La depresión es un problema de salud grave. Afecta nuestra manera de pensar y sentir, no solo a nivel mental sino físicamente. Esto se expresa muchas veces por deseos de alejarnos de nuestros afectos o círculos más cercanos: la familia, los amigos, el trabajo o la escuela. Por si fuera poco, se acompaña de alteraciones en el sueño, ansiedad, pérdida del apetito, falta de interés y hasta deja de importar algo tan básico como el propio aseo.
Se altera, incluso, la capacidad para realizar las tareas más simples, lo que trae como consecuencia problemas en la relación con la familia y los amigos, inclusive sobre la forma en que nos ganamos la vida. La idea de suicidio, especialmente en personas jóvenes, no es infrecuente.
Esta enfermedad afecta a las personas de todo tipo de edad y condición social en todos los países. Como se ve, es algo muy complejo para la persona y para el equipo de profesionales que la tratan. Pero, a pesar de ésto, la depresión se puede prevenir y tratar, lo cual no solo es importante por el tratamiento sino que reduce la estigmatización social que suele acompañar a las personas que la sufren.
Es importante entender que la depresión es mucho más que estar de mal humor, decaído o triste. No tiene que ver con ser un vago o una persona improductiva
Por ello, resulta muy importante diferenciar este problema de salud con otros estados del ánimo que son parte del mismo vivir y que, por otras razones – como campañas de “concientización” o intereses comerciales-, se intenta muchas veces “etiquetar” como enfermedad. En ello la depresión no es ajeno.
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Una investigación realizada en Japón y publicada en 2012 da cuenta de lo ocurrido con la depresión en ese país. Hasta 1990, la actitud de la población era negativa frente a la depresión. En 1999, con la introducción del primer fármaco para su tratamiento (un inhibidor selectivo de la recaptación de Serotonina), la industria farmacológica comenzó con campañas de educación con la idea de lograr aceptación por parte de la población. El resultado fue contundente: la venta de antidepresivos se multiplicó por 6 veces llegando a los casi 87 billones de dólares en 2006. Un dato no menor.
En la actualidad, la industria farmacéutica está multiplicando esfuerzos (y dinero) para poner a girar fuertemente el concepto (y el tratamiento) de la depresión y de otras “patologías”, como el desorden bipolar, otro mercado más que jugoso para ser explotado
Este fenómeno de “crear” o inventar enfermedades para lograr un mayor mercado por parte de la industria u otros sectores tomo el nombre en inglés de “disease mongering”. Sin duda, una mala consecuencia de la medicalización de nuestra sociedad.
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Salud y enfermedad son construcciones sociales y dinámicas que están en íntima relación con el momento histórico y con la propia realidad social y cultural de la comunidad. De allí que días tan importantes como el Día Mundial de Salud deben servir para concientizar y también para ayudarnos a separar la paja del trigo, para poner en claro qué es y qué no es enfermedad. En este caso qué es y qué no es depresión.
La tristeza, por ejemplo, es un estado emocional y básico. Es normal sentirse triste cuando en nuestro camino de vida se cruza una experiencia estresante, desafortunada o dolorosa, como la pérdida de empleo, una ruptura sentimental o la muerte de un ser querido
Cosas de la vida misma, como el miedo, el asco o el rechazo son estados emocionales normales, frecuentes, que en algunos casos pueden desencadenar una depresión, pero no están necesariamente relacionados ni tienen tiene por qué producirse un cuadro más serio. Lo mismo ocurre con el duelo. Si alguien cercano a nosotros muere lo esperable que es estemos tristes. Sería de alarma que no fuera así. Pero una cosa es que ésto ocurra en las primeras semanas y meses posteriores al hecho y, otra, que se perpetúe en el tiempo sin vistas de resolución. En ello va un límite que todas las personas tenemos. Pero ojo: muy distinto es cuando este límite de tiempo busca ser modificado de manera artificial creando “nuevos enfermos”.
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Por eso, este Día Mundial de la Salud dedicado a la depresión debe ayudarnos a comprender este problema de salud que afecta a millones, pero también ayudarnos a entender que la vida tiene momentos y emociones que le son muy propias y que no son enfermedad, y que son la tristeza o el duelo, que existen y existirán siempre aunque no nos gusten. Y aunque no todos así lo entiendan.
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