El juego es el fundamento de la inteligencia creativa, pero como cualquier otra inteligencia, debe ser desarrollada siguiendo el modelo de la naturaleza. Uno de los fundamentos del juego es escuchar historias. Antes incluso de poder hablar, los niños escuchan cautivados a los adultos hablar o contar historias. La niña escucha con total concentración, se queda quieta, la boca entreabierta, los ojos abiertos, mirando fiijamente a quien cuenta la historia. Su visión, sin embargo, se vuelve hacia adentro, donde transcurre la acción, pues las palabras del cuento estimulan la creación de las correspondientes imágenes internas. Una niña me dijo una vez que le gustaba la radio más que la televisión, porque las imágenes eran mucho más bonitas. Las palabras que escuchaba de la radio eran el estímulo, las bonitas imágenes eran su propia creación.
Esta capacidad para crear imágenes internas es el fundamento del futuro pensamiento simbólico y metafórico, y del pensamiento operacional concreto, las matemáticas, la ciencia, la filosofía, todo lo que consideramos mente y educación superior. Un símbolo matemático abstracto como E=MC2 no tiene ningún significado. Podemos tener la capacidad de ver el significado que le atribuimos solo si somos capaces de manipular esta imagen en un nivel mental.
La principal tarea de los primeros años es el desarrollo de esta capacidad metafórica-simbólica, y se establece a través del juego y de escuchar cuentos (las fábulas y cuentos tradicionales tienen una alta carga simbólica y no hay que olvidar que antes de la alfabetización eran historias transmitidas oralmente que escuchaban tanto niños como adultos).
Los símbolos presentados en los cuentos son los fundamentos para la posterior capacidad de conceptualización. Las figuras metafóricas-simbólicas representan o tienen la capacidad para evocar distintos estados del ser, crear conexiones que abren nuevas áreas de pensamiento, sugerir significados sutiles que no pueden ser articulados de modo racional.
Escuchar cuentos es un acto creativo que representa un enorme reto para el cerebro; es la razón por la que los niños pequeños parecen “catatónicos” cuando están escuchando un cuento (sin mirar el libro). Cada nueva historia requiere una nueva secuencia de circuitos neurales, por eso quieren escuchar la mismo historia una y otra vez, no para “aprenderlo”, sino porque la repetición causa la mielinización de los circuitos neurales implicados en el flujo de imágenes de cada historia escuchada (casualmente, las escuelas Waldorf repiten el mismo cuento durante semanas).
La llegada de la televisión, su introducción desde edades muy tempranas y la última marea de invasión de lo audiovisual con las tables y móviles ha venido a modificar el modelo diseñado por la naturaleza para el desarrollo infantil
Por una parte, la televisión ha reemplazado a las narraciones de cuentos, e incluso las conversaciones en familia en general, y especialmente alrededor de la mesa. También ha reemplazado el juego con los padres y con los hermanos o vecinos y amigos. La falta de juego y movimiento y la exposición a tanta sobrecarga sensorial desequilibrada también es un problema. Pero probablemente lo más crítico sea la invasión de imágenes potentes y estereotipadas que inundan el cerebro infantil en esos años en que lo prioritario es que desarrollen su propia capacidad interna para elaborar imágenes propias.
Escuchar una historia es un estímulo que produce en la niña una respuesta que implica los tres niveles de su cerebro (reptiliano, sistema límbico, neocortex). Pero la televisión le satura con el estímulo y la respuesta, y ahí radica el peligro. Como resultado, mucha de la conexión estructural entre mente y ambiente es eliminada, se desarrollan menos imágenes metafóricas, se involucran menos áreas corticales del cerebro, la inteligencia simbólica queda comprometida. E=MC2 serán marcas sobre el papel, pues no habrá capacidad metafórica para trasladar estos símbolos al neocortex para la conceptualización, no habrá desarrollo de su principal objetivo: el desarrollo de sistemas conceptuales simbólicos.
No desarrollar la propia capacidad interna para crear imágenes implica no tener imaginación. Esto es mucho más serio que no ser capaz de soñar despierto. Indica que los niños tendrán dificultades para entender el significado de los símbolos matemáticos o semánticos, las formulas químicas o el mismo concepto de civilización. Si no pueden comprender las sutilezas de la Carta de los Derechos Humanos, tenemos un problema. No tener imaginación deja sin utilizar gran parte del cerebro, y un niño que no puede imaginar no solo tendrá dificultades para aprender, sino que estará desesperanzado. Si el o ella no puede “imaginar” un escenario interno para reemplazar al externo, se sentirá victimizado por el entorno. Un estudio reciente mostraba que los niños sin imaginación son más proclives a la violencia que los niños imaginativos, porque no pueden imaginar una alternativa cuando una información sensorial directa resulta amenazante, desagradable o no gratificante.
Joseph Chilton Pearce (Extractado y adaptado de la obra “Evolution’s end”)
Fuente: TerraMater
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