Censura y amenazas a cuentas de Twitter, boicot a perfiles de redes sociales, amenazas e insultos a periodistas o piedrazos a móviles que cubren noticias, (dependiendo de que el logo indique que hablarán a favor o en contra de lo que piensa el agresor) y hasta deseos de muerte escritos en redes y panfletos. Todo esto que pasa cada día más y que, lamentablemente la sociedad va normalizando, es parte es un fenómeno que algunos han dado en llamar “cultura de la cancelación”.
Según Wikipedia, la Cultura de la Cancelación “es el fenómeno extendido de retirar el apoyo moral, financiero, digital y social a personas o entidades mediáticas consideradas inaceptables, generalmente como consecuencia de determinados comentarios o acciones, o por transgredir ciertas expectativas“. Que en muchos casos genera “una llamada a boicotear a alguien -usualmente una celebridad- que ha compartido una opinión cuestionable o impopular en los medios sociales”.
La cultura de la cancelación en muchos casos genera “una llamada a boicotear a alguien que ha compartido una opinión cuestionable o impopular en los medios sociales
Básicamente consiste en que un personaje público dice algo inconveniente u ofensivo para algún sector, y rápidamente desencadena una reacción que busca la “cancelación” de su persona, mediante una serie de boicots a su labor profesional, o a la plataforma en la que se manifiesta, o a sus empleadores, etc. En definitiva, supone el fin de su reputación.
La cultura de la cancelación supone “cancelar” a una persona buscando lograr el fin de su reputación
El portal de noticias y opinión “Vox”, dice que con la cancelación “Se produce una reacción pública, a menudo alimentada por redes sociales progresistas” y “luego vienen las llamadas públicas para cancelar a la persona, es decir, para acabar su carrera o revocar su prestigio cultural”.
“Dictionary”, en su ramificación de cultura pop, explica que “la cultura de la cancelación se refiere a la práctica popular de retirar el apoyo (cancelar) a figuras públicas o empresas después de que hayan hecho o dicho algo considerado desagradable u ofensivo.
La cultura de cancelación generalmente es realizada en las redes sociales en forma de vergüenza grupal.
Esta semana se publicó en Harper’s una carta de 150 prestigiosos intelectuales, entre los que se encontraban nombres ilustres y de tendencia progresista como los de Margaret Atwood, Noam Chomsky, Salman Rhusdie o J. K. Rowling, quienes alertaban que venían observando: una “restricción del debate”.
Pedían “preservar la posibilidad de desacuerdos de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas”. Básicamente, lo que hacían estos pensadores era poner sobre la mesa su rechazo a lo que se conoce como “cultura de la cancelación” y alertaban que esta práctica estaba en auge en la ultraizquierda.
La carta de estos renombrados escritores, periodistas, profesores universitarios o incluso músicos, quería servir de aviso a navegantes de la izquierda, para evitar que aumente este grado de polarización, para detener este auge.
El libre intercambio de información e ideas se está volviendo cada vez más restringido
“El libre intercambio de información e ideas se está volviendo cada vez más restringido”, algo que en general se espera “en la derecha radical”, plantearon y agregan que “la censura también se está extendiendo más ampliamente” con “una intolerancia de puntos de vista opuestos, una moda para la vergüenza pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una ceguera moral cegadora”.
Las reacciones a esta carta no se hicieron esperar. Las derechas, descontentas con que se les señalara también, aprovecharon para apuntar al “monstruo” que habían alimentado las prácticas o la ceguera de los propios firmantes.
Lo importante es no acostumbrarnos a este pensamiento único, es necesario registrar que esto está pasando y no aceptar que en el mundo se establezca qué está bien pensar y qué no, y al que al que se sale de los límites establecidos, lo cancelen.
J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, hizo declaraciones transfóbicas, discutiendo el derecho de las mujeres trans a ser consideradas mujeres. Independientemente de que aparezca como un pensamiento que atrasa, con el que no estemos de acuerdo, no es correcto pretender silenciarla, a ella o a cualquiera que exprese su pensamiento.
Las comunidades trans le expresaron su repudio, ella expresó su repudio a ese repudio, otros expresaron el repudio a todo y la cuestión escaló, hasta generar la carta que Rowling junto a Noam Chomsky y otros intelectuales firmaron en contra de la cancelación y alertando contra el peligro del pensamiento único.
En la Argentina se vio algo parecido en lo sucedido alrededor del reality show Bake Off. Descubrieron una irregularidad de parte de la ganadora, la escracharon en las redes sociales y todos clamaron por justicia. Twitter estalló pidiendo un castigo en miles de cuentas y día a día fuimos viendo cómo la “cancelación” de Samanta Casais era llevada adelante mediante una ejecución virtual.
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