre en la que estaba haciendo reposo tras la operación por un hematoma subdural en la cabeza y, a pesar de los intentos por reanimarlo, falleció por un paro cardiorrespiratorio.

Con Maradona se va una parte del fútbol. Porque fue uno de los mejores exponentes que hubo en la historia. Porque cuando él entraba a una cancha como jugador, como entrenador o en la tribuna, el aire se frenaba y todos dejaban de hacer lo que estaban haciendo para verlo, para aplaudirlo, para alabarlo.

El 10 era el gen argentino. Si bien Nápoles fue su segundo hogar y el Mundo entero lo amaba, Maradona llevó a todos lados el ADN de su país. Hizo que el potrero levante la Copa del Mundo

Maradona elevó el fútbol al cielo y le mostró a todo el planeta la viveza, la magia, la calidad y el amor por el fútbol que se respira en nuestra tierra. El Diego es nuestra camiseta tatuada en la piel. Es emoción. Y es llanto.

 

Repartió sonrisas en tiempos de tristeza

La pelota fue parte de su cuerpo desde que empezó a patear el barro en los potreros de Fiorito. Pero la gloria llegó después: el año 1986 despegó al Diego de los terrenales. Su actuación en el Mundial de México lo puso para siempre por encima de todos. Y no sólo por ganar, porque el fútbol no es sólo resultados: en la capital mexicana Maradona jugó por todos, por sus compañeros y por los hinchas.

En tierra azteca, en cuartos de final, Argentina e Inglaterra se vieron las caras por primera vez después de la Guerra de Malvinas, y él sabía que era mucho más que un partido importante. Sabía que el dolor atragantado por cuatro años no iba a sanar pero iba encontrar revancha y alivio en una cancha que manejábamos mejor el “ejército” inglés. Era mucho más que un resultado deportivo. Y se hizo cargo. Agarró la pelota y la bandera, gambeteó a todos y logró que por primera vez en mucho tiempo Argentina recupere la sonrisa. Y que fundiera, como siempre, llanto y carcajadas de la mano de El Diego.

“No me importa lo que hiciste con tu vida, me importa lo que hiciste con la mía”, reza una frase que hoy, 25 de noviembre, se volvió grito en las redes para decirle chau, hasta siempre

Profeta en Nápoles

Desafíos parecidos, que van más allá del fútbol, le tocaron en tierra italia. En 1984 llegó a la ciudad de Nápoles con una tarea difícil: demostrarle al Norte que el Sur era poderoso. Y lo logró.

Con la pelota en sus pies, le llevó alegría y victoria a los oprimidos y, al opulento norte, más de un dolor de cabeza. Los millonarios de Milán y Turín no pudieron entender nunca cómo un petiso de un lugar recóndito les podría, literalmente, arruinar la vida a puro gol.

En 1990, el destino quiso que el Mundial se juegue allí, en su segunda casa. Y, en semifinales, Argentina enfrentó a Italia en el Estadio San Paolo de Nápoles. Ese 3 de julio, el pueblo napolitano le devolvió todo el cariño: hinchó por él y no por la Selección Italiana. Una clara muestra de lo que sembró El Diego en esa gente.

El adiós

Y un día llegó. Llegó el día que nadie quería. Llegó la primicia que nunca ningún medio quiso tener. Llegó la información que nadie quería dar. Llegó el momento en el que su cuerpo no pudo más, no quiso más medicaciones, operaciones, visitas médicas, intensidades varias. Ese cuerpo milgraso, que parecía tener mil vidas y gambetear cualquier pronóstico médico razonable, se humanizó. Su corazón esta triste, dicen. Y dijo basta.

“Y todo el pueblo cantó, Maradó Maradó”… Lloró, cantó y seguirá cantando, porque El Diego partió, pero queda su huella. Impresa en cada uno de los argentinos, más allá del fútbol. En cada corazón. ¡Chau Pelusa, hasta siempre!

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