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Tiene 83 años y todos los días le deja un mensaje a sus vecinos para “inspirarlos”

Hace 40 años vive en el mismo edificio en el barrio de Montserrat pero desde hace unos meses empezó con una particular costumbre.

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Alberto Feiges tiene 83 años y hace 40 que vive en un edificio en Montserrat, donde todos los días le deja un mensaje o una frase inspiradora a sus vecinos en el ascensor. Las frases algunas veces provienen de su memoria y otras de una carpeta que tiene guardada que él las llama “mis investigaciones”.

El ascensor, que podría estar comúnmente repleto de avisos formales o del consorcio, Alberto lo usa para expresar “con franqueza y respetuosamente” mensajes inspiradores para alegrar las mañanas de los habitantes del lugar. Él se piensa a sí mismo como un soñador, romántico y empedernido.

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Alberto cuenta que hace muchos años vive en el mismo edificio, pero que “la cosa de los carteles empezó hace unos meses. Sin embargo, toda la vida fui así: a la gente con la que me conectaba, siempre le dedicaba alguna frase para pensar, meditar, concientizar, estimular”.

“Empecé a notar a la gente muy triste, con un estado de ánimo no positivo. Entonces empecé verbalmente a recitarles alguna poesía, tengo muchas memorizadas, algunas en italiano, un idioma que estudié. Así, me cruzaba con alguien y de repente les salía con un refrán o unos versos”, continúa.

El señor de 83 años, oriundo de Avellaneda, celebra haber “despertado” a sus vecinos, ya que “muchos empezaron a contestarme con algún simbolito alegre o comentario. En uno me escribieron ¨me alegrás las mañanas¨. En otra oportunidad tuve que hacer un paréntesis involuntario, y cuando retomé los mensajes me escribieron ¨gracias por volver¨. Entonces, fue ahí cuando me di cuenta de que me hacía bien a mi. Veía que esa tarea alcanzaba el objetivo que tenía pensado: que le sirviera a alguien”, sigue contando.

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Una de sus vecinas, durante muchas semanas, se encargó de subir a Instagram cada una de las frases de Alberto.

Los mensajes los coloca en el ascensor a la noche, para que los vean todos a la mañana siguiente y son de al menos tres tipos: estimulantes, de amor y de salud, que son un tema que le preocupa mucho.

Cuenta que “mi vocación era ser médico. Pude empezar, pero vengo de una familia muy humilde y era una carrera muy pesada y absorbente. Accidentalmente la vida me llevó al comercio, por la necesidad imperiosa de trabajar, y empecé en la vida comercial”.

Alberto tiene un hijo que está en sus cuarenta años pero no tiene nietos. Es una persona segura y firme de sus ideas y valores, que tiene un gran dominio de sus versos y eso lo ayuda al momento de las conquistas: dice que “la poesía siempre ayuda”. A pesar de eso, vive solo y no tiene novia, “sólo amigas”, según relata.

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“No creo que el estado de ánimo de la gente sea peor ahora que antes. Yo lo vengo notando hace mucho. No es una consecuencia política o económica. Simplemente no encuentro o no encontré sentido del humor. Puedo encontrar uno cada tanto, pero hay una postura de indiferencia, como si a la gente no le vibrara el espíritu. No les vibra el ánimo”, termina analizando Alberto.

¿Quién no quisiera tener un vecino como Alberto?

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