Algunas cosas les cuesta más y nuestro país no les facilita las cosas. Según el INDEC, apenas 1 de cada 3 personas con discapacidades en Argentina consigue trabajo, una situación que la pandemia no ha hecho más que agravar. Si bien existen leyes que velan por los derechos laborales de quienes tienen estas dificultades, es muy difícil que estas normas se cumplan. Esta discriminación es una realidad muy dura para los que quieren lograr independencia económica y tienen el deseo de trabajar pero se encuentran todos los días con una sociedad que no les permite demostrar sus verdaderas capacidades.
Para las personas con discapacidades, la necesidad de trabajar no es únicamente económica: es un derecho que tiene que ver con su identidad y con la importancia de mejorar su autoestima.
Bien lo saben en el Centro de Formación Integral “Lucero” ubicado en Martínez, en el norte del conurbano bonaerense, donde les enseñan a los estudiantes la importancia de emprender. Es un colegio donde además de tener las materias clásicas, de formación general, tienen una marcada inclinación en las área técnicas con impronta en la actividad gastronómica, entre otras. Entonces, todas las asignaturas tienen un enfoque que sirve para aprender a gestionar distintos emprendimientos como un local pastelero llamado Delicias del Lucero que funciona en redes por la situación actual de pandemia.
Jimena Pi, la directora del centro, es una psicopedagoga súper cálida que vela por el crecimiento personal y profesional de sus alumnos. Ella, junto con su equipo de profesionales, los conocen a cada uno profundamente, lo que permite que cada alumno transite su formación de forma personalizada.
Jimena conoce las necesidades específicas que tienen las personas con discapacidades en el ámbito laboral y se esfuerza para ayudarlos a desarrollar herramientas que les permitan emprender su propio camino.
El derecho al trabajo: un pasaporte a la dignidad
Con mucho empuje y compromiso, Jimena, los profesores y los alumnos, crearon el emprendimiento Delicias del Lucero. Es tanto el trabajo y la dedicación que hay detrás de este proyecto que lograron un servicio muy profesional.
Más de uno puede pensar que un emprendimiento dirigido por personas con discapacidades quizá no cumpla con todas las normativas y obligaciones de un centro gastronómico y que tienen menos exigencias porque es un proyecto más ligado a la caridad, pero nada más lejos. Detrás de escena hay mucho más: hay chicos trabajando duro, cumpliendo con todas las normas de sanidad y con todos los permisos necesarios para tener un local gastronómico. Venden galletitas, alfajores, brownies, y otras delicias.
Tener una discapacidad no significa que esas personas no puedan cumplir sus sueños. Tampoco quiere decir que no tengan ganas de trabajar. Todo lo contrario: ellos crecen y ven cómo su alrededor crece con ellos. Cuando consiguen trabajo avanzan y se sienten protagonistas del cambio. Por eso, con tan solo una pequeña chispa emprendedora, pueden salir adelante y romper con el prejuicio que la mayoría de las personas tienen sobre ellos en relación al trabajo.
En el contexto actual, más allá de la pandemia, lo que se necesita es tener “auto-iniciativa”. Si conseguir trabajo es complicado, no es difícil dimensionar la odisea que representa para una persona con discapacidad. Necesitan mucha ayuda y redes que los acompañen a transitar un camino con muchos obstáculos y que les den la mano para encontrar soluciones.
Con esa fuerza y con la enorme esperanza que lo sostiene, el equipo que le pone el cuerpo a Delicias del Lucero no bajó los brazos y salió adelante incluso en tiempos de pandemia. En un año complicado para cualquier local gastronómico, decidió reabrir sus puertas y seguir cocinando bajo pedidos
Apoyémoslos. Tengámoslos en cuenta. Y no desde la caridad sino desde el respeto. Para los emprendedores que dirigen Delicias del Lucero, tener su local gastronómico va más allá de la libertad financiera. Es una manera de hacer tangible sus esperanzas y construir una oportunidad laboral que aún la sociedad les niega.
Entre todos tenemos que luchar por el derecho al trabajo de las personas con discapacidades. Debemos lograrlo como sociedad, pero el cambio empieza por uno mismo. Si conocés a una persona que tenga alguna discapacidad, tendele tu mano. Ayudala a encontrar trabajo, motivala a emprender o acompañala en la búsqueda de algún proyecto que impulse su crecimiento profesional. Su dignidad como persona, su autoestima. Miremos a las personas con capacidades diferentes de otra manera. Lo merecen y lo necesitan.
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