Las agresiones en el fútbol hace tiempo que no sorprenden. Sin embargo a veces toman formas insólitas que, más allá de lo repudiable de toda agresión, las hace incomprensibles.
Francisco Javier Puiatti, de 31 años de edad, que dice ser hincha de Vélez Sarsfield -aunque no es parte de la “barra brava” de ese Club- le arrojó un botellazo al periodista Gonzalo Bonadeo en Moscú.
Al agresor no le alcanzó con su ataque; necesitó jactarse de su “hazaña” en las redes sociales donde anunció: “Le partí la cabeza al gordo gorila”
Según lo que narra el propio agredido, el “motivo” del brutal hecho habría sido que Bonadeo estaba con periodistas de TN y le imputaban “que el dólar estaba a 30”.
Ninguna agresión de semejante naturaleza puede tener justificación ni, siquiera, explicación racional pero el nivel de disparate de la que estamos comentando es demasiado grotesco. La condena debería ser unánime y pública, incluyendo a todos los sectores políticos de nuestra sociedad.
El patético personaje que la protagonizó tuvo al menos, rápidamente, la sanción más elemental y obvia: no podrá ver más partidos del Mundial.
Lo lógico sería que además se le sigan las acciones legales correspondientes por su conducta violenta e ilegal.
Deseamos que se trate de un episodio aislado que no altere el espíritu festivo que debe primar en un espectáculo deportivo de la magnitud del Mundial de Fútbol.