De un Porsche 993 accidentado y una Volkswagen T1 sin propulsor surge esta locura sin precedentes que solo puede pergeñar una mente genial como la de del suizo Fred Bernhard. Aficionado a Porsche desde su juventud y orgulloso propietario de un 964, después de seis años de trabajo y una fuerte inversión ha convertido esta furgoneta hippie en una infernal máquina para correr a altas velocidades.
A partir de esta idea suya, el aspecto realmente angelical de esta Volkswagen “Bulli” del año 1962, podría engañarnos por la apariencia ya que se ha convertido realmente en un lobo con piel de cordero que esconde en su pacífica estructura un propulsor turbo de más de 500 CV.
Para la fabricación de esta fantástica máquina Bernhard empleó el chasis de una Volkswagen Transporter T1 y luego consiguió albergar en su interior el motor biturbo de un Porsche 993. De él adaptó su motor de seis cilindros refrigerado para conseguir una auténtica furgoneta atómica que, ahora, es capaz de volar a 230 km/h.
La carrocería de la T1 no encajaba sobre el chasis de la T3, por lo que tuvo que ser ensanchada de manera artesanal.
El motor va acoplado a la caja de cambios manual de seis relaciones de un Porsche 996 GT3, al igual que a su diferencial autoblocante mecánico. La potencia pasa al suelo mediante slicks de competición. Al modelo lo equipó con llantas BBS de 18 pulgadas y logró llevar el conjunto a un peso de 1.500 kg , lo que fue posible gracias a un aligerado en profundidad, y un techo artesanal de fibra de carbono.
Tras instalar el motor en la parte trasera de la furgoneta se instaló la admisión del motor, muy discretamente camuflada en el lateral de la carrocería.
Aunque la suspensión ha sido desarrollada originalmente por Bilstein y Eibach, ha debido ser adaptada artesanalmente al Race Taxi, el nombre final de esta hermosura.
Esta máquina endemoniada ya se ha enfrentado a un Porsche 911 GT3 en Spa y es habitual verla desfilar por eventos del Grupo Volkswagen.