Fiebre, sensación de ahogo y ser hombre son los principales factores que indican un mal pronóstico en la evolución del nuevo coronavirus. Es una de las principales conclusiones de un estudio realizado por tres centros de primaria adscritos al Clínic de Barcelona, que analizaron los datos clínicos, radiografías y pruebas a las que fueron sometidos los 322 pacientes con esta enfermedad que atendieron hasta el 15 de abril. El informe fue publicado hoy en el diario La Vanguardia de España.
“Seguimos el modelo de un estudio realizado en Wuhan y en Nueva York y pudimos comprobar, al poder trazar la evolución de todos los pacientes desde los síntomas iniciales, que cuando de entrada se presentaba fiebre y sensación de ahogo, las posibilidades de ir mal eran dos veces y media más”, explica Antoni Sisó, investigador principal. “Aunque el paciente sea una persona joven que aguanta días en casa, si hay fiebre y sensación de ahogo, hay que buscar una posible neumonía bilateral y así actuar antes, a sabiendas de que hay mucho más riesgo”.
A la vez, cuando los síntomas de entrada eran parecidos a un resfriado, con dolor en las articulaciones, cefalea y pérdida de olfato o gusto, el pronóstico se podía considerar bueno. Y mucho más si se trataba de una mujer. “Cefalea, dolor articular, pérdida de olfato y ser mujer indican una evolución más favorable”, precisan.
También confirmaron que algunas enfermedades asociadas tienen una gran influencia en la evolución: una cardiopatía isquémica previa aumenta 7 veces las posibilidades de morir de Covid. La diabetes, la hipertensión y las enfermedades autoinmunes multiplican por seis el riesgo
“No encontramos, en cambio, ninguna enfermedad que resultara protectora frente al virus nuevo. Aunque estamos analizando una hipótesis, aún sin resultados: si las personas vacunadas de la gripe tienen procesos más leves”, indica Sisó.
También han resultado determinantes cuatro parámetros en los análisis de sangre: tener alto el LDH, una enzima que participa en muchos procesos metabólicos; tener anormalmente elevada la proteína C reactiva, que se activa en las infecciones agudas; el D-dímero, un parámetro de coagulación; y tener las plaquetas por debajo de 150.000. Otro dato importante: es muy diferente que aparezcan los dos pulmones infiltrados en las pruebas radiológicas o sólo un lado o dos lóbulos. “Si están los dos, el riesgo se multiplica por cinco según nuestro estudio”, explica el investigador.
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La edad, junto con el hecho de ser hombre o mujer, es también un factor determinante en el pronóstico. “La evolución que hemos observado en nuestros pacientes es mucho más rápida, en apenas 48 horas entre los mayores”, explica Sisó. Del grupo analizado, 322, un total de 56 personas tuvieron que estar en cuidados intensivos o fallecieron. Tenían más de 70 años y el 72% eran varones.
“Pretendíamos con este estudio aportar conocimiento en una enfermedad nueva y con escasez de pruebas, de tests, sobre todo en las primeras semanas. Ahora todo parece más suave. La regla básica en esa situación es dividir al enemigo, hay que segmentar a los pacientes. Esta determinación de factores de buen y mal pronóstico nos sirve para discriminar”, afirma Antoni Sisó, también presidente de la Sociedad catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (Camfic).
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