La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la pobreza como la enfermedad más mortal en las ciudades. Cuando hablamos de pobres, nos referimos a una condición socioeconómica que nuclea a más de 1.000 millones de personas de todas las edades y todo el mundo, de las cuales el 70% son mujeres, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para las Mujeres.
“No puede haber política sanitaria sin política social” (Dr. Ramon Carrillo)
En los países de bajos ingresos, menos de una cuarta parte de la población llega a los 70 años, y más de una tercera parte de todos los fallecimientos se produce entre los menores de 14 años, de acuerdo con la OMS.
Más de la mitad de la población mundial vive en núcleos urbanos por primera vez en la historia y los niños más pobres de las zonas urbanas tienen el doble de posibilidades de morir antes de cumplir los 5 años que los niños más ricos, según un informe de la organización no gubernamental Save the Children.
Las enfermedades infecciosas -como las pulmonares, diarreicas, el VIH/Sida, la tuberculosis y el paludismo- son las que se cobran más vidas en las naciones más pobres. Además, las complicaciones del embarazo y el parto juntas, son aún una de las principales causas de defunción, ya que acaban con la vida de madres y lactantes.
En los países de bajos ingresos las enfermedades que generan más muertes, según datos de la OMS, son:
Muchas enfermedades se encuentran relacionadas con la desnutrición y la falta de acceso a la atención médica
En contraste, las enfermedades por las que más personas mueren en países de medianos ingresos son:
La OMS advierte que en el mundo 115 millones de menores de cinco años presentan desnutrición, la que desencadena más de la mitad de las defunciones en ese grupo, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
No es lo mismo un pobre en Francia o Alemania que uno en África o la Argentina; cada uno tiene contextos diferentes.
En los países latinoamericanos las enfermedades que predominan son las infectocontagiosas
Aunque las “enfermedades de los pobres” son atendidas y “curadas”, cuando los individuos regresan a la precariedad vuelven a enfermar. Esto implica que ahí está la clave de este “Círculo Vicioso” en el que se encuentran las personas que viven en la pobreza: no tiene que ver con una política presupuestal que atienda a la salud, sino con aspectos como infraestructura, alimentación y educación.
El médico cura y los pobres vuelven a enfermar, por ello, son más importantes las condiciones ambientales y el acceso al trabajo, alimento y educación
Se construyen grandes hospitales, pero si no se resuelven las deficiencias en el acceso a los servicios básicos, el ciclo vicioso seguirá perpetuándose entre los más pobres.
Una alternativa para solucionar este problema está en manos de los sistemas de seguridad social, que debe incluir a toda la población haciendo foco en las de escasos recursos.
Es más difícil llegar a un centro de salud si los caminos se hacen intransitables durante la época de las lluvias.
El ambiente también es importante: es relativamente difícil mantener buenas prácticas sanitarias cuando la comunidad local dispone de malas condiciones de saneamiento y suministro de agua.
Un macroestudio publicado esta semana en ‘The Lancet’, una revista médica de alto impacto en la comunidad médica internacional, critica que la OMS no incluya la desigualdad como factor a combatir y advierte que la pobreza acorta la vida más que la obesidad, el alcohol y la hipertensión.
Es decir, la comunidad médica vuelve a la carga con este problema descuidado: la pobreza. Las conclusiones del estudio sostienen que la pobreza acorta la vida casi tanto como el sedentarismo y mucho más que la obesidad, la hipertensión y el consumo excesivo de alcohol.
El estudio supone una crítica a las políticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por no querer incluir en su agenda este factor determinante de la salud, subrayando que tan importante o más que otros que sí forman parte de sus objetivos y recomendaciones.
Además, sugiere que las autoridades médicas internacionales deberían concentrarse en la desigualdad social como determinante de las enfermedades en las clases sociales más bajas. “El bajo nivel socioeconómico es uno de los indicadores más fuertes de la morbilidad y mortalidad prematura en todo el mundo. Sin embargo, las estrategias de salud global no consideran las circunstancias socioeconómicas pobres como factores de riesgo modificables”, aseguran los autores del estudio.
• La pobreza es un agente que afecta a la salud de forma tan sólida y consistente como el tabaco, el alcohol, el sedentarismo, la hipertensión, la obesidad y la diabetes.
• La pobreza tiene la capacidad de acortar la vida en forma mayor que los anteriores factores de riesgo.
• El bajo nivel socioeconómico reduce la esperanza de vida en más de 2 años (2,1) en adultos entre 40 y 85 años, y lo compara con otros datos:
El alto consumo de alcohol la reduce en medio año
La obesidad la acorta 0,7 años
La diabetes reduce la esperanza de vida en 3,9 años
La hipertensión en 1,6 años el sedentarismo, 2,4 años
Reduciendo la media de vida 4,8 años, el consumo de tabaco.
La elección de estos factores no es casual: son los tomados por la OMS para combatir las enfermedades no contagiosas en su plan para reducir su incidencia en un 25% para el año 2025, el llamado objetivo 25×25.
La adversidad socioeconómica debe ser incluida como un factor de riesgo modificable en las estrategias de salud local y global, las políticas y la vigilancia del riesgo para la salud
Por todo lo expresado tener un bajo nivel socioeconómico, significa tener un destino incierto frente a las enfermedades, que, en la pobreza, generaran mayor mortalidad a corta edad.
Por Alejandro Risso Vázquez y Ma. Gabriela Vidal, médicos especialistas en Terapia Intensiva. Maestrando en Economía y Gestión de la Salud
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