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Una de cada tres mujeres sufre violencia física y sexual

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Acaba de conocerse el informe de la ONU sobre la situación de las mujeres en el mundo y sus conclusiones alumbran la dimensión de uno de los mayores problemas sociales que afronta la humanidad. Resaltemos algunos datos que deberían conmovernos:

  • Más de un tercio de las mujeres del planeta sufrió violencia física y sexual.
  • Casi las dos terceras partes de los adultos analfabetos del mundo son mujeres.
  • Sólo el 50% de las mujeres en edad de trabajar integran la fuerza laboral, en comparación con el 70% de los hombres. Las mujeres siguen concentradas en trabajos mal remunerados e incluso por la misma tarea ganan menos que los hombres. Además, dedican un promedio de tres horas más al día a tareas domésticas y al cuidado de familiares en los países en desarrollo y dos horas más al día en los países desarrollados.
  • En paralelo, pese a los avances de los últimos años, es notoria la desigualdad en las posiciones de liderazgo, ocupadas a todos los niveles –políticos, empresariales, cargos dirigenciales de cualquier índole- en proporción notablemente mayor por los hombres.

La persistencia del machismo -ese rasgo primitivo, absurdo, despreciable- sigue siendo la clave que permite a muchos hombres sentirse “con derecho” a la violencia sobre la mujer

¿Por qué hablamos de uno de los mayores problemas de la humanidad? Porque la discriminación de la mujer afecta a la mitad de los seres humanos. Porque se registra en todos los estratos sociales, en todas las razas y en todas las religiones. Porque, aunque han habido avances, las mujeres siguen siendo abusadas, disminuidas y postergadas sin motivo válido alguno. Porque se trata de una situación que, a esta altura de la civilización, es por completo ilegal: las normas de cada país y los tratados internacionales consagran una igualdad que nadie puede hoy cuestionar ni discutir en forma abierta pero, a pesar de eso, no se aplica en la práctica.

Que una de cada tres mujeres del planeta sufra violencia física y sexual debería horrorizarnos y comprometernos a terminar con una privación de derechos grosera y vil.
En la Argentina, Uruguay y Chile, millones de personas marcaron el camino a seguir en la extraordinaria marcha Ni Una Menos realizada en junio de este año. Sin embargo, desde entonces cada día seguimos sufriendo por muertes, lesiones y agravios causados a mujeres en razón de su género.

Las medidas preventivas de los Estados son fundamentales pero la toma de conciencia real y profunda de hombres y mujeres lo es aún más. Necesitamos comprometernos con un problema que nos afecta irremediablemente a todos.

La persistencia del machismo, ese rasgo primitivo, absurdo, despreciable, sigue siendo la clave que permite a muchos –demasiados- hombres sentirse “con derecho” a la violencia sobre la mujer, y es también el que “justifica” su postergación o sometimiento.

Enfrentarlo y derrotarlo es uno de nuestros grandes desafíos. Cada día.

 

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