Gabriel Fernández es el dueño de la Confitería Karina y se hizo muy popular en estos días entre los chicos de su barrio. Este panadero asombró a la comunidad de Mariano Acosta, partido de Merlo, en el oeste del conurbano bonaerense cuando decidió, a pesar del incremento de los costos que debe afrontar mes a mes, premiar a los alumnos de la zona.
La estrategia de Fernandez fue anunciar que regalaría una docena de facturas a aquellos que se saquen un 10 en la escuela
Todas las tardes, en la panadería que abrió sus puertas hace más de dos años, se arma una fila con decenas de chicos que pasan a buscar su premio. “En realidad esta no fue una idea mía, es una idea que copié el año pasado de un heladero que regalaba un kilo por cada 10 que le llevaban los chicos de la zona” contó el comerciante.
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“La iniciativa me pareció muy buena y como estoy cerca de dos colegios, me pareció piola incentivar a los chicos con una docena de facturas por cada buena nota que traigan en el cuaderno de la escuela” agregó en declaraciones al medio La Noticia
Esta confitería, a la cual bautizó con el nombre de su sobrina, es reconocida entre los vecinos por sus facturas, tartas, masas y tortas y se hizo popular por esta promoción que premia a los mejores alumnos.
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Redoblar la apuesta
En el muro de Facebook del comercio, los dueños suben a diario las fotos de los estudiantes premiados. “¡Los felicito por el 10!” y “seguimos premiando el estudio”, escriben para acompañar las imágenes.
Además de la generosa “promoción” de la confitería, en el lugar redoblaron la apuesta y anunciaron que al final de este trimestre premiarán con una torta a los chicos del barrio que traigan un 10 en sus boletines.
Para ejemplificar, Fernandez contó una de las historias que lo motivó a llevar adelante esta idea.
“En esto hay algo muy lindo, sobre todo con lo que me pasó con un chiquito de 12 años que vive en el barrio. Él anda todo el día en la calle, es un chico muy inteligente pero no venía andando bien en la escuela. Los compañeritos lo cargaban y le decían que era un burro, hasta que un día pasó algo increíble: mientras estábamos atendiendo, este chiquito entró y me dijo ‘Mirá Gabriel’, y tenía un 10 en una prueba de matemáticas que estaba firmada por la maestra. Este nene le terminó tapando la boca a todos. Y en ese momento me di cuenta que un incentivo era todo lo que él necesitaba”.
El particular premio generó un “efecto contagio” entre los chicos, que ahora compiten para ver quién es el que más facturas pasa a buscar.