Desde que comenzó la medida del distanciamiento, los docentes debieron apelar a su creatividad porque se hacía necesario cambiar la forma de dar clases. A través de distintas aplicaciones, como WhatsApp, Zoom o Hangouts, comenzaron a enseñar a distancia, pero algunos debieron encontrar otros caminos, porque no todas las familias disponen de computadoras o dispositivos apropiados, y una buena conexión a internet para que los escolares puedan acceder al estudio.
María Caballero, docente de la Escuela Rural Nº 303 Antonio Arenales, ubicada entre Maciel y Monje, Provincia de Santa Fe, fue una de las que buscó la forma para que sus alumnos pudieran seguir aprendiendo. Encontró una muy difícil para ella, pero muy alentadora y esperanzadora para sus alumnos. Comenzó entonces este nuevo y solidario camino y escribió en su Facebook:
“Dejando en las tranqueras las actividades para mis alumnos. También necesitan una continuidad pedagógica y no hay Internet. Los felicito a ellos y a sus padres”
Al posteo le sumó una imagen que lo dice todo y nos enseña lo que es la vocación.
En bolsitas negras, con carteles escritos a mano, la “Seño María” camina más de 10 kilómetros para dejarles la tarea a sus alumnos en la entrada de los campos donde viven. Entre corazones y caritas felices, Caballero les recomienda: “Quedate en casa”.
Los 20 alumnos de María, 7 de jardín de Infantes y 13 de primaria, saben que ella es mucho más que una maestra tradicional. Una vez por semana María recibe la ayuda de otra docente que se acerca para ayudarla con los más pequeños, pero el resto de los días ella está sola al frente del establecimiento rural.
En épocas normales, algunos de los niños tienen que caminar más de tres kilómetros para poder llegar a clase. Y si llueve, todo es más difícil: “Muchas veces no pueden llegar cuando la lluvia es fuerte”, reconoce la maestra. En la escuela no hay clases de música o gimnasia, pero ella se las ingenia para armar un buen coro y cantar todos juntos canciones folklóricas.
“Les armo cuadernillos, los pongo en bolsitas y salgo a repartirlos. Una semana después, los retiro con los deberes hechos. Hablamos a la distancia, y ellos me preguntan lo que no entendieron y nos quedamos charlando un ratito. Ellos me extrañan, y yo a ellos”
María, además, va al pueblo a comprarles lo que necesitan para hacer sus tareas.
“Esta semana les llevé tijeras, papeles de colores y pegamento porque tenían que hacer manualidades. Es importante que los chicos tengan creatividad y se entretengan en estos días”, sostiene.
Perder las clases para los chicos es perder mucho más que lengua y matemáticas. Ellos, para seguir estudiando el secundario, deben ir hasta otro pueblo y no todos pueden. Por eso muchos abandonan y se dedican a las tareas rurales.
“La escuela es sagrada para ellos, es el lugar en el que se encuentran con otros chicos”.
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