Capaz que vuelvo: el libro que nació con un “largo todo y me voy a navegar”

Hernán Prado narra sus aventuras como velerista-viajero en un libro lleno de contrastes exquisitos, donde nos cuenta cómo es irse de viaje casi sin nada, vivir a todo lujo y volver enriquecido por la experiencia.

Antes de cumplir 30 años, Hernán -mi primo hermano y gran amigo- decidió que la vida estaba para vivirla a pleno. Trabajaba como director creativo en una agencia de publicidad, le iba bien, pero estaba inquieto. No había nada que lo atara a Buenos Aires, donde vivía, no estaba casado, no tenía hijos. Tenía un velero que lo invitaba a soltar amarras y así fue como en una reunión familiar sorprendió con un “largo todo, me voy a navegar”. El destino era incierto… En principio, ir a Uruguay y seguir subiendo hacia el buen clima, hasta encontrar una isla con palmeras.

El viaje termina mal, el libro bien

“Capaz que vuelvo”, así se llama el libro y la dualidad del título no es casual: juega con lo bueno que estuvo y con los riesgos que corrió. Y si de riesgos hablamos el relato empieza por el momento más doloroso, cuando se le rompe el timón a 50 millas de la costa camino a Florianópolis, queda a la deriva y es rescatado por un buque mercante.

No es spoiler: él mismo lo dice en la contratapa. Escribió el libro de atrás para adelante para no arruinar la historia de su viaje con un final tan para abajo. Lo bueno es que a partir de ahí todo va viento en popa, con algún que otro tropiezo, hasta el feliz comienzo.

“Las últimas imágenes que tengo del Shamrock no entrarían en ningún compilado de los que arma Facebook para fin de año”.

“Nadie en su sano juicio le levantaría el pulgar a un velerito golpeando contra el casco de un mercante de 24 mil toneladas. Me asomo por última vez y veo al mástil dándole porrazos al buque, como los nenes que cabecean la pared cuando no les gusta algo”

Una aventura llena de contrastes

Por ser mi primo, tuve la suerte de acompañarlo en las partes lindas de su aventura. Fui testigo de todo el cariño y enorme esfuerzo que le dedicó al Shamrock, un Trotter Pandora de 22 pies, que preparó durante un año. Una vez que estuvo listo, junto con unos pocos amigos lo acompañamos en el cruce del Río de la Plata hacia Colonia. Si bien lo habíamos hecho muchas veces, ese cruce fue especial porque era el principio de su aventura y éramos todo felicidad.

Tiempo después, mi primo tuvo un golpe de suerte y se embarcó en un mega velero. Había que cruzar el Océano Atlántico y necesitaban un par de manos más: largué todo y me sumé. Así fue cómo viví otra parte de su gran aventura. La que fue a todo lujo.

El viaje estuvo lleno de contrastes y el libro lo relata con fragmentos exquisitos, inspiradores. Hernán te cuenta cómo es la aventura a pulmón y cómo es a todo lujo. Te cuenta la vida cotidiana de un aventurero en versión gasolera, que aprende a vivir con una manteca 10 días afuera de la heladera (porque no tiene heladera), y cómo es en un yate con 4 heladeras y un freezer donde la cerveza (que parecía ser infinita) siempre estaba con la temperatura perfecta.

“Abrazo, palmada y beso, S/Y Aphrodite. Y muchas gracias por todo. Nos vemos en fotos. Va a ser difícil no extrañarte, sos un gran velero. Cómodo, rápido, imponente desde tus 92 pies de eslora. Acá entran 6 ó 7 Shamrocks. Y te sobra lugar para un Hummer. Voy a echar de menos tus cinco heladeras, el WiFi a bordo, jacuzzi en el baño, frigobar en cubierta, un compresor para cargar tubos de buceo”, le escribe. Y continúa:

“Son muchas las diferencias con el velero que me espera al otro lado del océano. La principal es que éste no es mío. Es hermoso navegarlo mientras dura, pero, cuando se acaba, sabés que volvés a un mundo donde sos el dueño de tus propios viajes.”

Entre soles y tormentas

No es el libro de alguien que quiere quedar bien parado porque Hernán no hace las cosas a medias. En su libro van a ver que no dejó nada afuera. Sin ser escritor entendió que la generosidad es clave y que exponerse era la única vía.

Leyendo van a lagrimear, a reír, a querer irse de viaje y de fiesta, como cuando van a un bar en St Marteen

“La ducha es un elemento sorpresa. No es que un hombre-ducha te da la bienvenida desde la puerta de entrada. O que el logo del Soggy Dollar Bar es una ducha de ojos saltones. Todos fuimos al bar por primera vez alguna noche. Entramos, tomamos algo, hicimos amigos, y cuando estábamos en el mejor momento, alguien dejó caer sobre nuestras cabezas una ducha de agua fresca. Al principio no entendemos lo que está pasando. Estamos bajo techo, de dónde carajo salen todas estas gotas. Pero después miramos a nuestro alrededor y vemos que la mayoría no se pregunta por qué se está mojando. Todo lo contrario. Los hijos de puta lo estaban esperando. La noche de mi debut me puse a chapotear sin terminar de creer lo que estaba viviendo. Hasta que una vocecita dentro mío me dijo: ¿Vos no habías traído la cámara?.”

Y lo más lindo, como todo viaje, es que verán algunos detalles que rodean sus vidas con otros ojos. Sobre todo a los bancos, que para mi siempre fueron para sentarse hasta que mi primo sentenció: los bancos son para mirar. Y como no anda a medias por la vida hizo una canción que hasta viene con video clip.

Apenas tomó la decisión de viajar empezó un blog que yo seguía con ansias, porque ahí descubrí que, además de tener la más lógica de las locuras, mi primo escribe muy bien y te hace reir.

Claro que no soy objetivo, es mi primo y lo quiero mucho, pero si trato de ser objetivo, si me separo del afecto, es la historia de alguien que tuvo un sueño y lo persiguió hasta la última milla de cordura

Al momento de terminar esta nota Hernán recibió una muy buena noticia. Su libro va a ir por una segunda edición y se distribuirá en librerías de todo Argentina (Yenny, Ateneo y Cúspide). Si les interesa, pueden buscar online su libro Capaz que vuelvo.