Un fundado artículo que acaba de publicar la BBC pone de manifiesto las inmensas cantidades de dinero de fuente ilegal que generan las actividades criminales más importantes del mundo.
La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima las ganancias anuales del crimen organizado en más de US$ 2 billones. Para dar una medida de su magnitud digamos que equivale a un 3,6% del PBI de todo el planeta o a cuatro veces el PBI de la Argentina.
El artículo menciona el narcotráfico como la principal fuente de ganancias del crimen. Creemos sin embargo que se omite destacar en él –y todo indica que no se computaron sus resultados económicos- dos actividades delictivas que no sólo proporcionan enormes recursos a quienes las protagonizan sino que ocasionan gravísimas consecuencias, afectando la vigencia efectiva de los derechos de las personas y las instituciones de cada uno de los países. Hablamos de la evasión y la corrupción.
La evasión se estima, a nivel planetario, en 3 BILLONES DE DÓLARES ANUALES
Es un delito particularmente nefasto y dañoso que priva a la sociedad de recursos necesarios para que los Estados cumplan sus obligaciones para con sus ciudadanos, asegurándoles el goce real de sus derechos y el piso mínimo de vida digna que las constituciones, los tratados internacionales y las leyes, les garantizan en su letra.
Asimismo, la evasión deteriora gravemente el tejido social, multiplica la desigualdad y beneficia al pequeño grupo que acapara porciones enormes de la riqueza y el poder.
Recordemos que el 1% de la población mundial, que es quien más puede evadir, ACAPARA YA EL 50% DE LA RIQUEZA
Es obvio que las chances de evasión del resto de la sociedad son mínimas en comparación con ese grupo privilegiado, en especial las del 50% más pobre que apenas reúne el 1% de la riqueza.
En cuanto a la corrupción, ya hace más de diez años el Banco Mundial la estimaba en un billón de dólares al año
Ciertamente hay fundadas razones para suponer que ha crecido en ese lapso de modo exponencial.
Los gravísimos fenómenos criminales a los que nos referimos son universales y sus gigantescas ganancias necesitan insertarse en la economía formal para que quienes las usufructúan –vale la pena resaltarlo, los mayores delincuentes del planeta- puedan disfrutarlas. De eso se trata el lavado de dinero.
El dinero proveniente del delito organizado circula con suma facilidad a través de un sistema extraterritorial y a la luz del día: los llamados paraísos fiscales.
En estos pequeños territorios, la gran mayoría de los cuales está bajo jurisdicción de las principales potencias del mundo, se brindan formas “legales” que protegen el ocultamiento de los dueños de tales fondos mediante una intrincada red de sociedades que se torna inaccesible para los limitados poderes de los Estados Nacionales.
Allí conviven en paz y armonía los grandes evasores, los dirigentes políticos y poderes económicos corruptos, los narcotraficantes, quienes trafican armas, personas, órganos y hasta vida salvaje.
Estos breves párrafos resumen información pública, al alcance de cualquiera que desee conocerla. Quienes tienen la responsabilidad de conducir los distintos países –en especial los de mayor dimensión económica y política- sin duda la conocen.
La conclusión es clara y evidente: si se terminase con los paraísos fiscales, si se lograse transparencia en las transacciones a nivel global, se destruiría el circuito financiero de esas grandes actividades criminales, reduciendo muy velozmente su importancia y su tamaño.
Tan simple y sencillo es el análisis que la pregunta –sin respuesta- surge con naturalidad: hay algún motivo válido para no emprender ese camino? La dirigencia de cada país debe responderla y actuar con la urgencia que la situación demanda.
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