Más de 20 ciudades argentinas superando en el mismo día los 40º de calor. Grandes extensiones del hemisferio norte soportando temperaturas superiores a 20º bajo cero.
Millones de personas que se quedan sin energía y comprenden de pronto a qué punto dependemos de ella para sobrevivir.
“La luz”, cómo la llamamos en esa curiosa metáfora involuntaria que nos remonta al comienzo de la electricidad, “se corta” o vivimos pendientes de quedarnos sin ella por días o semanas.
Leé también: El plástico no pertenece al océano: una muestra en Retiro para concientizar
Los récords de fenómenos climáticos extremos, máximas y mínimas, tornados, huracanes, tsunamis, lluvias que se ensañan con determinadas zonas para ser sucedidas por sequías demoledoras, cambios abruptos e imprevisibles, son datos concretos que coinciden con la experiencia personal de la gran mayoría de las personas en todo el mundo.
Los pronósticos del tiempo se han convertido en una tarea de alto riesgo. Los brujos y hechiceros de la antigüedad pueden reclamar ser reivindicados si se comparan sus predicciones con los porcentajes de acierto de los servicios meteorológicos
Los científicos no tienen divergencias. Hace décadas que existe consenso entre ellos respecto de la magnitud del problema y de su origen: el calentamiento global cuyo factor decisivo es la emisión de gases de efecto invernadero producido por la enorme expansión de la actividad humana, en particular desde la segunda mitad del siglo XX.
Leé también: Cambio climático y desastres naturales en cifras que impresionan
Más aún, una docena de años atrás, en 2006, el Gobierno británico encargó a una comisión de expertos encabezada por Sir Nicholas Stern, quien fuera Economista Jefe del Banco Mundial y principal asesor económico de ese Gobierno, un análisis de las consecuencias económicas del cambio climático.
Las conclusiones del Informe Stern se resumen en una idea sencilla: para mitigar los efectos del calentamiento global había que invertir el 1% del producto bruto mundial y no hacerlo implicaba afrontar pérdidas económicas equivalentes… al 20% del mismo producto
Leé también: Lugares de ensueño arruinados por el calentamiento global
Tal como lo anunciaron los científicos agrupados en el Panel del Cambio Climático (IPCC) de la ONU y como lo puntualizan las conclusiones de Stern, la multiplicación de las catástrofes derivadas de los brutales cambios en el clima está produciendo daños inmensos, cada vez mayores, de vidas, de proyectos de vida y de bienes.
Los fenómenos meteorológicos destrozan en fracciones de tiempo brevísimas lo generado mediante años de duro trabajo por millones y millones de seres humanos
La pregunta obvia es por qué no enfrentamos semejante amenaza, por qué habiendo sido capaces de generar avances científicos y tecnológicos asombrosos –buena parte de los cuales han sido determinantes en la huella ecológica que a su vez causa en gran medida el cambio del clima- no lo somos para hacer frente al mayor problema que afecta a la vida en la Tierra.
Sabemos que la respuesta no es única, sencilla ni lineal pero es cada día más urgente asumir la magnitud del riesgo y exigir a nuestros dirigentes que lo encaren como la prioridad global que sin duda es.
Parece increíble, en el contexto brevemente descripto, que sigan existiendo “negacionistas” del cambio climático. Mucho más difícil de creer es que algunos de ellos ocupen altos cargos de poder y, desde ellos, obstruyan las indispensables acciones que deben desarrollarse para reducir sus efectos.
La dimensión de las tragedias crecientes que ya comenzamos a vivir y, según las conclusiones científicas que nadie discute seriamente, se multiplicarán en los años por venir, obligan a quienes tienen la responsabilidad dirigente a actuar con seriedad y urgencia.
Quizás puedan ser útiles un par de ventajas importantes para ello.
La primera es que el común de la gente tiene claro que se trata de un problema gravísimo y que la acción humana ha sido decisiva para provocarlo.
La segunda es que, como bien lo estableció el Informe Stern, enfrentarlo es “negocio”, probablemente el mejor negocio que la humanidad pueda hacer en el siglo XXI.
- Alejandro Drucaroff Aguiar es abogado, especialista en ética pública. Escribe columnas en Derecho & Revés, en Buena Vibra y en otro medios.