La historia de Hwuang Wol-geum es sorprendente. Ella es de Corea del Sur y de pequeña, hace más de sesenta años, lloraba mientras veía pasar a sus vecinos que iban a la escuela. Su llanto manifestaba la enorme tristeza de una niña por no poder hacer lo mismo que sus amigos. En la zona rural donde vivía sus padres la dejaban al cuidado de sus hermanos menores, juntando leña y vigilando a los cerdos.
Cuando creció, Hwuang tuvo seis hijos y como madre cuidó de ellos, asegurándole una educación de calidad mandándolos a la escuela. Así todos sus hijos llegaron a completar la educación universitaria. Hwuang había procurado la mejor educación para sus hijos. Sin embargo ella se mantuvo al margen de esta práctica y no podía compartir algunas cosas cotidianas que el resto de las mamás compartía con sus hijos.
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Con el correr de los años, en Corea del Sur se ha producido una merma muy considerable en la tasa de nacimientos y ha llegado en 2018 a menos de un niño por mujer. Estos cambios se hacen más evidentes en las zonas rurales ya que los jóvenes emigran a las grandes ciudades en busca de mejores oportunidades de vida. Estos movimientos poblacionales de las zonas rurales ha dejado a las escuelas casi sin alumnos. Esta falta de matrícula en las instituciones educativas ha generado algunas innovaciones en su forma de funcionamiento.
Uno de los casos es lo que pasa en Daegu Elementary, que es el nombre de la escuela rural cercana a la casa de Hwuang. Allí han decidido recibir en sus aulas a aquellos vecinos que no han estudiado. Esto se constituyó en una posibilidad para Hwuang que ahora a los casi 70 años podrá dejar de ser analfabeta asistiendo a la escuela y pudiendo cumplir con su sueño de toda la vida. Lo hará con niños y otros adultos en su misma situación.
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Esto surgió como iniciativa del director de la escuela Lee Ju-young, que junto a otros miembros de la comunidad salieron en búsqueda de posibles estudiantes para contrarrestar la falta de alumnos. Al haber pocos, decidieron incluir habitantes ancianos interesados en aprender a leer y escribir. En total, la escuela logró integrar a siete mujeres entre los 56 y los 80 años, incluida Hwang y su familia. Y ahora otras cuatro están interesadas en ser parte de esta comunidad educativa.
La escuela ha organizado prácticas transversales de enseñanza que serán destinadas a sus alumnos de una franja etarea diversa. Así Hwuang está haciendo realidad aquel deseo de ir a la escuela, entendiendo que no es tarde y haciéndolo en una institución que produce el espacio para albergarla.
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