“El mal se construye con el silencio de los buenos”: un joven político convoca a comprometerse

Albizo Cazón es un joven político jujeño, militante de la Coalición Cívica-ARI, que en 2016 denunció al ex gobernador Eduardo Fellner por el desvío de 1.300 millones de pesos, en complicidad con Milagro Sala. Conocido como “Lilito”, por su espíritu aguerrido contra la corrupción y la injusticia, escribe para Buena Vibra.

¿Alguna vez te pusiste a pensar cómo se construye el mal? Yo creo que sí, que alguna vez todos lo hemos hecho, quizá por dolor, por mera intriga o por amor. En mi caso, me he sumergido allí impulsado por mi pasión por la política, que para mí no es otra cosa que el servicio altruista por el otro.

La política es, para mí, el terreno donde se desata esa pelea voraz, circunstancialmente interna, entre dos lobos antagónicos: el bien y el mal. Ellos miden sus fuerzas a diario y el triunfo de uno sobre el otro, la victoria final, tiene mucho que ver con la “bestia” que alimente cada uno de nosotros.

Este nutrir a uno de los lobos depende de nuestro día a día, de nuestro sostener principios en momentos difíciles, de nuestras conductas cotidianas -aún cuando ojos no observan-, de nuestro ejercicio de la ética en la convivencia humana y de nuestro respeto irrestricto a las normas que guían el ejercicio de la libertad, para con otros y para con nosotros mismos.

El correcto desempeño de estas facultades humanas y el convencimiento de ello, nos permitirá honrar a los que ya no están y proyectar en hechos una historia mejor para los que aún se encuentran y para los vendrán

Hace un tiempo atrás, encontraron en casa un viejo cuaderno que decía “Abogado José María”. Tenía la letra de un niño que, estimo, rondaba entre los 7 y los 10 años. En él, este muchacho llevaba casos de presuntas injusticias que le ocurrían a sus compañeros y veía la forma de solucionarlas. No recuerdo si habrá solucionado alguna… Sin embargo, lo que viene a acotar este recuerdo es la implicancia de edificar en nuestros niños, niñas y adolescentes la empatía por lo que le pasa al otro, que no es más que promover la búsqueda del sentir lo que siente el otro, sea dolor o sea felicidad, sea angustia o templanza, porque tal es el primer paso para iniciar un camino hacia la construcción de una sociedad que busque mitigar las agonías, que muchas veces nuestros pares transitan a gritos, pero también muchas otras en impoluto silencio.

¿Por qué habrá tenido el niño esa ocurrencia? Sinceramente no lo sé. Pero sospecho que se lo debe a su madre, médica de profesión, quien le enseñó a involucrase con el pesar del otro, a acompañar las lágrimas, a comprender los pasados y a respetar los presentes.

Ese niño que no calla cuando a su amiguito otro pequeño lo empuja, esa niña que no hace caso omiso al ver que a su compañera le sacan una golosina sin su permiso, esa joven que impide que un perro sea maltratado, ese joven que levanta un papel del piso y se lo alcanza al que lo tiró, ese señor que ayuda a una abuela a cruzar la calle, esa señora que detiene su vehículo en una bocacalle, esa viejita de sonrisa tierna que consuela a un niño que vio llorar en soledad, ese abuelito que llamó a la policía al escuchar un grito en el departamento colindante al suyo.

En fin, en el día día, ese ser que no calló, ese ser que no se desentendió, ese ser que vio y actuó -o, si no actuó, alertó-, dio de beber y de comer a la bestia del bien, que tenía hambre y sed de justicia. Y despojó de todo consumo a la bestia que anhelaba la oscuridad de la inacción, de la desesperanza, del desamor

Y de eso se trata todo: de situarse uno en defensa del otro, sabiendo que solo evitamos que se construya el mal si los buenos no callan.