La ciencia demostró que los adolescentes son más sensatos cuando están solos que cuando están en grupo. No es tan simple como decir que fulanito resulta una mala influencia en la vida de nuestro hijo, bondadoso corderito sin rastros de malas intenciones pero resuelve algo que los padres intuyen hace tiempo.
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Un estudio analizó las decisiones de 66 adolescentes frente al volante. A veces conducían solos y otras, acompañados por otro adolescente. Los resultados fueron contundentes: los jóvenes se exponían a más riesgos cuando estaban acompañados.
La presión social durante los años de formación hace que los jóvenes se expongan a diferentes riesgos por encajar: alcohol, tabaco, drogas, sexo sin protección, peleas, accidentes de tráfico.Esto resulta en que la tasa de muerte entre los 15 y los 19 años sea un 35 por ciento mayor que entre los 10 y los 14, según la OMS. Pero, ¿por qué?
Es importante comprender la forma en que los adolescentes se relacionan con el riesgo para decidir si hay que reducir o no la edad mínima para conducir, o cómo debe tratarse a un adolescente que haya cometido un crimen.
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Por otro lado, saber cómo el cerebro adolescente evalúa y maneja las situaciones de riesgo puede servir para diagnosticar enfermedades como la esquizofrenia o la depresión, a que a menudo empiezan a asomarse en ese período.
La mayoría de los neurocientíficos asocian estos comportamientos al hecho de que se trata de varios sistemas desarrollándose a distintas velocidades, con más o menos facilidad. Pero sobretodo, al miedo al aislamiento.
Para muchos adolescentes el riesgo no solo se trata de cuestiones que generan daño físico o repercusiones legales. Situaciones relativamente benignas, que no representan un riesgo como tal en la adultez (como pedir una cita a una persona que les gusta o dar la cara frente un profesor), que parecen para ellos mucho más arriesgadas.
Por lo tanto, la propensión a asumir riesgos en los adolescentes depende sobretodo del miedo a ser marginados por sus pares.
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Como padres puede ser muy complicado no echar la culpa a las “malas influencias” pero debemos comprender que la adolescencia es un período netamente inseguro y que no debemos atosigar a nuestros hijos si queremos que se abran con nosotros.
Además, la presión de grupo no siempre resulta negativa. En un estudio se pidió a los adolescentes que jugasen un juego en el que tenían que elegir entre donar dinero a una buena causa o quedárselo, mientras otros adolescentes les veían.La investigación demostró que si otros adolescentes observaban, el sujeto tendía a hacer más donaciones durante el juego.
La realidad es compleja y podemos aprovechar estas tendencias para lograr que nuestros hijos adquieran actitudes que consideramos positivas para su vida. Además, de entender por qué actúan como actúan y saber dónde debemos poner los límites.
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