Vecinos de al menos diez barrios porteños, comenzaron a compostar residuos orgánicos de forma comunitaria en recipientes de 200 litros en sus veredas, para reducir la basura que se descarta y utilizarla como nutrientes de plantas y huertas. Es una iniciativa que se replica del Club del Compostaje y llega hasta la localidad chilena de Antofagasta.
“Compostar los restos de fruta y verdura cruda, yerba, té, cáscaras de huevo, con ramas secas, pasto, hojas u otros secos, tiene que ver con la economía circular, el compost provee el sustrato a la tierra y parte de los residuos de esa huerta”, explica el economista agrario que forma parte del Club del compostaje porteño, Agustín Carpeta.
El joven de 29 años contó que el Club del Compostaje se originó en el colectivo El Reciclador, a cargo de su creador Carlos Briganti, quien tiene una huerta en su terraza de 60 metros cuadrados y tras tener seis recipientes de 200 litros de compost decidió compartirlo con los vecinos.
“Apuntamos a capacitar a la gente para que composte en su domicilio, en tachos de pintura de 20 litros en terrazas, patios o balcones, pero para quienes viven en espacios muy reducidos, sin balcón o son grandes generadores, proponemos hacerlo de forma comunitaria en la vereda”, señaló Carpeta.
La idea del club es “pregonar que compostar no genera mal olor, bichos, sino que es una fermentación aeróbica que transforma los residuos y genera nutrientes y evita la contaminación del aire, de las napas del suelo y por ende del agua”.
Los espacios donde los vecinos compostan son mayoritariamente de cuadras donde hay casas, se colocan potes de 200 litros con candado y quienes se suman traen sus residuos con un recipiente y tienen la llave con la cual abren y cierran el lugar del compost.
“De 10 kilos de orgánicos, se sacan 3 kilos de compost y en una una cubierta de neumáticos donde podemos sembrar y llenar con 10 kilos de sustrato, se generan diez kilos de comida al año”, indicó Carpeti, quien trabajó junto a la legisladora porteña Cecilia Segura, para presentar el proyecto de huertas públicas agroecológicas, el cual ingresó a la Legislatura el 27 de marzo pasado.
Carlos Briganti, quien inició el colectivo El Reciclador con charlas y asesorías desde su experiencia de quintero en los años 70 en campos de Uruguay, de donde proviene, rescató a la educación como metodología para llegar a la gente.
“Nunca nada es compulsivo, todo es consensuado; lo segundo, es que no genere molestias y el tercer paso, es que los frentistas vean, se acostumbren y empiecen a participar por lo ambiental o porque se llevan algo de la huerta que se pueda generar con ese nutriente”, remarcó Briganti, quien es docente y enseña también plomería a las mujeres en un centro de formación profesional.
Se lo conoce como “el loco de la azotea” y plantea que a través de charlas y compartir conocimientos sobre el compostaje, “la gente se da cuenta que cierra el círculo, cuando ven que de sus residuos sale el humus con lombrices, que nutre los árboles de palta o una huerta”.
Briganti señaló que el sistema de composteras comunitarias cuenta con un candado y se les otorga una llave a cada vecino que colabora, “para evitar vandalismos”
Solo en su cuadra, Briganti ya cuenta con cuatro composteras barriales de 200 litros, una para compartir con sus cinco vecinos del ph en el que vive, dos en la vereda en Rosetti y otra en la calle Zabala, lo que genera 130 kilos de compost cada cuatro meses, contando otras tres de su domicilio.
En tanto, en las redes sociales proliferan emprendedores y grupos de Facebook como “Compostar en una papa” o videos en YouTube donde personas comparten sus saberes y experiencias e incluso se intercambian lombrices o composteras.
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