La consigna no puede ser más sencilla, más clara, más sensata: Parlem-Hablemos.
En catalán, en español en cada uno de los idiomas que expresan ese inmenso atributo del ser humano, la posibilidad de comunicarse como ningún otro ser vivo, el diálogo es la clave, el punto de partida de cualquier encuentro
Escuchar al otro, que el otro nos escuche son condiciones para la convivencia civilizada, son requisitos indispensables para resolver los conflictos en Paz. Paz con mayúscula, porque sin ella caemos en la más cruda de las brutalidades, en los más siniestros padecimientos
Sin embargo hoy son necesarios a un grado tal que el sencillo verbo del habla, conjugado en primera persona del plural, se convierte en un profundo y emotivo llamado al sentido común, el que hace tiempo definimos, con dolor, como el menos común de los sentidos.
Conjugar la convocatoria al diálogo, en ese modo plural que extrañamos en el actual mundo globalizado y líquido, donde parece haber triunfado el individualismo extremo, es casi una propuesta revolucionaria
Es promover la reflexión colectiva, sacarnos de grietas absurdas a las que nos remiten dirigencias enceguecidas en su lucha -despiadada y desaforada- por el poder.
Miles y miles de personas han salido a las calles para encontrarse, vestidos de blanco y esgrimiendo esa única bandera, el diálogo, ante los ayuntamientos de muchas de las ciudades españolas.
Barcelona, Madrid, Bilbao, Zaragoza, Huelva y Valladolid son algunas de las grandes urbes donde se reclamó que los dirigentes del gobierno central de España y el govern de la Generalitat de Catalunya se sienten a conversar, se comprometan a encontrar caminos pacíficos de solución de las controversias
El conflicto catalán tiene una larga y compleja historia imposible de abordar en una breve columna de opinión.
El marco legal no puede ni debe dejarse de lado pero a la vez la Ley es un concepto dinámico, en constante evolución, que expresa -o al menos debe expresar- democráticamente el modo en que la sociedad evoluciona.
La voluntad de millones de personas tampoco puede soslayarse. La expresión y la participación popular en la vida política son componentes básicos de la democracia aunque, al mismo tiempo, es preciso considerar la voluntad de quienes no participan tan activamente pero tienen tanto derecho a decidir como los que eligen expresarse en las calles.
Las neurociencias vienen demostrando que un muy elevado porcentaje de nuestras decisiones se asienta en lo emocional y es en cambio reducida la incidencia de la racionalidad.
Podemos vincular esa idea con la incertidumbre que hoy vive el planeta bajo la gravísima amenaza del cambio climático generado por la actividad humana y que cada día queda menos tiempo para afrontar. También con los grandes conflictos violentos actuales o potenciales, con la situación de miles de millones de personas que carecen de derechos (escritos en la letra de nuestras leyes como) elementales y con dirigencias desprestigiadas ante la sociedad que sólo atinan a aprovecharse de aquella emocionalidad para sus fines personales o grupales.
“Parlem-Hablemos” no plantea pretensiones de poder ni soluciones mágicas. Por el contrario, convoca a salir de la patética y dañina lógica del facilismo, del “amigo-enemigo”, “bueno-malo”, de la peor versión del nacionalismo en la que “patria”, para unos o para otros, se convierte en el recurso para identificar “enemigos de la patria”
En su página de facebook y en otras redes sociales se difunden bellas frases de grandes escritores -como Miguel Hernández, Francisco de Quevedo y Gustavo Adolfo Bécquer- que recalcan el valor del diálogo, reemplazando el verbo español “hablar” por el catalán “parlar”.
Como dijo el Mahatma Gandhi “No hay caminos para la paz; la paz es el camino”
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