A 51 años de la siniestra noche de los bastones largos

El 29 de julio de 1966 se inició un proceso de destrucción del pensamiento, la cultura y la ciencia de graves consecuencias para la Argentina

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Hay símbolos que necesitamos mantener en la memoria, que son esenciales para valorar cada día el Estado de Derecho democrático como única forma de convivencia civilizada en base a la cual todos puedan acceder a sus derechos.

El 29 de julio de 1966 la dictadura encabezada por Onganía, la que se autodenominaba “revolución argentina” y había violado el orden constitucional expulsando al Presidente Illia y cerrando el Congreso, ingresó brutalmente en la Universidad de Buenos Aires.

Cientos de profesores y alumnos que resistían la intervención dictatorial de la UBA fueron golpeados por aquellos bastones dispuestos a destruir el que entonces era un baluarte de la cultura, la ciencia y la investigación con prestigio internacional y basado en un funcionamiento autónomo y democrático.

Los golpes de aquella noche parecen insignificantes si se los compara con los horrores de la dictadura genocida instaurada diez años más tarde en la Argentina. Sin embargo debieron haber servido de advertencia sobre las nefastas consecuencias del avasallamiento de las instituciones y la negativa de los derechos de cada persona.

La noche de los bastones largos fue mucho más que un caso de barbarie policial desquiciada

A partir de aquella triste noche comenzó un proceso de destrucción sistemática de una Universidad que reunía entonces altas expresiones de excelencia docente y científica en un marco democrático inspirado en los principios de la Reforma Universitaria de 1918.

Centenares de docentes e investigadores fueron despedidos u obligados a renunciar a sus cátedras. Muchos de ellos, calificados científicos y profesores, decidieron emigrar y seguir sus carreras en algunas de las mejores universidades del mundo, que acogieron gustosas su valiosa colaboración. Se desmantelaron proyectos de avanzada y se perdieron largos años de trabajo en el campo de la ciencia.

Los bastones fueron -y deben seguir siendo- la imagen del oscurantismo, del retroceso que el país padeció, por muchas décadas, en materia de desarrollo científico y tecnológico

 

La salida de los estudiantes y docentes detenidos en la Facultad de Ciencias Exactas, por entonces ubicada en la Manzana de las Luces, sobre la calle Perú, es la imagen más nítida de aquel momento trágico.

Una doble fila de agentes policiales golpeó con toda su saña cobarde a los que salían del edificio ya apresados y con las manos en la cabeza.

Las pocas fotos de época que volvemos a rememorar nos trasladan a aquellos años en los que el miedo iba de la mano con la bronca y la impotencia. No imaginábamos aún cuanta oscuridad deberíamos transitar en los que estaban por venir

Más de medio siglo después, el aniversario de aquel ataque a la Universidad, a la cultura, al pensamiento debe llamarnos nuevamente a la reflexión y convocarnos a asumir que, más allá de todas sus falencias, las instituciones democráticas son nuestras, de todos y cada uno de los ciudadanos.

Porque no conocemos otro modo de convivir mejor y porque no podemos olvidar las consecuencias que derivan de vivir sin ellas.

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