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Fundación Pilares: detrás de la igualdad de derechos para familias en situaciones de vulnerabilidad

La organización tiene como objetivo asegurar educación, nutrición, salud y bienestar a diferentes familias en contextos complejos.

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En los tiempos que corren no es fácil, aunque debería serlo, que todos podamos acceder a los derechos básicos que nos corresponden por el mero hecho de ser seres humanos. El mundo es perverso y siempre están aquellos que se aprovechan de las necesidades de la gente para hacer uso de esas vulnerabilidades. Para contrarrestar esta situación, es que hace 10 años se creó la Fundación Pilares que busca día a día darle un espacio de contención y respeto a aquellos que más lo merecen.

La Fundación Pilares es una organización sin fines de lucro que trabaja desde el año 2008 brindádole oportunidades a familias que viven en villas de la Ciudad de Buenos Aires. En los 10 años que lleva trabajando, ya acompaño a 1.077 familias que viven en el barrio de Barracas trabajando de manera conjunta con la red de la Parroquia Caacupé por medio de diferentes programas.

Uno de ellos se llama Programa Educativo, que lo que busca es fomentar y sostener una educación de calidad, plena y oportuna para niños, niñas, jóvenes y adolescentes. También se encuentra el programa CONIN, que es el único en CABA, cuya finalidad es prevenir y luchar contra la desnutrición infantil, garantizando su bienestar y el bienestar de sus madres. Por último el Centro de Primera Infancia “Pilarcitos” que promueve el desarrollo integral de niños de 1 a 3 años y de sus familias.

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También, desde el año 2017 la Fundación trabaja junto a 150 familias de Bajo Flores a través del Centro de Primera Infancia “Floreciendo” que brinda atención integral a niños de 0 a 3 años, con el fin de que crezcan en un ámbito saludable.

Los niños no son los únicos que sufren este tipo de problemáticas y de vulnerabilidad, ya que miles de mujeres se encuentran en la misma situación.

Por ese motivo, muchas de ellas migran desde países limítrofes y se radican en la Ciudad de Buenos Aires para buscar una mejor situación laboral y con ello, incrementar su calidad de vida.

Es por eso, que desde hace 10 años que la Fundación Pilares brinda espacios de contención y encuentro para asegurar el acceso de dichas mujeres a sus derechos básicos.

El 4 de septiembre se celebra el Día del Inmigrante, como forma de reconocer y agradecer los aportes que le brindan al país. A pesar de eso, frecuentemente se escuchan juicios desagradables y denigrantes en donde se habla mal de los inmigrantes, sobre todo hacia aquellos que vienen de países limítrofes, como el caso de Bolivia, Paraguay y Perú, como personas que vienen con la única intención de hacer uso de los recursos propios de Argentina.

La Fundación Pilares trabaja con más de 400 mujeres que son madres, siendo el 75% migrantes. Es fundamental tener en cuenta que vinieron a la Argentina en busca de mejores condiciones para su vida, luchando por tener una vida digna, plena de derechos y trabajo para poder mantener a su familia. Es perverso decir que hubiera sido mejor que se queden en sus países, ya que bajo ningún punto de vista alguna de estas mujeres dejó su país de origen en mejores condiciones de las que se encuentra en la actualidad. Hay realidades complicas y duras, no miremos para otro lado.

Compartimos las historias y experiencias de Eva, Wiseli y Maribel que tuvieron que dejar a gran parte de su familia y parte de su historia atrás para empezar a construir su futuro en un lugar nuevo.

Eva María Nuñez vive en la Villa 21-24 de Barracas desde hace 8 años. Llegó sola desde Paraguay, recién separada y dejando a su hijo de 6 años y su hija de meses allá, con la promesa de un trabajo. Pero nada salió como lo había planeado.

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“La señora que me trajo me pidió mi documento para llevar al consulado y no me lo devolvió más. Me había dicho que iba a tener una pieza para mi, que iba a trabajar de 8 a 17 y me iba a pagar $6.000. Pero me terminó pagando $4.000 y trabajaba todo el día y toda la noche”, cuenta Eva.

Luego de 8 meses finalmente pudo salir de esa casa y recuperar sus documentos gracias a un amigo y se trasladó a Barracas. A partir de ese momento, consiguió trabajo como empleada doméstica y la familia con la que trabajaba le pagó los pasajes para que pudiese traer a sus hijos a la Argentina.

“Pasé muchas cosas acá, pero la Argentina me dio muchas oportunidades. Lo más duro que me pasó en la vida fue dejar a mi bebé y a mi otro hijo, pero tenía una meta de sacarlos adelante. Hoy mi hijo más grande ya está en 3° año de la secundaria y estoy muy orgullosa de eso”, explica, que volvió a formar una familia y tiene dos hijos mellizos de 1 años que lleva al Centro CONIN de Fundación Pilares.

Wiseli Julmice, llegó de Haití hace 2 años y lleva a su hija al Centro de Primera Infancia “Pilarcitos” de Pilares.“Desde el terremoto es muy difícil sobrevivir en Haiti. Trabajaba en una clínica oftalmológica como recepcionista, pero no era gran cosa. Después de que se rompió todo, no había nada”, explica.

Wiseli participa en el taller “Ronda de Palabras”, que dicta Pilares para mujeres que buscan mejorar su español para sentirse más seguras en situaciones de la vida cotidiana, como una entrevista laboral, un trámite legal o una cita médica. A pesar de venir en busca de mejores oportunidades, hoy Wiseli se encuentra desempleada y eso le genera un obstáculo para desarrollar su vida acá.

“Toda mi familia es de Haití. La extraño mucho y pienso mucho en ellos. Elegí quedarme acá, mi hija es argentina y allá no hay oportunidades de salud y educativas para ella como hay acá”, cuenta.

Maribel Escobar llegó desde Potosí, Bolivia, en 2009. “Vine porque no había oportunidades para trabajar y estudiar a la vez donde yo vivía. Quería estudiar para ser maestra y estuve a punto de lograrlo: en 2012 me anoté en el profesorado del Mariano Acosta. Pero en 2014 quedé embarazada y tuve que dejar”, relata Maribel, cuya hija asiste al Centro de Primera Infancia “Floreciendo” de Pilares en Bajo Flores.

“Al principio, me encontré con personas que piensan que porque venís de otro país no podés hacer las cosas bien, o como ellos. Me pasó en el profesorado, que una compañera me decía que yo no iba a poder enseñarle a los chicos con mi acento”, cuenta Maribel.

Finalmente logró estudiar para ser promotora de salud y trabaja en una salita en el Barrio Rivadavia 1, a unas cuadras de la Villa 1-11-14, donde ella vive.

“Me gusta lo que hago porque hoy tengo la posibilidad de acompañar a mujeres del barrio que viven situaciones de violencia de género y podemos brindarles ayuda profesional”, continúa Maribel.

Si querés leer más, sumarte o colaborar, podés entrar a: https://www.pilares.org.ar/

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