Muchos jóvenes, todavía adolescentes, viven una realidad que otros tantos de su misma edad ni siquiera sospechan que existe.
Son los chicos que nacieron y crecieron en ciudades pequeñas o en pueblos donde no hay universidades y deben partir de su terruño natal para empezar una nueva vida en otra ciudad, mucho más grande, desconocida, lejos de la contención familiar y solo con algunos de los amigos que fueron acompañándolos hasta entonces.
Esta nueva vida está llena de expectativas, de ansiedades, de promesas y de alegrías, pero también de esfuerzos, de golpes, de soledades, de experiencias angustiantes ante un revés en los estudios o en la incipiente vida afectiva por fuera de los muros de la familia.
Gracias a la tecnología, esas distancias otrora enormes hoy se redujeron y la comunicación se volvió muy fluida.
Y gracias a esa misma tecnología, ciertos opiniones, comentarios o mensajes se vuelven virales. Así fue que dimos con este post que Mariel Cena publicó en su muro de Facebook y que nos llevó a rememorar hermosas épocas y a dejarles aquí también su mensaje a todos los chicos que parten de casa llenos de sueños, esperanzas y claro que si, un poco de temor ante la nueva vida que los espera:
“A vos, estudiante del interior..
Desde chiquitos nos venían advirtiendo nuestros papás, nos decían:
-Hijo aprendé a cocinar, mirá cuando te vayas a estudiar lejos, que vas a hacer sin mamá?
Y la realidad es que nos criamos sabiendo que a más tardar a los 18, 19 años, íbamos a volar de casa, nos íbamos a ir a una ciudad grande, desconocida y a sobrevivir por nuestros propios medios. Una mezcla de sentimientos te recorrían el cuerpo, mezcla de adrenalina, mucho miedo y melancolía por dejar todo eso a lo que estábamos acostumbrados...
El despertarte con el desayuno de mamá, los mates (mates que personalmente nunca me salen como me salen cuando estoy en mi casa, todo un misterio) los asados de los domingos, las charlas de horas con tu papá, que pensaba que no escuchabas nada, pero sin embargo gracias a esos sermones hoy te defendés con uñas y dientes, cosa difícil para una persona acostumbrada a conocer a todo el mundo y de pronto liberada en la jungla, donde para tener lo que deseas tenes que luchar con todo lo que tenes.
Muchas cosas vas aprendiendo, por ejemplo a tomarte un colectivo y no terminar en Villa Calamuchita, a mi por lo menos me costó un huevo… ¿Se imaginan tomarse un colectivo y no saber que tenía un timbre? Un ataque de pánico cada vez que me quería bajar, cosa que descubrí un mes después 😉; a administrarse, con todo el respeto que merecen mis profesoras de matemáticas, pero aprendí a hacer cuentas en el súper con los descuentos y los cálculos mentales para ver si llegaba a pagar todas las facturas si me compraba alguna golosina, un lujo para un estudiante del interior. Y muchas cosas más, aprendés de la gente, del sacrificio que hacen tus papás, del propio, pero además aprendés que la vida aprieta pero no ahorca.
Todos pasamos por esa primera etapa en la que nos queríamos volver todos los fines de semana, llamabas llorando que querías tirar todo al carajo y volver a tu lugar de siempre, con los tuyos, pero sin embargo del otro lado del teléfono a muchos kilómetros de distancia escuchabas un:
– Hija, quedate, te tenés que acostumbrar, es por tu futuro..
Y en el fondo sabías que tu mamá o tu papá estaban más derrumbados que vos pero te daban ese empujoncito que necesitabas, esas palabras de aliento. Y así te vas acostumbrando a vivir así, solo pero no tanto, porque la vida te va poniendo muchas personas que ayudan a que este caminito sea más lindo.
Yo, por mi parte, voy a estar agradecida por siempre de esta posibilidad, que no todos tienen, por más que el corazón se me parta en mil pedazos cada vez que el colectivo se va alejando de la terminal, viendo como mi mamá lagrimeando se va haciendo chiquitita y uno resignado y entre sollozos se duerme, porque al otro día volvés a la rutina, a tu vida de adulto responsable.
Por eso, a todos aquellos que están lejos de casa, luchando por un sueño les digo: ¡LO VALE! Sigan así, aférrense a sus sueños y a todo aquello que los motiva, que nuestro hogar siempre va a tener sus puertas abiertas, y siempre vamos a poder regresar.
Y, por último, gracias a mis padres por educarme, pero más que nada, gracias por hacerme una mujer fuerte que pelea por lo que quiere.
Fuente: FB Mariel Cena
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