Tiene apenas 25 años, Rocío Villarreal. 25 años y una hija de tres. Es policía desde los 20 y ejerce su trabajo en los lugares más duros de la provincia de Buenos Aires. Con esfuerzo, fue avanzando hasta ganarse el grado de sargento. El lunes a la madrugada, mientras cumplía su tarea en la oficina de guardia de la comisaría de San Justo, una banda de cuatro personas irrumpió a los tiros para liberar a un narcotraficante y desató una balacera en la que Rocío recibió dos disparos, en el brazo y el abdomen. Las balas la dañaron profundamente y está internada en terapia intensiva, con pronóstico reservado y muchas dudas respecto a su futura movilidad, porque una bala le rozó la médula. Según los testigos, los delincuentes “le tiraron directamente ni bien la vieron, con un total desprecio por la vida”. Su historia nos duele y, desde Buena Vibra, queremos decirle algo:
“Perdón, Rocío.
Perdón por darte la espalda a vos y a miles de policías que cada día y cada noche velan por la seguridad y tranquilidad de nuestras familias. Perdón por bajar la cabeza y revolvernos en el asiento incómodos cada vez que a vos y a tus colegas les tienden la trampa de asociarlos a la dictadura militar asesina, o a los abusos del gatillo fácil contra inocentes.
Perdón, Rocío, por haberte dejado sola ante las balas que te mandaron al hospital, y frente a tantas otras que vos y tus compañeros tienen que enfrentar todos los días para defender a los honestos y a los trabajadores en una sociedad asolada por el delito y la violencia.
Otra vez, perdón, porque ni aún ahora, en la tragedia, tu frágil vida parece valer lo mismo que la de otras víctimas de robos y asesinos. Perdón porque ni siquiera somos capaces de levantar la voz para ponerte en el lugar que te corresponde: una servidora pública que cumplió con su obligación poniendo en riesgo su vida.
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Te pedimos perdón porque ese “poco” que valés para nosotros se refleja en el magro sueldo que te pagamos, en el escaso equipamiento y entrenamiento que te damos para detener a delincuentes cada día más violentos, especialmente ensañados con el uniforme que vestís en nombre de toda la sociedad.
Y perdón, también, por dejar que la merecida condena sobre los policías corruptos y violentos que deshonran su uniforme te salpique a vos y otros miles de agentes que se rompen el alma para cumplir con su deber.
Perdón porque tus derechos humanos valen menos en un país en que las mejores banderas se han pisoteado de la peor manera. Perdón porque las reivindicaciones de género te esquivan en días en que tiene más eco un corpiñazo que la tarea cotidiana de alguien que, como vos, le pone el cuerpo a las peores cosas.
Perdón, Rocío. Y gracias. Gracias por animarte a una profesión tan difícil y por elegir como trabajo cuidarnos a todos
Fuerza Rocío. Que toda la mejor energía llegue hasta donde peleás por superar el daño de estos miserables y que vuelvas a casa pronto, sana, a reencontrarte con tu hija y contarle que todo un país te dice gracias. Perdón y gracias, Rocío”.
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