El paso del jardín de infantes a la escuela primaria representa un hito importante en la vida de un niño, ya que es uno de los momentos más trascendentes no sólo para ellos sino también para sus padres, ya que implica nuevos desafíos para su crecimiento en lo personal, en el cual tienen que prepararse para asumir nuevas responsabilidades.
Asimismo, significa muchos cambios, como por ejemplo: ir a un nuevo edificio, en casos donde se cambia de institución, otros compañeros, horarios, consignas más estrictas, reglas a cumplir y mucho por aprender.
Conlleva pasar de pautas o reglas más flexibles a otras más estructuradas. Implica cambios de rutinas dentro de la escuela, mayor distancia de los adultos durante la jornada escolar, el trabajo en mesa ocupa mayor tiempo que antes, disminuye el tiempo de juegos físicos, aumentan los juegos reglados. Es una instancia donde el niño se da cuenta de cómo las personas somos diferentes hacia el reconocimiento, con capacidades y limitaciones, propias y de los otros.
Se afianza su autoestima y valoración personal otorgando peso a la mirada de los pares a veces más que a su familia de origen
La doctora Edith Vega, Psicóloga de Fundación Hospitalaria – Fundación Aigle en colaboración con la licenciada Paula Preve y la licenciada Estela Figueroa nos acercan algunos comentarios y recomendaciones sobre esta instancia fundante en la vida de nuestros chicos:
Al ser una etapa de cambio y transición, lo importante es que el mismo sea un proceso que se dé en forma gradual, para lo cual sería conveniente que en el último tramo del jardín los docentes trabajen este periodo planificando visitas a la nueva institución, a sus aulas, anticipando cómo se distribuirán los mesas, qué tipo de actividades realizarán y con qué materiales.
Una vez comenzado el año en escuela primaria, la idea es que los maestros puedan acompañar también a este proceso, yendo por ejemplo de visita a la sala del año pasado, saludando a los docentes o manteniendo algunas de sus rutinas, al menos por un período determinado, como por ejemplo el tiempo de salida al recreo.
Actualmente se realizan actos de finalización de etapa de nivel inicial, con distintas modalidades, marcando el fin de un ciclo. Esto suele ayudar a los niños a registrar el cambio que se viene.
Es bueno ir incorporando de a poco los nuevos elementos que se utilizarán en el primario, como guardapolvo o uniforme, útiles escolares, etc. Se los puede ir “mentalizando” con elementos concretos más que con grandes discursos. En síntesis, se trata de anticipar cómo sigue el siguiente año, acorde con el estilo del niño y su familia. En algunos casos, se los puede ir acompañando en esta transición incorporando nuevos juegos más afines a esta nueva etapa.
Los miedos más frecuentes que los chicos pueden manifestar son a quedarse solos, a separarse de la familia, a conocer un nuevo lugar, una nueva maestra. Dichos miedos se expresan en la dificultad para afrontar este nuevo desafío, experimentando en algunos casos cierta vergüenza, inferioridad, sentimientos de soledad, mezclados con agresividad y frustración.
Pueden estar muy pendientes de que piensan los otros (compañeros, maestras, padres, hermanos) de su comportamiento. Según el grado de apertura a la experiencia que posea, la incertidumbre puede acentuar el malestar frente a la nueva etapa.
Muchos niños siguen en la misma institución, pero otros son cambiados a una nueva escuela. En estos casos, ¿la situación es más traumática para el niño?
En aquellos casos donde el niño tiene que cambiar de institución, la experiencia suele tornarse más compleja en comparación con aquellos que continúan en su “ambiente conocido”. Conlleva tener que abandonar por completo un espacio con personas y elementos ya familiares a otro que va a percibir como totalmente ajeno, extraño y en algunos casos, hostil.
Lo nuevo siempre implica una adaptación, aunque no necesariamente traumática, ya sea porque el contexto acompaña adecuadamente o porque el temperamento del niño facilita el vivir lo nuevo como desafío más que como amenaza. Para quienes se sienten amenazados o con mucho malestar es fundamental el rol de los adultos, tanto de los padres como de los docentes trabajando de una manera articulada facilitando y acompañando al niño en esta nueva etapa de su vida.
Como padres debemos tener presente que lo más importante es que el niño sepa de este cambio, diciéndole que lo nuevo puede ser una oportunidad de crecimiento.
Puede ser beneficioso que les transmitamos que podrá seguir en contacto con los amigos más cercanos de la anterior institución, siempre y cuando contemos con esta posibilidad.
Es importante mantener una comunicación fluida desde la escuela con los padres, orientándolos para establecer un lazo que facilite el tránsito de los niños en estas etapas vitales de aprendizaje y crecimiento.
Muchos cambios en el comportamiento pueden ser esperables, como las perturbaciones en el sueño, en la alimentación, alteraciones en los juegos, estado de ánimo más irritable, mayor cansancio por el ritmo más intenso, tristeza, malhumor, retraimiento, exacerbación de “oposicionismo” o decaimiento. Lo más importante es evaluar la intensidad y duración de estos cambios. Si vemos que no disminuyen entre 3 a 6 meses es conveniente hacer una consulta.
Los padres deben acompañar a sus hijos en esta nueva etapa brindándoles un espacio seguro en el cual puedan dialogar sobre todas aquellas dudas, inquietudes, temores, inseguridades y hechos cotidianos que vayan experimentando en el día a día de este nuevo paso, para poder trabajar en conjunto con el personal de la institución y en casos que sea necesario, con profesionales especializados en el tema para que la adaptación sea lo más rápida y mejor posible.
Es importante tener en cuenta que tienen tiempos diferentes a los adultos y diferentes modos de comunicación, así como diferencias interindividuales. Algunos saldrán del colegio con ganas de contar como les fue la jornada, otros saldrán con deseos de conectarse con otros aspectos de su vida. Debemos respetar los tiempos y deseos de comunicación de cada uno.
Es bueno estar atentos a las individualidades sin esperar que los niños reaccionen por igual. Tenemos que valorar las habilidades de cada uno, y a la vez reconocer sus aspectos más vulnerables. Los niños en esta etapa comienzan a desarrollar un conocimiento de sí mismos en relación con los pares que puede ser muy preciso de sus fortalezas y debilidades. Necesitan que se les dé crédito a lo que perciben de sí mismos, sin que por ello salgan dañados en su autoestima. Hay que aprecias las diferencias y reconocer tanto los puntos fuertes como aquellos en los que necesitan mejorar, brindándoles las herramientas para ello.
En síntesis, los padres deben confirmar las capacidades y limitaciones del niño/a y no optar por el desconocimiento de las nuevas dificultades con las que se encuentran. Deben apoyar el desarrollo de competencias acorde con sus posibilidades, favorecer el desarrollo de redes escolares como la vinculación activa con otros padres y madres. La experiencia se fortalece y consolida con la inserción de la familia en el contexto escolar.
Hablar sobre dicha transición es tener en cuenta factores sociales, culturales, económicos, políticos e históricos que influyen en la preparación para la escuela primaria. Los niños experimentan grandes diferencias cuando atraviesan este cambio, especialmente en relación con la estructura del entorno y el plan de estudio. Es decir que, cuando las aulas de la enseñanza preescolar y primaria son totalmente diferentes es probable que existan mayores dificultades para adaptarse.
Por lo tanto, es importante que los padres evalúen y analicen en profundidad todos estos factores. Lo ideal es que se pueda establecer desde el comienzo una buena comunicación, articulación y continuidad entre las familias y las escuelas, para que este proceso se realice de la forma menos abrupta posible, pudiendo trabajar en equipo incluyendo las diferencias que pueda haber.
Desde la perspectiva del niño/a es muy positivo no confrontar con el equipo docente “a espaldas” del mismo. Si hubiera diferencias, afrontarlas más que evitarlas. Es más positivo favorecer dialogo sincero en lugar de simular bienestar.
Dra. Edith Vega
Psicóloga de Fundación Hospitalaria- Fundación Aigle
Colaboraron:
Lic. Paula Preve
Lic. Estela Figueroa
Fundación Aigle
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