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El Juez Sergio Moro en la Argentina: un soplo de aire fresco contra la corrupción

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La visita del Juez Sergio Moro a la Argentina es un hecho por demás destacable que invita a reflexionar profundamente sobre uno de los fenómenos mundiales más graves y dañosos para las sociedades modernas y para la sociedad argentina en particular. Hablamos por supuesto de la corrupción.

El magistrado brasilero, como se sabe, protagonizó en menos de tres años un impresionante accionar de la Justicia de su país que puso en evidencia un muy organizado sistema de corrupción basado en las contrataciones de Petrobras, la mayor empresa de Brasil y una de las mayores del continente.

Una organización criminal integrada por funcionarios públicos, dirigentes políticos y grandes empresarios privados fijaba (es decir, aumentaba) los precios de esas contrataciones y derivaba enormes sumas (miles de millones de dólares) que financiaban las actividades de los partidos políticos y, naturalmente, derivaban en buena medida hacia los bolsillos de los funcionarios y dirigentes corruptos.

Más de un centenar de los protagonistas del ya célebre “lava jato” ya fueron condenados a partir de las causas tramitadas ante Moro que desnudaron ese esquema de brutal apropiación de dineros públicos y profunda alteración del sistema democrático.

Entre los condenados se encuentran algunos de los más altos personajes del mundo empresario y político brasilero, algo que nadie podía imaginar pocos años antes.

Metodologías semejantes, centradas en su mayoría en la obra pública, se extienden por toda América Latina en una magnitud por demás significativa. La Argentina es un ejemplo candente, doloroso y actual y es notable el contraste entre la celeridad y eficacia de la operación “lava jato” y los interminables procesos argentinos que duran más de 14 años en promedio

La corrupción es, como dijimos antes, un mal global e histórico pero su dimensión en nuestros días no sólo es muy preocupante sino que produce dos efectos especialmente nefastos: priva a los Estados de recursos esenciales para atender las necesidades de sus ciudadanos y, a la vez, distorsiona y desprestigia fuertemente al Estado de Derecho democrático.

Vale profundizar brevemente: la distorsión resulta del manejo de parte de las grandes sumas robadas para “hacer política”; los corruptos corren con gran ventaja sobre quienes no lo son y alteran, con la propaganda efectuada con ese dinero, la voluntad popular orientándola en su favor. El desprestigio surge del conocimiento de la corrupción que genera en el ciudadano común bronca, hastío y abre las puertas a posturas extremas, que ignoran o niegan los valores esenciales de la democracia como sistema.

El mensaje de Sergio Moro, que tuvimos la suerte de escuchar, fue contundente y claro. Vale la pena resaltar algunos de sus aspectos:

El Juez elude por completo cualquier protagonismo personal. Descree de los “salvadores de la patria” y reivindica en todo momento una tarea de equipo entre los fiscales, la policía y la Justicia, independiente de todo poder político o económico

Es algo especialmente destacable en una figura que tiene un altísimo prestigio en su país e incluso figura como amplio favorito si se presentase como candidato presidencial.

Moro rechaza con énfasis esa posibilidad, dice que sólo le interesa hacer bien su trabajo de magistrado y no responde preguntas sobre su vida personal por considerar que no es un tema de interés público. Una y otra vez niega ser una “celebridad”.

* Resalta la necesidad de que todos seamos iguales ante la Ley, en particular que no haya impunidad para los poderosos, cualquiera sea su origen.

* Defiende el principio de inocencia, la necesidad de que el Juez resuelva exclusivamente en base a las pruebas reunidas y al derecho aplicable. En paralelo destaca que las investigaciones deben ir a fondo y apuntar a los principales responsables, utilizando para eso herramientas como la delación premiada (lo que en la Argentina se llama “arrepentido”) para desarticular las complicidades mafiosas.

* Hace notar lo difícil de la tarea de enfrentar a la corrupción. La gran mayoría de esos crímenes no se descubren y muchos son difíciles de probar, aún descubiertos. Pese a eso, dice el Juez, el único camino posible es el de la Ley, el de investigar y juzgar con todo el rigor a la vez que con pleno respeto por los derechos de los imputados.

* Le atribuye mucha importancia a la opinión pública como factor que ayuda a la Justicia a evitar las presiones que ejercen las personas poderosas. Sin embargo subraya que se debe juzgar exclusivamente según las pruebas de cada caso y dejando de lado por completo –en ese aspecto- lo que opine la sociedad.

* Conocedor en profundidad de antecedentes como el “mani pulite” italiano, sabe que estos procesos de limpieza institucional de la corrupción tienen enemigos muy fuertes y suelen ser difíciles de sostener en el tiempo. Por eso considera tan importante el rol del conjunto de la sociedad y de sus organizaciones.

Sergio Moro tiene 44 años de edad y es Juez por concurso público desde los 26. Es un muy interesante y valioso ejemplo de lo que puede lograr una sociedad con magistrados comprometidos exclusivamente con la Ley y las instituciones democráticas.

Sólo puede aspirarse a cambiar de raíz un sistema corrupto con un fuerte apoyo social que deje de lado las cuestiones partidarias, la justificación de los actos de quienes nos resultan más cercanos a nuestras ideas o la lamentable y peligrosa idea de que “todos son corruptos”

Necesitamos asumir, como regla básica compartida más allá de nuestras lógicas y necesarias diferencias, que la corrupción no tiene signo ideológico, no es “de izquierda” ni “de derecha” y es preciso combatirla en defensa de los derechos de todos y del menos malo de los sistemas de gobierno que conocemos.

Si lo logramos será más sencillo encontrar jueces como el que nos acaba de visitar y, algún día, enorgullecernos por la tarea que realizan.

 

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