“Heredé mucho de mi padre, pero el instinto paternal no fue una de esas cosas”
“¿Realmente querías tener hijos?” pregunté.
Mi padre apartó los ojos de la carretera por un segundo y me miró con incredulidad. Estábamos a unos minutos de la estación del tren; admito que fue un momento extraño para preguntar si mi existencia había sido premeditada. Pero empecé a pensar en la paternidad al ver que varios de mis amigos habían empezado a pasar sus genes (algunos accidentalmente).
Mi padre solo tenía 26 cuando yo nací. Yo ya estaba llegando a los 38 años y todavía no tenía ganas de tener mis propios hijos
“Claro que sí”, dijo. “Fue medio instintivo”. Había heredado muchas cosas de mi papá, pero el instinto paternal no era unas de esas. He estado pensando si esa pregunta hirió los sentimientos de mi viejo, como si mi vida rechazara las decisiones de él. No solo las de Brad Stoddard (mi padre), sino de lo que se considera una vida “normal”.
“No”, dijo encogiéndose en hombros. “Haz lo que te haga sentir bien”. Y lo que me hace sentir bien es poder estar seguro de no producir algo que no quiero, haciendo lo que más me gusta. Por eso, después de unos meses de haber visitado a mi familia, me hice una vasectomía. Mi esterilidad fue confirmada 12 semanas después, y todavía me siento a gusto con mi decisión reproductiva.
Resulta que no tener una urgencia para procrear no es algo por lo que uno se debería sentir mal, especialmente, según algunos expertos, para el hombre promedio. “Dudo que el afán por tener hijos —a diferencia del sexo— sea enteramente innato al hombre”, dice Ian Tattersall, un paleoantropólogo del Museo Americano de Historia Natural y autor deMasters of the Planet. Tattersall argumenta que:
No es que lo hombres inherentemente quieran tener hijos, sino que aprenden a querer tenerlos
Y parece que varios hombres como yo han decidido saltarse ese aprendizaje.
Millones de hombres han empezado a reconsiderar el “imperativo biólogo”, y prefieren concentrarse más en ellos mismos o en una carrera favorable antes que en una familia, dice Stewart Friedman, director y fundador de The Wharton School’s Work/Life Integration Project.
De acuerdo a la recolección de datos del CDC entre 2006 y 2010 —uno de los listados de datos disponibles más recientes— cerca del 25 por ciento de los hombres estadounidenses se ha abstenido de tener hijos a los 44 años.
Sería fácil culpar a nuestra obsesión por el trabajo como el único responsable, y si le preguntas a muchos expertos, van a decirte eso. Friedman dice:
“Los hombres han anticipado que sus esposas van a estar sumamente ocupadas con sus propias carreras y quieren estar más involucrados como padres. Con ese escenario hipotético, en el que la pareja está metida de lleno en su trabajo, les es difícil saber cómo pueden ser buenos papás con grandes carreras”
Además, Friedman descubrió que el porcentaje de los hombres que se consideran “enfocados en su carrera” se duplicó entre 1992 y 2012, mientras el porcentaje de hombres que se denominan a sí mismos como “orientados hacia la familia” cayó en más de un cuarto. Y esa tendencia no parece que fuera a subir.
Para otras personas, es más sencillo: los niños se interponen en el camino de la fiesta y el hedonismo, y el disfrute de su vida
Se es menos culpable hoy en día por ser un poco egoísta. “Tener hijos no es lo mío”, dice Clayton, de 45 años, un fotógrafo de moda de Nueva York. “Nunca he sentido que algo le falta a mi vida. No me imagino cómo se adaptarían esos niños a mis relaciones, mi trabajo y la vida que tanto esfuerzo me ha costado alcanzar”.
Finalmente, la decisión de tener niños puede radicar en el problema económico. Los hombres actualmente están menos inclinados a pensar en ellos mismos como proveedores, con toda la responsabilidad que eso implica, dice Friedman. Enfrentados a la inestabilidad económica y la carga de las deudas, los hombres jóvenes están menos dispuestos a invertir en niños.
Eso no quiere decir que no haya esperanza para los que todavía quieren ser padres: En junio de 2015, el CDC reveló que la supuesta “recesión de bebés” en Estados Unidos —en la cual el índice natal se redujo durante siete años consecutivos— parece haber acabado. (Aunque en 2016, el índice de natalidad volvió a caer por un poco menos del 1 por ciento).
Quizá el aspecto más interesante de los nuevos datos es que las mujeres en sus 30 o principios de los 40 eran las mayores responsables demográficas para mantener la estabilidad natal. Con la economía en un mejor estado, las parejas han tenido los bebés que han procrastinado en tiempos difíciles, dice Brady Hamilton, el autor del estudio.
Así que probablemente los hombres no han resuelto si van a abandonar la paternidad, al igual que las mujeres no se han dado por vencidas con la maternidad. Quizá solo lo estamos dilatando, y al hacerlo, lo consideramos más profundamente.
“La espera me permitió entender que probablemente yo no estaba hecho para tener hijos”, dice Alex, de 50 años, un director creativo de Nueva York que está casado. “Viví mis 20 y 30 de forma distinta a mis amigos: estuve en Londres, Singapur, Honk Kong y después Nueva York. Yo creo que si alteras el orden ‘normal’ de cómo debes hacer las cosas —establecerse, ponerle raíces a la vida— piensas de manera más consciente cuáles decisiones debes tomar”.
Para ser justos, es más fácil para tipos como Alex y como yo decir eso; no tenemos la misma presión social que tiene una mujer de tener hijos
Pero eso no significa que no haya un precio por pagar: por ejemplo, la investigación ha mostrado evidencia de que hay un sesgo en contra de los hombres que no son padres en espacios de trabajo. Por más de 15 años, la socióloga de la Universidad de Massachusetts, Michelle Budig, ha enfocado su investigación en cómo la paternidad afecta tu carrera. Entre otras cosas, ella encontró que los empleadores contratan más fácil a un hombres que tiene hijos, y es más probable que le paguen más cuando se hace padre.
Parte de la razón por la cual la paternidad es sinónimo de madurez puede ser por la carencia de aceptación que hay en torno a una vida sin hijos.
Aunque yo me veo a mí mismo como un sibarita que vive bien, mis amigos sienten que mi futuro va a ser solitario, sin amor y con un funeral sin muchos asistentes
Es alentador, entonces, descubrir que la investigación no apoya ese horrible resultado.
La vida sin hijos no significa que vaya a prevalecer la soledad y la depresión en los hombres que tengan más de 70 años, según un estudio de la Universidad de Florida. Y un estudio similar de Noruega encontró que los hombres de 85 años sin hijos no mostraban ninguna diferencia entre los octogenarios con niños.
Un estudio dice que la gente mayor que no tiene soporte encuentra otras maneras de afrontarlo
Los sentimientos de dolor y aislamiento social que tienden a estar asociados con la falta de hijos se pueden manifestar más fácil cuando tus amigos están multiplicándose, dice Eric Klinenberg, un sociólogo de la Universidad de Nueva York y autor de Going Solo. Y eso está bien, argumenta, pues la narrativa que fue tan familiar para mi papá y las generaciones anteriores está cambiando rápidamente. Le urge que yo cree mi comunidad y me dedique a ella, para hacer de mis amigos mi familia, y quererlos como si fueran mi esposa o hermanos. No es la manera más clara de cómo vivir sin hijos, pero es un buen comienzo.
“Vivimos en un tiempo de gran experimentación social”, dice, justo antes de colgar. “Ya no hay un camino determinado para vivir o asentarse”.
Fuente: Vice.com