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La carta natal, entre la causalidad y la correspondencia

Ser individuos es una experiencia con otros. La carta natal es símbolo de esa experiencia.

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Abordar el tema de la carta natal y su relación con los hechos de la vida siempre requiere volver a meditar acerca de causalidad y correspondencia.

En un plano, la causalidad es cierta. Determinada acción que hemos decidido causa un específico efecto. Pero la relevancia causal se diluye cuando abordamos el plano de la correspondencia. Como si el plano de la correspondencia nos hablara de “poderosas razones” -que están más allá de nuestra capacidad de decisión y entendimiento personal- para que hayamos promovido aquella cadena de causas y efectos.

El plano de la causalidad permite dar cuenta de lo explícito, mientras que el plano de la correspondencia abre lo implícito.

La causalidad explica la lógica de nuestras acciones y su posibilidad de control racional, mientras que la correspondencia expone al misterio y cuestiona nuestra creencia de ser individuos separados de la corriente general de la vida

Nuestra autonomía para crear es cierta, pero concilia con motivaciones que nos exceden, con otros que conocemos y que no conocemos, que nos conocen y que no nos conocen. Nuestras creaciones combinan autonomía y co-dependencia. Nuestras creaciones y nosotros mismos somos libres e inter-dependientes. Ser responsables de nuestra vida no significa aislarnos asépticos de todo condicionamiento externo, ni ser auténticos implica resguardarnos de ser contaminados por los demás.

 

No somos una máquina que “produce” acontecimientos. No somos una “torre de control” que dispone el curso de su vida. No somos un “faro fijo” que ilumina ajenas oscuridades. No somos imperturbables. Cada cosa que creemos generar, los rumbos que creemos decidir y la conciencia que creemos desarrollar son fruto de una cascada de vitales voluntades que resultaron convergentes a esos hechos, aunque esas vitales voluntades no hayan tenido la intención consciente de participar ni de dar esos resultados. Somos afectados.

Lo más genuino de nosotros se da a conocer a nuestra conciencia en la afectación de los otros. Revelamos nuestras naturalezas individuales afectados en nuestros vínculos. Afectar en su doble acepción: como influencia (ser afectado) y como sentimiento (provocar afecto). La actitud de reservarnos y retirarnos del mundo para encontrarnos a nosotros mismos, en verdad, nos extravía. Evitar a los demás para adquirir claridad, en verdad, nos oscurece. Animarnos al desconcertante encuentro con los otros, nos trasluce.

Conciencia es intercambio entre (lo que creemos) sujeto y (lo que creemos) objeto, entre lo que se presenta como apariencia de mundo interno y mundo externo, o como yo y el otro.

Ser individuos es una experiencia con otros. La carta natal es símbolo de esa experiencia

Nuestra carta natal es elocuente, aclama vincularidad: la mitad de las casas astrológicas (de la VII a la XII) desarrollan temas sociales, es decir, dicen que somos asociados, somos entre otros, somos con otros. Somos “entre”. O “con”. Somos vínculo. Somos afecto.

El yo es una posición. Y toda posición define otra complementaria. Toda posición es funcional (el yo es funcional) al vínculo con otra posición. Necesariamente, cada posición es una mirada fragmentaria, la voz de un polo. Por eso, replegada en su exclusiva visión, refugiada en su propio decir, la posición fragmentaria polarizada se torna destructiva y atenta contra la inteligencia vincular: demanda que una parte contenga el todo.

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El sentido creativo de cada posición es asumir el vínculo con otras posiciones que la complementan. El sentido profundo está en lo que “dice” ese vínculo, esa relación, esa “entidad de posiciones complementarias”. Lo que es brota de relaciones. Lo que cobra entidad siempre lo es de “posiciones complementarias”. La conciencia de nosotros mismos es una entidad que resulta de la dinámica complementariedad entre nuestra imagen personal consciente (el yo como posición) y los contenidos que entonces quedan sumergidos en el inconsciente (los fallidos como posición), entre lo que definimos y creemos que somos (el yo como posición) y lo que los demás cuestionan (los otros como posición).

La vida que nos anima se da a conocer a través de órdenes correspondientes. Nuestras vidas son expresión de dimensiones en correspondencia. Ser conscientes implica asistir a la evidencia de esa correspondencia. Y asistir a esa correspondencia de los diferentes planos de manifestación de la vida implica disolver la ilusión de que estén separados. El gran desafío es mantener la capacidad de diferenciarlos y, al mismo tiempo, percibirlos como campos de expresión de un mismo proceso.

“Nosotros” y “el destino” son dimensiones en correspondencia que expresan la vida que nos anima y animamos. “Lo que creemos que somos” y “las cosas que nos ocurren” como planos de revelación de un mismo proceso. “Nuestra vida” y “los hechos de nuestra vida” son un yin-yang.

Una verdad se revela “entre” yo y los otros.

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