Más de cinco mil agentes que reportan en la ex SIDE, las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad, cuya principal tarea es vigilar a los ciudadanos, recoger información sobre ellos, procesarla y archivarla en bases de datos que luego pueden ser consultadas por funcionarios de todo el país son sólo la punta más visible del complejo aparato de espionaje del Gobierno sobre los argentinos.
Tal como muestra el periodista Claudio Savoia en su libro “Espiados”, oficinas estatales creadas con otros fines, como la AFIP, la Inspección General de Justicia o la Unidad de Investigación Financiera funcionan ahora como agencias de espionaje que cada vez reúnen más información personal, familiar, patrimonial y económica de los argentinos.
Cómo operan los infiltrados en las organizaciones sociales o los clubes de barrio, y qué hacen los policías entrenados para espiar a los vecinos sobre los que el Gobierno desea tener más información. Las escuchas telefónicas ilegales, los drones, las cámaras callejeras, los archivos de la tarjeta SUBE y el inquietante registro de datos biométricos que desde el ministerio de Seguridad silenciosamente perfecciona la identificación y el seguimiento de todos los habitantes del país cierran el círculo de la vigilancia K, sin que el Congreso o la justicia siquiera intenten controlarla.
Espiados cuenta en detalle, con información rigurosa, cómo es la lucha por la información clandestina. Leerlo es un viaje al fin de la inocencia.
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