Dos años estuvo presa Belén por un delito que no cometió.
La joven de 27 años que hoy fue absuelta por la Corte Suprema de Justicia de Tucumán estaba acusada de haber cometido un aborto que, según demuestra hoy el fallo del más alto tribunal de la Provincia norteña, fue espontáneo e involuntario.
Había sido condenada antes a ocho años de prisión y, a pesar de haber apelado esa sentencia, hoy revocada, debió esperar detenida dos años antes de que la misma Corte que la absuelve resolviera que estaba presa en forma irregular. Es que claramente –dijo la Corte- no había riesgo alguno de que esperase el fallo definitivo en libertad.
En otras palabras, nunca debió estar presa
Ni el sistema de salud ni la Justicia ayudaron a la joven, enfrentada a la dramática situación de perder un embarazo de 20 semanas que, según sus dichos, desconocía. La defensa de Belén tampoco fue la adecuada, según lo dice la Corte en su decisión.
Es razonable pensar que su situación económica y social, la falta de recursos para atender debidamente su salud y su defensa en juicio hayan sido determinantes para sus padecimientos
También es lógico concluir que la notoriedad pública del caso haya sido la mejor ayuda para que, finalmente, se hiciera justicia. El reclamo social por su libertad fue notable a nivel nacional e internacional y la “Mesa para la Libertad de Belén” que lo organizó contó con la participación de 40 organizaciones de muy distintos orígenes y más de 120.000 firmas recogidas en su apoyo por Amnistía Internacional.
Nadie podrá devolverle los años de vida perdidos. No será fácil para ella superar el maltrato recibido por parte de quienes deberían asegurarle el derecho a la salud y al goce pleno de sus derechos
Sin embargo, en paralelo, podrá sentir hoy que la solidaridad y el compromiso de miles de personas la ayudó a evitar una larga condena y a obtener una sentencia justa.
El caso de Belén no se refiere directamente al aborto como delito pues lo que se estableció en el fallo es que la acusada no tuvo intención alguna de abortar.
No obstante pone de manifiesto, una vez más, la brutal desigualdad en la que se encuentran, ante situaciones de embarazo, millones de niñas y jóvenes de las amplias -demasiado amplias- capas sociales más pobres y carenciadas de nuestra sociedad.
Ellas no sólo pueden ignorar su embarazo –algo totalmente creíble por razones culturales y por la falta casi total de una atención médica mínimamente adecuada- sino que son víctimas fáciles de la indiferencia e hipocresía de un sistema que comienza por no garantizarle los derechos básicos que le corresponden y concluye negándole una defensa jurídica seria y eficiente.
Más allá del debate que la sociedad se debe sobre la compleja temática del aborto, la triste experiencia de Belén –cuyo final arroja una luz de esperanza- nos plantea, una vez más, la necesidad urgente de atender las necesidades básicas de tantos seres desamparados.