David Glasheen era un corredor de bolsa exitoso pero perdió todo en el denominado “Martes Negro”. Sin su fortuna, su casa y recién divorciado, decidió irse a vivir solo a una isla desierta frente a las costas de Australia. Hace 23 años que vive allí, en un aislamiento constante que lo ha hecho desarrollar habilidades que hoy puede compartir a un mundo obsesionado en aliviar las consecuencias del parate obligado que decretaron los gobiernos del mundo por el Covid-19.
Glasheen tiene 76 años y vive en la Isla de la Restauración frente a la costa del norte de Australia desde 1997, después de perder su riqueza. Se mudó allí solamente con un bolso, a un territorio en medio del océano, donde es el único habitante de las 26 hectáreas de superficie. “Tenía tres camisas, dos pares de pantalones cortos y trajes de baño, una antorcha decente, un par de libros, un frasco de chile en polvo, mi cepillo de dientes y un poco de pasta para lavarlos”, contó.
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El excéntrico ermitaño, que deseaba “escapar del Gran Hermano” y del “peso de la vida moderna”, le dijo a Mail Online Travel que tiene una lista esencial de cosas que le permiten disfrutar de la vida de forma aislada. Un consejo que, en tiempos de cuarentena obligatoria y más allá de la variante en cuanto al destino, bien vale la pena conocer.
Glasheen puso en primer lugar un arsenal de buenos libros y dos maniquíes (Miranda y Phyllis) para compañía mientras se esfuerza por encontrar una “buena dama”. Pero lejos de lo que la imaginación popular pensaría, también señaló “conexión a Internet con energía solar”.
A la hora de beber, recoge agua de lluvia y la que proviene de una cuenca en las zonas montañosas de la isla. Y reconoce que obtener comida resulta más fácil, ya que “el océano ‘contiene todas las proteínas”.
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Una red para pescar, unas piedras para encender fuego y un cuchillo de monte son sus artículos indispensables a la hora de pensar cuál será su almuerzo o cena del día. “Es como vivir en Jurassic Park”, explica sobre sus hazañas como cazador.
Cocos, almendras de playa ácidas, cerezas, alcaparras nativas y ciruelas wongai también forman parte de su dieta
Pero ojo que tampoco es que pasó estos 23 años aislados totalmente del mundo y sólo recurriendo a la naturaleza. Cada año, este isleño prepara su pequeño bote para emprender una suerte de “aventura al mercado” en Cairns, donde obtiene para almacenar productos enlatados, además de abastecerse de los tan necesarios artículos para la limpieza personal y del hogar: jabón, detergente, pasta de dientes y papel higiénico.
Lejos de aquellos frenéticos tiempos en la bolsa, Glasheen construyó un bar en la isla para entretener a posibles invitados. Allí ofrece una amplia variedad de licores y vinos forman parte de su oferta. Además, posee un kit personal para la elaboración de cerveza artesanal, una de sus especialidades.
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Pero, claro, a su edad hay un elemento que lo ubica al tope de sus prioridades: un par de anteojos. Para el isleño, la lectura guarda una importancia primordial y sostiene que “perder la capacidad de leer sería bastante miserable”.
Otras recomendaciones: algunos juegos de mesa tradicionales y esconder una bolsa de monedas de plata. “En ocasiones, es posible que necesite dinero. Las monedas de plata son fáciles de almacenar y probablemente también apreciarán su valor”, dice sacando a relucir su esencia de agente de bolsa.
Por otra parte, el ex millonario destacó la importancia de la compañía cuando se vive en aislamiento o cuarentena, que en ningún caso puede ser reemplazada por la mejor conexión a Internet del mundo. Por supuesto que los animales cumplen también un papel importante a la hora de los vínculos. Hay numerosos que habitan la isla, y lo acompaña Zeddi, un dingo (una subespecie de lobo propia de Australasia).
Glasheen se anima a aconsejar a quienes quieren dar sus primeros pasos en esta misión de ser independiente y sobrevivir con poco que “comiencen yendo a acampar. Pronto descubrirán lo que realmente necesita frente a lo que cree que necesita. La vida aquí es pacífica, segura y satisfactoria”, dice.
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Consultado sobre la crisis derivada de la pandemia del coronavirus, Glasheen la describió como una situación “triste” y una prueba para los líderes mundiales. “Todos los días es un buen día aquí, pero me siento muy triste y decepcionado por la situación global actual. Era bastante obvio que algo así sucedería en algún momento”, dijo al medio británico. “En este momento, el mundo está muy expuesto y es una prueba de cuán efectivos son realmente nuestros líderes”, concluyó.
Antes de mudarse a la Isla de la Restauración, David Glasheen llevaba una vida en la ciudad de Sydney con su esposa y sus dos hijos. Era el típico exitoso hombre de negocios de Sídney con una fortuna de 25 millones de euros. Pero, de la noche a la mañana, llegó el Martes Negro en 1987, el empresario perdió su riqueza por el crack bursátil y el banco embargó su propiedad. Como golpe de gracia, su esposa lo terminó dejando. Luego armó otra pareja, con quien se mudó a la isla, pero ella quedó embarazada y decidió mudarse porque sentía que la vida en la isla no era segura para un bebé recién nacido.
Glasheen había visitado por primera vez la Isla de la Restauración con un antiguo socio comercial a principios de la década de 1990 y dice que fue “amor a primera vista”. En su libro The Millionaire Castaway, escribió: “Había afirmado mi compromiso de encontrar una forma de vida diferente: una más allá del círculo vicioso de presión para ganar suficiente dinero para un estilo de vida por el cual otras personas miden su valor y éxito”.
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