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La primavera y la astrología: el símbolo de la estación del amor

La primavera es la resurrección de la vida en la naturaleza como intermedio entre el invierno y el verano.

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Desde la Antigüedad, se han venido celebrando los solsticios y los equinoccios a nivel ceremonial, para destacar la relación entre el curso del Sol y los hombres, entre el macrocosmos y el microcosmos.

Las cuatro estaciones encierran símbolos referidos al ritmo del cosmos, y por eso han sido celebradas con fiestas populares para que todo el pueblo pudiera seguir el rítmico devenir de la Tierra y la naturaleza. Tienen relación con el tiempo cíclico y renovador, que se refleja en el recorrido solar anual (estaciones), en el que hay dos puntos culminantes (verano e invierno) y otros dos de traspaso (primavera y otoño).

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La primavera es la resurrección de la vida en la naturaleza como intermedio entre el invierno y el verano. En la mitología Griega, Proserpina (del latín proserpere, ‘emerger’), hija de Ceres (Deméter) y Júpiter (Zeus) esposa de Plutón (Hades), vinculada al mito de la primavera, es una deidad de vida, muerte y resurrección, la planta muere para vivir. El eterno retorno.

La diosa Démeter (Madre del Grano o Madre Tierra), llamada también Ceres (de la cual deriva la palabra cereal), hija de Crono y de Rea y hermana de Zeus y Hades (Plutón), protegía los cultivos y la riqueza de la tierra.

En los cultos en su honor también intervenía la fecundidad femenina, y probablemente guarda relación con la antigua Diosa Madre. Su hija Perséfone, era a veces llamada simplemente Core (doncella), las dos figuras se hallan vinculadas en un mito muy importante para los misterios de Eleusis, el culto más importante de iniciación mística en la sociedad griega.

Un día, Perséfone estaba recogiendo flores en un prado con las ninfas, cuando Hades la raptó y se la llevó en su carro a los infiernos. Perséfone gritó, pidiendo ayuda a Júpiter (Zeus), pero el dios no la oyó desde su lejano templo, y sólo escucharon sus lamentos Helios, el sol, y Hécate, diosa de la hechicería.

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Al oír el eco de la voz de su hija en el mar, Démeter se despojó de su tocado y recorrió la tierra durante nueve días sin comer ni dormir, alumbrándose con antorchas. Al décimo día se encontró con Hécate, que la envió a Helios. El sol le contó lo que había ocurrido y culpó a Zeus, quien había dado permiso a Hades para tomar a Perséfone por esposa.

Apenada por la pérdida de Perséfone, Démeter decidió detener las cosechas. Zeus y los demás dioses le rogaron que permitiese que los cultivos creciesen, pero ella se negó y amenazó con matar de inanición a la humanidad si no volvía a ver a su hija.

Zeus cedió y envió a Hermes a los infiernos para que recogiese a Perséfone. Hades permitió que Perséfone regresara con su madre, pero antes la convenció de que comiese unos granos de granada, símbolo del vínculo matrimonial indisoluble. Démeter recibió jubilosa a su hija y le preguntó si había comido algo en los infiernos, pues en tal caso tendría que regresar con Hades para siempre. Como había comido los granos de granada, todo parecía indicar que Perséfone estaba perdida, pero intervino Zeus: decretó que Perséfone pasara dos terceras partes del año en el Olimpo y regresara a los infiernos en invierno. Madre e hija celebraron juntas el acontecimiento y la fecundidad volvió a la tierra.

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