Se llama Yohana Fucks. Tiene 28 años, marido, dos hijos. Es una maestra tan humilde como aguerrida de Entre Ríos, capaz de sacudir corazones y conciencias desde un rincón pequeño del mundo. La semana pasada, su emotiva carta a Lionel Messi tras su renuncia a la Selección Argentina recorrió el mundo, conmovió y alumbró el país que no miramos. Para bien y para mal. Mostró las historias mínimas que nos duelen y, a la par, los héroes anónimos que nos reconcilian con lo mejor del argentino.
Empática, sencilla, la carta a Messi fue escrita a corazón batiente. Fue, contó luego, casi un impulso, un desgarro. Entre lágrimas, Yohana sintió ganas de expresarle a Lio, “ese pibe” de su misma edad, que la entristecían sus lágrimas en la tele, que la enojaban los mediocres que lo critican sin llegarle a los tapones de sus botines. Le escribió al mejor jugador del mundo que por favor ignore las críticas. Por él, en primer lugar, pero también por todos aquellos que lo sienten un ídolo, que ven en su historia un horizonte hacia el cual mirar cuando la realidad golpea, frustra y las fuerzas decaen.
La carta a Messi fue otro capítulo de la lucha cotidiana de Yohana por sus gurises. Uno más. Como una catarsis desesperada, en sus líneas le pide a Lío por sus alumnos, resilientes, esforzados, aferrados al valor de sus pequeños grandes logros, sin resto para sentir que ser segundos amerita el abandono, que sin copa no hay valor, que sólo vale ganar. Que sin primer puesto se acaba la historia. “Ayudame en la difícil misión de formar conductas”, le pide.
“Ojalá todos entendiéramos que la mejor manera de honrar a los patriotas de 1810 es haciendo patria todos los días”
Yohana tiene autoridad moral para hablar, eso que escasea en la clase dirigente argentina. Laburante, férrea defensora de la educación pública, no conoce de relatos: le pone el cuerpo cada día a su batalla, y le pone su bolsillo de sueldo pobre a la lucha (concreta) contra la pobreza, esa “pobreza” que se baja de la palabra para nombrar a un chico sin zapatos o sin abrigo; a una noche sin cena; a un invierno sin calefacción; a un enfermo sin medicación.
Por un salario que no cubre siquiera la canasta básica, Yohana viaja a diario “a dedo” 60 kilómetros de ida y de vuelta hasta uno de los barrios más humildes de la capital entrerriana porque cree que la educación cambia la historia, y porque confía en ellos: “Si a mis alumnos les tengo lástima o los justifico porque son pobres, los limito. Hay que luchar. Yo también de pequeña me fui a cenar con una taza de leche porque no había cena en casa, pero salí adelante porque mis padres me enseñaron el valor del esfuerzo y el trabajo”.
Aferrada a esa convicción, a esa apuesta, Yohana busca zapatos para los descalzos y comida para los hambrientos. Y tizas y cuadernos para escuelas abandonadas por un Estado que no duda en gastar millones para empoderar al político de turno en tiempo de elecciones. Sin fueros, sin custodios, también denuncia a los narcos del pueblo y se pelea con los tribunales cuando minimizan o desoyen las tragedias que las maestras les acercan con desesperación cuando un alumno confía en el aula sus peores dolores.
En su “blog” en Facebook, Yohana cuenta su patriada. Y le pone el cuerpo a cada necesidad: pide, por ejemplo, si alguien puede donar un micrófono para que sus alumnos luzcan su voz en un acto que prepararon con esmero, o cuenta con emoción su alegría una tarde en que su “hacer dedo” fue efectivo y logró llegar al acto de sus propios hijos a tiempo desde el trabajo.
Desde la rotunda sencillez de su mensaje, la carta de Yohana a Messi escaló desde su muro de Facebook hasta lugares insospechados. La compartimos para tenerla presente y repasarla una y otra vez. Lionel y el fútbol, en estas sabias palabras, se vuelven una anécdota: dice mucho de todos nosotros y nos invita a cambiar.
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En “El diario de una maestra”, Yohana pide ayuda. Ruega a las autoridades que corten el pasto de la escuela para que los chicos puedan tener un mínimo de dignidad.
Otro día, cual si fuera un diario íntimo que duele, sube a su espacio en Facebook una foto de un día feo, helado, en que costó que la levantaran en la ruta para llegar al trabajo. Y lo cuenta de una manera que aprieta el corazón. “Otro día de viaje a dedo. Hoy en una jornada nublada y con frío. El cartel certifica que buscamos cada día nuevas alternativas para conseguir la solidaridad de la gente. Le ponemos humor a la desazón y la indiferencia que otros se encargan de generar”, dice.
Y así, en su muro, ajena a cualquier relato hueco, Yohana recoge historias, denuncia, pide ayuda. Seamos el micrófono que necesita para hacerse oír y multipliquemos su tarea.
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