Cuesta creer que hayan pasado 24 años desde el horrendo atentado a la Amia, desde ese terrible 18 de julio de 1994 en que la locura criminal del terrorismo asesinó a 85 personas, hirió a 300 y dejó una profunda huella en el alma de la Argentina.
Muchos recordamos el estallido que resonó en buena parte de la ciudad, las imágenes que siguen lastimando, los cientos de miles de personas que marcharon con lágrimas al Congreso uniéndose, por encima de toda bandería y origen, en el repudio a la barbarie sin límites.
Hay otra faceta de esos crímenes que nos duele, un dolor que en lugar de disminuir crece con el tiempo: la impunidad de sus autores y la patética sucesión de delitos cometidos en torno a la investigación del atentado
En 2004, diez años después, la Justicia absolvió a los acusados en la primera causa penal (“Amia 1”) y mandó investigar investigar por encubrimiento a diversos funcionarios, entre ellos nada menos que el juez de la causa, Juan José Galeano, dos fiscales, el ex Ministro Carlos Corach y el ex jefe de la entonces SIDE, Hugo Anzorreguy.
Recién en 2015 se inició la llamada causa “Amia 2” donde se juzga al ex Presidente Carlos Menem y a otras doce personas, entre ellos los antes mencionados, proceso que se encuentra en trámite.
En otras palabras y pasados 24 años, la Argentina no sólo fue incapaz de juzgar y condenar a los autores materiales e intelectuales del más brutal atentado terrorista de su historia sino que tiene pendiente el juzgamiento de quienes aquí lo encubrieron, incluyendo nada menos que a un ex presidente, hoy sentado en su banca de senador nacional
La Amia es un símbolo del nivel de horror al que pueden llegar los seres humanos, de las consecuencias irreversibles que ello causa a las víctimas, sus familias, sus amigos y, en otra medida, claro, a la sociedad toda.
También representa la capacidad de afrontar situaciones desesperadas y salir adelante, como lo han hecho tantas de las víctimas, y la solidaridad que nos convoca en momentos tan críticos, tan inmensamente dolorosos.
En paralelo, los lamentables resultados -o, mejor, la total falta de ellos- de las investigaciones judiciales, sumados a la cadena de encubrimientos y violaciones legales por parte de muchos de sus principales responsables, vuelven a alertarnos, por enésima vez, sobre uno de los más graves problemas de la sociedad argentina. Aquel que resumía en 2005, once años después del atentado y hace ya 13, uno de los lúcidos pensadores argentinos, Carlos Nino, al titular una de sus obras: “Un país al margen de la Ley”.