Familia

La hipocresía de los adultos y el alcohol: la revisión urgente que nos debemos todos

Santiago Bilinkis invita a reflexionar sobre un tema que nos interpela a todos: el consumo de alcohol en exceso y la naturalidad con que asumimos sus peores consecuencias.

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Con la llegada de la adolescencia de mi hijo mayor, en los últimos meses fui invitado a un par de charlas organizadas por diferentes instituciones sobre la problemática del alcohol y los adolescentes, apuntadas a padres y chicos a partir de los 12 años.

Inicialmente me sorprendió que se viera al alcohol como un problema a una edad tan temprana. Pero pronto mi desconcierto fue migrando hacia la incredulidad: es muy impactante ver cómo casi ninguno de los padres parece notar en qué medida el “problema” de alcohol de sus hijos tiene su obvia raíz en el lugar que ellos mismos dan a las bebidas alcohólicas en su propia vida.

Como adulto abstemio que soy, miro el fenómeno desde afuera y resulta claro: el “problema del alcohol” radica en que vivimos en una sociedad que promueve y glorifica el tomar y es tolerante con el exceso. Donde los que no toman son “bichos raros”, aburridos, no suficientemente piolas. Y no estoy hablando de los chicos: esa es la actitud de gran parte de los adultos que conozco.

Vivimos en una sociedad que promueve y glorifica el tomar y es tolerante con el exceso. Donde los que no toman son “bichos raros”, aburridos, no suficientemente piolas

Postal nro. 1: El exceso en las fiestas

Hace algunos meses atrás tuve un casamiento. Quedé completamente impactado por la ilimitada oferta de bebidas. La máxima que anima a buena parte de los organizadores es “si querés que la fiesta salga buena puede faltar cualquier cosa menos el alcohol”.

Promediando la noche, buena parte de los asistentes estaban completamente borrachos, producto de su falta de moderación pero también de una disponibilidad absurda impulsada por los propios organizadores.

Esa fiesta no fue una excepción: el exceso de alcohol y el descontrol como modo de diversión parece un tácito contrato colectivo.

Para complicar más las cosas, en los adolescentes el problema se amplifica por el exagerado valor que se le da a la extroversión: ser divertido resulta el más apreciado de los rasgos de personalidad. Para muchos la bebida se convierte en la única manera de “pelear” contra su propia personalidad tímida o tranquila.

Postal nro. 2: El exceso en los eventos laborales

También se ve mucho en el contexto de las fiestas laborales. Si hay un contexto en el que parecería imprudente tomar en exceso es en un evento organizado por nuestro lugar de trabajo. No obstante, casi siempre sucede lo mismo: la oferta y el consiguiente consumo de bebidas de buena parte de la gente va mucho más allá de lo razonable.

Recuerdo especialmente la primera fiesta de fin de año organizada por Officenet: muchas personas fueron sin escalas a la oficina en muy mal estado, otras directamente no pudieron ir a trabajar al día siguiente. En aquel momento me resultó difícil entender que tantas personas no tuvieran prurito en mostrar su borrachera ante sus jefes, pares y subordinados. Hoy me resulta claro que son pocos los que ven el exceso con malos ojos.

Postal nro. 3: La glorificación cotidiana

Quizá el aspecto más preocupante y sutil, de todos modos, sea el lugar preponderante y aspiracional que las bebidas alcohólicas ocupan en la discusión cotidiana, amplificado por las redes sociales. Sea por alardear de ser un “entendido” en vinos, whiskies o similar; sea en la forma de videos virales que muestran como “cool” tomar un “shot” y desafiar a los amigos (verdadero origen el “ice bucket challenge”); o simplemente en una foto de la playa en Brasil de dos copas servidas de caipirinha; el alcohol aparece siempre glorificado: separando a los vivos de los giles. Nadie alardea ni se siente más piola por tomar jugo, ¿o sí?

El alcohol aparece siempre glorificado: separando a los vivos de los giles. Nadie alardea ni se siente más piola por tomar jugo, ¿o sí?

En el extremo, igual que sucede con la ropa cara o los autos lujosos, el alcohol se convierte en una marca de status para las reuniones sociales.

Bonus: Siempre me llama la atención entre mis amigos y conocidos que en todas las ocasiones, con consumo del alcohol, buena parte regresa a sus hogares manejando. Los controles de alcoholemia y el temor a la sanción han hecho recientemente bajar un poco ésto, más por efecto del miedo a la multa o el descuento de puntos del registro que a una genuina conciencia del riesgo para uno mismo y para terceros.

Conclusión obvia

Como dijo Guillermo Jaim Etcheverry en un brillante artículo, “hay que preguntarse si nuestros chicos son tontos o, por el contrario, inteligentes cuando ignoran lo que predicamos e imitan lo que practicamos. (…) Lo que los chicos saben es lo que les enseñan sus mayores con el ejemplo. Los más inteligentes son los primeros en aprender que resulta mucho más importante seguir lo que la sociedad enseña implícitamente con sus acciones y a través de sus estructuras de recompensa que lo que predica en lecciones y discursos de recto comportamiento.”

Por más que se hable crecientemente del “problema del alcohol de los adolescentes”, mirado desde afuera resulta para mí claro que en realidad el tema es el “problema del alcohol de los adultos”.

Mientras sigamos colocando a la bebida en ese lugar legitimado y aspiracional que tiene hoy para la mayoría, la asociación del tomar con “tener onda” será la base de la presión de pares que hace difícil a cualquier pibe que no quiera beber el sostener su decisión. Mientras sigamos viendo como aceptable (o hasta deseable) el exceso en la oferta y el consumo, nadie debería sorprenderse de que se tome cada vez más.

La asociación del tomar con “tener onda” será la base de la presión de pares que hace difícil a cualquier pibe que no quiera beber el sostener su decisión

Si te preocupa el lugar que el alcohol ocupa en la vida de los pibes hoy en día, lo mejor es empezar por preguntarse qué lugar le das vos en la tuya, qué valores transmiten tus actos más que tus palabras, qué conductas incentivamos y recompensamos como sociedad.

Hasta tanto censuremos el consumo excesivo, rechacemos la glorificación y hagamos que tomar bebidas alcohólicas sea tan (poco) cool como tomar agua mineral o jugo, toda preocupación por el uso del alcohol en los jóvenes será pura hipocresía.

Por: Santiago Bilinkis, autor del blog Riesgo y Recompensa, y del libro Pasaje al Futuro. Twitter: @bilinkis

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